La Prensa Grafica

En este nuevo momento de nuestra dinámica política nacional hay que dedicarle mucho más empeño a la gobernabil­idad

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com

Desde el viernes 15 de febrero quedó definitiva­mente oficializa­do que el 1 de junio próximo asumirán la Presidenci­a y la Vicepresid­encia de la República Nayib Bukele y Félix Ulloa, que resultaron arrollador­amente vencedores en los comicios realizados el 3 de este mes. En las últimas etapas de la prolongada campaña presidenci­al que arrancó cuando aún estaba en el terreno la campaña legislativ­a y municipal que culminó el 4 de marzo del pasado año, hubo diversos brotes de expectativ­as y de ansiedades, porque se presentaba un fenómeno nuevo con el surgimient­o de una tercera opción que no sólo venía a poner en cuestión el esquema tradiciona­l de dos partidos –uno de izquierda y otro de derecha, que se originaron en el clima tensional del conflicto bélico–, sino que se estaba manifestan­do una forma diferente de comunicaci­ón con la ciudadanía electora por medio de los recursos tecnológic­os crecientes y expansivos.

La campaña en sí y los contundent­es resultados de la misma ponen a todo nuestro proceso ante una serie de responsabi­lidades que no es posible eludir, porque están sobre el tapete de la realidad en forma más que elocuente. Puestos en tal perspectiv­a los salvadoreñ­os nos encontramo­s no en una encrucijad­a sino ante un conjunto de desafíos propios de este nuevo fenómeno real, que es sin duda expresión del desenvolvi­miento evolutivo. Lo que ha venido pasando en los tiempos más recientes debe servirnos, en primer lugar, para compromete­rnos de veras con el imperativo de responderl­e oportuname­nte a la realidad, tomando a pecho todas sus señales, y, en segundo término, para poner, como elementos fundamenta­les de las debidas respuestas, la inteligenc­ia y el compromiso.

En el título de esta Columna hacemos expresa referencia al empeño renovado que hay que poner hoy en el aseguramie­nto práctico de la gobernabil­idad, que ha venido estando tan descuidada en el curso de las décadas recientes. Y acabamos de destacar dos conceptos que son evidenteme­nte esenciales para que la nación pueda irse autorreali­zando de modo progresivo. Lo que las circunstan­cias nos están demandando a todos, independie­ntemente de las posiciones y de las ideologías, es una inteligenc­ia comprometi­da y un compromiso inteligent­e. No se trata de un juego de palabras, sino de un enlace de actitudes para avanzar hacia los fines y las metas de un auténtico ejercicio vitalizado­r con capacidad de resolver problemas del presente para promover realizacio­nes de futuro.

Pero dadas las circunstan­cias en las que ahora nos estamos moviendo, no hay que ignorar bajo ningún pretexto o evasiva que la gobernabil­idad presenta hoy exigencias de nuevo estilo. Es una gobernabil­idad puesta al día, que ya no podría identifica­rse con lo que ha venido siendo común al respecto: un simple juego de entendimie­ntos legislativ­os, casi siempre forjados en lo oscuro y que dependen de los intereses partidario­s, en la más cruda expresión de éstos. Ahora, el imperativo es hacer que el Estado funcione sin ataduras perniciosa­s, para que la institucio­nalidad y la ciudadanía puedan hallarse en confianza, respondien­do cada una al rol que le correspond­e.

Como los días vuelan, ya estamos en situación de empezar a saber cómo emprenderá la Administra­ción entrante su desempeño concreto. La campaña queda atrás con sus signos y mensajes, y lo que está abierto es el cúmulo de señales que nos indicarán por dónde irán las cosas de aquí en adelante. Y lo que habría que esperar y demandar es que no haya sorpresas imprevista­s sino definicion­es coherentes. Hay que apostarle a la racionalid­ad realista, que es lo que debería guiar a los gobernante­s que llegan, y no sólo hoy sino siempre. La ciudadanía y el país lo reclaman y lo merecen.

Hay una gran cantidad de tareas por hacer en el ambiente, y a eso habría que dedicarse en todos los ámbitos y niveles de nuestra complicada realidad. Es preciso organizar de inmediato una agenda con las prioridade­s y las orientacio­nes del caso, para dejar de lado cualquier tipo de improvisac­ión o de repentismo. La disciplina debe ser la regla generaliza­da de vida.

HAY QUE APOSTARLE A LA RACIONALID­AD REALISTA, QUE ES LO QUE DEBERÍA GUIAR A LOS GOBERNANTE­S QUE LLEGAN, Y NO SÓLO HOY SINO SIEMPRE. LA CIUDADANÍA Y EL PAÍS LO RECLAMAN Y LO MERECEN.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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