Solemnidad Bautismo del Señor. Feria. San Lucas 3. 15-16. 21-22.
Con tu bautismo Señor, cerramos este período litúrgico en el que te hemos acompañado durante estas semanas de Navidad. Tu nacimiento sencillo, manifestación de Dios a los pastores. La epifanía, manifestación del hijo de Dios a los pueblos gentiles, no judíos, a los reyes de otros lugares; hoy vemos una nueva manifestación, y esta se realiza a través de tu bautismo, Jesús cuyo símbolo es el agua, agua que trae al espíritu de Dios y llena el alma. Período de epifanías y teofanías. Diversas manifestaciones que nos invitan también a nosotros a ver esa presencia de Dios en ti, ¡oh! Cristo.
El evangelio nos cuenta, Señor, que todos creían que Juan era el Mesías, pero él aclara que no. Los sacó de dudas diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”. Jesús, vienes con el poder del Espíritu Santo a bautizar con el agua y espíritu, pues como bien le dijiste a Nicodemos, quien no nace del agua y del espíritu no puede ver el reino de los cielos; es necesario este bautismo del espíritu.
Acto seguido te bautizaste, quisiste ser consagrado en este río por las señales del cielo. Jesús, naces por señales sagradas; el día 24 de diciembre naces entre los hombres, por eso podemos decir que hoy es como un nuevo nacimiento.
El Día de Navidad eres generado por la Virgen María. José y María se proclaman tus padres. María en aquel día te acaricia en sus brazos.
Hoy Dios, tu Padre, es quien te envuelve con su voz diciendo: Este es mi hijo amado, en el cual tengo mis complacencias, escúchenlo. María te presenta a los magos para que te adoren, el Padre te presenta a las naciones para que te reverencien y te imiten.
Este día nos da pie para reflexionar sobre el don de nuestro bautismo. ¿Sabemos lo que hizo el bautismo en nosotros? Por él, Dios nos reconoce como hijos suyos y transforma nuestra existencia en una historia de amor con él. Dios establece una alianza con nosotros y nos ofrece su vida y su paz.
El bautismo es el más bello de los dones de Dios, pues nos invita a convertirnos en discípulos del Señor. Nos hace entrar en la intimidad con Dios, en la vida trinitaria, desde hoy y por toda la eternidad.