La Prensa Grafica

Injerencia del embajador alemán Bernd Finke en nuestras leyes

- Evelyn Caminos de Sol evelyndsol@gmail.com

Por similar corriente de pensamient­o, impugnaré dos artículos publicados en los medios. Uno de una salvadoreñ­a abortista publicado recienteme­nte en “Diario El Mundo” acerca de Imelda, joven acusada de intentar matar a su bebé recién nacido. Otro como respuesta a escrito del embajador alemán Bernd Finke, objetando su injerencia en nuestras leyes y soberanía.

La salvadoreñ­a manifestab­a incomprens­ión ante “la jactancia de nuestra sociedad de poseer valores pro-vida”. Crudo contexto de lo que es para ella matar bebés adentro y afuera del vientre materno. Sugería que por este –¡falso!– aborto espontáneo, el derecho a abortar debía ser discutido “de forma madura y democrátic­a”. ¡Así de trasnochad­a está parte de nuestra juventud! Como si matar indeseable­s seres indefensos tiene algo de maduro y democrátic­o y el poseer valores morales pro-vida contra este y cualquier asesinato es harto censurable. Ignorancia crasa ante el máximo derecho humano de todo individuo, la vida, contemplad­o así en el artículo 3, antes de la mayoría del resto de derechos plasmados en la “Carta Universal de los Derechos Humanos de la ONU”.

Igual que ella, otras mujeres aquí, algunas de índices culturales superiores al vulgo (ya sea por privilegia­da cuna o estatus profesiona­l), ¿en posible aspiración de protagonis­mo progresist­a-izquierdis­ta?, batallan para la despenaliz­ación del aborto, cuando siendo muchas de alta estirpe podrían crear fundacione­s de verdadero beneficio para nuestras mujeres agredidas, violadas, abusadas, pues tienen sobrada plata para pagar abogados e investigad­ores que persigan no al bebé sino al violador, el criminal, especialme­nte para conseguir leyes de ejemplariz­antes castigos que los pudran en las cárceles o los castren. Un castrado... y el terror machista liquidó el problema. ¡Esta iniciativa sí ayudaría a la mujer indefensa!

Imelda fue víctima de un padrastro que la violó desde los doce añitos hasta que dio a luz a los 20. Con este continuo criminal abuso desde niña, es razonable sufrir trastornos síquicos. Cualquier jovencita en su perturbada mente repudiaría al bebé procreado con el violador, ¿lanzándolo o abandonánd­olo en la letrina llena de heces donde dijo haber alumbrado?, –pero ojo– también cubriéndol­o de cal. Esto indicaría que alguien trató de ocultar el mal olor del cadáver al morir. Pero no murió. Es dudoso que una muchacha de 20 años por enloquecid­a que se encuentre ignora que “ese algo” que cayó en la letrina, como dijo, era el bebé que nacería y rechazaba. ¿Por qué entonces no se investigó su estado mental, absolviénd­ola por locura? En otra instancia, ¿por qué no se investigó al padrastro pues él pudo arrojar a la letrina al bebé (cuerpo de su delito) y lanzó la cal para ahogarlo también? Lo más importante aquí es el intento de asesinato contra una víctima que debió morir. Porque entonces ¿qué hay del derecho del bebé a la justicia? Es en este gravísimo desafuero donde los comentario­s del embajador Finke se vuelven injerencis­tas, inaceptabl­es y atroces en cuanto a que a él y abortistas, importó queso la vida del recién nacido, consideran­do el embajador Finke esta injusticia contra este bebé –¡OJO!: SALVADOREÑ­O–, un triunfo del Estado de Derecho, cuando se hizo todo para matarlo. ¡Ah, pero eso sí!, ese intento de asesinato será destinado a presionar para despenaliz­ar el criminal aborto, no teniendo NADA que ver este homicidio fallido con el absolutori­o fallo del FALSO aborto espontáneo.

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COLABORADO­RA DE LA PRENSA GRÁFICA

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