La meditación y el estrés
Un amplio estudio ha estado investigando cuánta fibra tenemos que comer realmente y descubrió que trae grandes beneficios para la salud. Este alimento reduce las posibilidades de sufrir infartos y derrames cerebrales debilitadores, así como males crónicos como la diabetes tipo 2.
Por qué buscamos problemas donde realmente no los hay? ¿Por qué, además, cargamos muchas veces con los problemas de los demás? Y encima, ¿por qué cuando realmente aparece un problema nos asustamos e intentamos evitarlo?
Según Lamentemaravillosa.es las personas somos complicadas por naturaleza, y unas más que otras. "Dentro de cada uno de nosotros llevamos una mochila en la que pesan los recuerdos, las experiencias, la educación que hemos recibido... y muchas veces a la larga nos perjudican y nos crean prejuicios y problemas donde realmente no los hay", explica el sitio.
Pero, además, lo más curioso de todo es que cuando llega un problema de verdad, por pequeño que este sea, tendemos a huir de él y nos da hasta miedo.
Poco a poco los pensamientos no nos dejan vivir, están dando vueltas y más vueltas en nuestra cabeza, martillando, lastimosamente para mal nuestros pensamientos, incluso hay personas que sufren de insomnio pensando en lo que dejaron de hacer, decir o lo que no les dijo su pareja o su compañero de trabajo, porque se idealiza demasiado la reacción de la otra persona hacía algo que se hace. "Empezamos a entrar en una espiral en la que vivimos más para nuestra mente que para nuestra vida real", razona este sitio Aclara tus diferencias con los demás* Si tienes problemas con alguien, si has tenido un malentendido y no dejas de darle vueltas a la cabeza, lo mejor es que hables con esa persona. Una de las claves para esto es aprender que todos somos diferentes, unos con otros y, de alguna manera, todos nos complementamos. Debes aprender a aceptar a las personas tal y como son. Recuerda que no somos nadie para imponer nuestra visión a los demás y mucho menos para exigirles que sean como tú quieres que sean. Podrías estar muy equivocado.
Al despertar, empieza a pensar frases positivas que te sirvan de inspiración durante tu día: “no puedo estar siempre preocupado por cosas que no merecen la pena”, “la vida no es eterna, no puedo seguir así”. Busca las que más se encuentren en sintonía contigo y repítelas en tu interior con frecuencia. Verás que te ayudarán a sentirte mejor.
Complicarse la vida es, a veces, muy sencillo. Y lo peor es que no siempre somos conscientes de esto y lo hacemos de manera completamente innecesaria, según Mihogarnatura.com.
SALVADOR CHOUSSY GARCÍA PRIETO Maestro certificado de meditación, posgrado en Ciencia de la Felicidad y Psicología Positiva
especializado en temas sicológicos.
Lastimosamente, este tipo de actitudes y acciones son cada día más frecuentes, y es por eso, que ahora que inicia este 2019, es momento justo de poner manos a la obra para reducir esta situación que en lugar de sumar, le resta a tu vida. ¡Ya es hora de dejar de complicarte por pequeñas cosas!
¿CÓMO DEJAR DE COMPLICARTE?
Podemos entrenar poco a poco nuestra mente, igual que entrenamos nuestros músculos. Recuerda que en la vida unas veces se gana y otras se pierde. Pero lo principal es reconocer tus errores sin martirizarte y ríete de ti mismo, cuando sea oportuno. Aprende de tus errores y continúa el camino. En la entrega anterior analizamos cómo la meditación puede permitirnos romper la impulsividad física y psicológica al proporcionarnos una pausa entre pensamiento y reacción que nos permite poder tomar la decisión más productiva, considerando todas las opciones que tenemos de cara a una situación específica.
Para comprender cómo funciona, debemos partir de un supuesto: la principal prioridad de nuestro cerebro es mantener la vida y la integridad física del individuo.
Nuestro aparato cognitivo, desde una perspectiva evolutiva, ha sido moldeado para funcionar eminentemente a la defensiva. Hasta hace unos siglos, los avances científicos y médicos eran escasos y, por ende, la expectativa de vida era sustancialmente más corta. Existían animales salvajes y enfermedades desconocidas que prácticamente a diario representaban un verdadero peligro a la vida. El cerebro, entonces, por miles de años trabajó en fortalecer todas las funciones orientadas a lograr la sobrevivencia de la persona.
Esta función defensiva se tradujo en la creación de un modo de emergencia de fácil acceso a través del cual nuestro cerebro puede, al percibir una amenaza en nuestro entorno, girar instrucciones a nuestro sistema nervioso para que este enfoque todas sus funciones y su energía en afrontar adecuadamente el peligro.
Cuando el modo de emergencia está activo, todas las regiones cerebrales que están a cargo del proceso cognitivo racional normal pasan a un segundo plano: lo único que importa es sobrevivir. Los modales, las buenas costumbres, la ética y los valores pasan a un segundo plano y surge la impulsividad y el descontrol.
Para abordar adecuadamente el peligro, nuestro sistema nervioso descarga en nuestro cuerpo químicos y hormonas que sirven como herramientas para alejarnos del peligro.
Aparece el estrés como mecanismo de autoconservación.
Todo esto funciona de maravilla siempre y cuando exista en nuestro entorno un peligro real a nuestra integridad.
En la próxima entrega veremos cómo el modo de emergencia, más veces de las que quisiéramos, no funciona adecuadamente, los daños físicos y psicológicos en que esto se traduce y cómo puede la meditación ayudarnos a regular el problema.