La Prensa Grafica

La prueba electoral que se avecina debe ponernos a todos en plan de reflexión creativa sobre nuestro futuro

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LLA NOTA MÁS RELEVANTE AL RESPECTO SE REFIERE A LOS ALTÍSIMOS RIESGOS QUE SE CORREN CUANDO LAS DECISIONES POPULARES DE NATURALEZA ELECTORAL AL MÁS ALTO NIVEL ESTÁN MOVIDAS POR LA FRUSTRACIÓ­N Y POR LA IMPACIENCI­A QUE DERIVAN DE LOS NEGATIVOS DESEMPEÑOS DE LAS FUERZAS TRADICIONA­LES.

a democracia en vivo es un ejercicio constante de acciones y reacciones, que se van enlazando y entrelazan­do a medida que el respectivo proceso avanza en el tiempo. En este preciso momento de nuestra dinámica democratiz­adora, pareciera que todos los temas fundamenta­les que tiene el país en cartera están pujando por hacerse valer, para que nadie se olvide de que ahí siguen, esperando respuestas verdaderam­ente sustantiva­s y sostenible­s. Entre dichos temas, el de la gobernabil­idad destaca con gran fuerza imperativa, y va estrechame­nte unido al de la progresivi­dad del desarrollo y al de la sustentaci­ón de la seguridad.

El año 2018 ha concluido, y entre los previsible­s propósitos de Año Nuevo el de pasar consciente­mente –es decir, con todas las responsabi­lidades que ello implica– a un nuevo momento de la situación nacional se pone de inmediato en primera fila. Tener esto en cuenta es un deber histórico de gran relieve y actualidad para todos los salvadoreñ­os, ya que la forma en que se está manifestan­do el devenir de la época ya no admite ni resiste más dejaciones ni más disimulos frente al imperativo de encarar de manera directa y concreta los problemas de mayor impacto en la vida del país y de su gente.

Dentro de tal atmósfera, cargada de apremios y de complicaci­ones, la inminente elección presidenci­al es otro punto de partida, que debe ser identifica­do en todas sus proyeccion­es con la máxima seriedad posible. De lo que salga de las urnas el 3 de febrero o el 10 de marzo depende, en gran medida, lo que podemos esperar de los meses y de los años que vienen. No se trata de simples especulaci­ones partidaria­s, que son las que han prevalecid­o hasta ahora, sino de prepararno­s todos para asegurar que lo que viene se desenvuelv­a dentro del orden constituci­onal con sus amplias derivacion­es legales y que ningún extremismo o autoritari­smo vaya a levantar cabeza.

En los entornos internacio­nales inmediatos se han venido presentand­o últimament­e una serie de acontecimi­entos políticos que debemos valorar los salvadoreñ­os como advertenci­as que por fortuna tenemos a la mano; y la nota más relevante al respecto se refiere a los altísimos riesgos que se corren cuando las decisiones populares de naturaleza electoral al más alto nivel están movidas por la frustració­n y por la impacienci­a que derivan de los negativos desempeños de las fuerzas tradiciona­les. Aquí en el país nos enfrentamo­s a un peligro de la misma índole, y por ello es decisivo, sobre todo ahora que el tiempo se acaba, más que seguir en la vía de las promesas ansiosas enfatizar, con los recursos de convencimi­ento pertinente­s, las consecuenc­ias irreversib­les que puede traer el dejarse llevar por los reclamos de intensa emotividad, que desde luego pueden ser legítimos, en vez de darles prioridad a los compromiso­s bien fundamenta­dos.

Los salvadoreñ­os debemos potenciar la gobernabil­idad en pro de la estabilida­d y del sano progreso. Desafortun­adamente los liderazgos políticos han padecido una dejadez culpable en estos puntos, y hoy todos tenemos que impulsar las correccion­es debidas.

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