En el Día de los Reyes
Decía el papa Francisco en una de sus homilías: ”«Lumen requirunt lumine». Esta sugerente expresión de un himno litúrgico de la Epifanía se refiere a la experiencia de los Magos: siguiendo una luz, buscan la Luz. La estrella que aparece en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los lleva a buscar la gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente aquella luz que los ilumina interiormente y encuentran al Señor”.
En el recorrido que hacen los Magos de Oriente está simbolizado el destino de todo hombre: nuestra vida es un camino, iluminado por luces que nos permiten entrever el sendero, hasta encontrar la plenitud de la Verdad y del Amor, que nosotros, cristianos, reconocemos en Jesús, Luz del mundo.
Lo importante es estar atentos, vigilantes, escuchar a Dios que nos habla. Como dice la Sagrada Escritura, refiriéndose a la Ley del Señor: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, / luz en mi sendero». Sobre todo, escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo y convertirlo en alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su Amor.
Resuena, por boca del profeta Isaías, el llamado de Dios a Jerusalén: «¡Levántate, brilla!» Jerusalén está llamada a ser la ciudad de la luz, que refleja en el mundo la luz de Dios y ayuda a los hombres a seguir sus caminos. Esta es la vocación y la misión del Pueblo de Dios y de cada uno de nosotros en el mundo.
Herodes se muestra receloso e inquieto por el nacimiento de un frágil Niño, al que ve como un rival. En realidad, Jesús no ha venido a derrocarlo a él, sino al Príncipe de este mundo, al demonio.
Los Magos reemprendieron su camino y de pronto vieron nuevamente la estrella; y el Evangelio dice que se llenaron de «inmensa alegría».
Estos sabios venidos de Oriente nos enseñan a no caer en las acechanzas de las tinieblas y a defendernos de la oscuridad que pretende cubrir nuestra vida.
Ellos han protegido la fe. Pero la fe es una gracia, es un don. Y a nosotros nos corresponde protegerla con la oración, con el amor, con la caridad, como Jesús pide a sus discípulos: «Sean sagaces como serpientes y simples como palomas».
En esta fiesta de la Epifanía, que nos recuerda la manifestación de Jesús a la humanidad en el rostro de un Niño, sintamos cerca a los Magos, como sabios compañeros de camino.
Su ejemplo nos anima a levantar los ojos a la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentarnos con una vida mediocre, sino a dejarnos fascinar siempre por la bondad, la verdad, la belleza... por Dios, que es todo eso en modo siempre mayor.
Pidamos a Santa María Madre de Dios y madre nuestra y a los Santos Reyes Magos que nos consigan del Señor la gracia de estar siempre muy cerca de Jesús y de todas las personas, a las que debemos querer y acercar a Dios con el ejemplo de nuestra vida y con nuestra palabra oportuna, al oído de nuestros amigos que tanto necesitan para entender lo que quiere Dios de ellos.