Es imperioso abrirse a los entendimientos en todos los órdenes de la vida nacional para que el país funcione
LA ADMINISTRACIÓN QUE ENTRARÁ EN FUNCIONES DENTRO DE MENOS DE CUATRO MESES DEBERÁ MOVERSE DESDE EL PRIMER DÍA CONFORME A DOS PRINCIPIOS ESENCIALES: SENSATEZ Y REALISMO.
La conflictividad política se multiplica en los tiempos actuales de una manera que por momentos llega a ser incontrolable. Esta es una realidad muy propia de esta época, en la que fenómenos como la globalización van siendo cada vez más determinantes de todo lo que pasa. Vivimos en un mundo crecientemente intercomunicado, y eso determina efectos contrastantes: por un lado, el hecho de que los seres humanos que nos movemos en el mundo de hoy tengamos prácticamente a la mano a toda hora el conocimiento de lo que pasa por doquier; y por otro lado, el flujo de resistencias que la diversidad de las percepciones y los enfoques que tal situación trae consigo.
En esta coyuntura de convivencia global inevitable hay que aprender a comunicarse conforme a los nuevos esquemas de vida, y esto lo abarca todo, incluyendo desde luego lo social y lo político. En tal sentido, la capacidad de establecer vínculos de coordinación y de interacción entre los distintos sujetos que se mueven en el escenario nacional se vuelve un requisito de funcionalidad política, social y económica que debe ser atendido sin demora. En ese orden, los métodos de comunicación son vitales, y entre ellos el diálogo es el instrumento principal, porque es lo que permite ir construyendo puentes y desplegando salidas hacia las soluciones que ya no pueden esperar. Pero aquí hay que subrayar que se trata del diálogo como mecanismo conductor hacia acuerdos pertinentes y sostenibles, no como lo que se ha tenido hasta la fecha: simulacros de acercamiento que no dejan nada sustantivo y real.
El Salvador está entrando en una nueva fase de su desarrollo institucional, y eso se grafica de modo más que notorio luego del proceso electoral que acabamos de vivir y de los resultados del mismo. De resultas de ello, la Administración que entrará en funciones dentro de menos de cuatro meses deberá moverse desde el primer día conforme a dos principios esenciales: sensatez y realismo. Y no será posible funcionar de veras sin poner en práctica las eficientes dinámicas del entendimiento entre las más diversas fuerzas y entidades nacionales.
La verdad es que lo que viene es una prueba de fondo para todos los actores que están sobre el escenario nacional, y particularmente para los actores políticos. Lo que acabamos de ver en las elecciones es que la ciudadanía se halla cada vez menos dispuesta a dar cheques en blanco. Por consiguiente, hoy todos están bajo la lupa, tanto los perdedores como el ganador.
Pese a todas esas expectativas novedosas y desafiantes, el ambiente se encuentra reveladoramente tranquilo, a la espera de lo que traerá el día a día sucesivo. Eso debe comprometernos a todos a hacer lo que a cada quien corresponde de la mejor manera posible teniendo como brújula compartida lo que más le conviene al conjunto de los salvadoreños.
Ya está comprobado sin necesidad de más argumentos que la confrontación sistemática sólo conduce al desgaste y al estancamiento, y los que la promueven resultan siempre muy afectados. Hay que dar un salto de calidad para salir adelante.