ANDA promete mejorar servicio en Antiguo Cuscatlán
Un nuevo pozo en la zona fue inaugurado ayer con el apoyo de la empresa Walmart.
La Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA) habilitó un nuevo pozo en la planta de bombeo La Sultana, ubicada en Antiguo Cuscatlán, La Libertad. Con esto esperan mejorar el servicio a cerca de 6,000 usuarios de dicho municipio y otras zonas aledañas. El presidente de ANDA, Felipe Rivas, dijo que esta obra forma parte de la estrategia para mejorar el suministro del Área Metropolitana de San Salvador (AMSS). El funcionario detalló que los trabajos consisten en la perforación de un pozo y su equipamiento electromecánico. Agregó que la empresa Walmart dio un aporte en este proyecto como parte de la compensación por la factibilidad otorgada a la construcción de su sucursal en Santa Elena.
“Este trabajo surgió a raíz de la construcción de Walmart Santa Elena. La parte que a nosotros nos correspondió para poder colaborar fue de una inversión de más de $110,000, y aportamos la instalación de un sistema de rebombeo”, afirmó la subdirectora regional de Apoyo al Crecimiento de Walmart, Claudia de Ibáñez.
Rivas comentó que con este pozo aumentará el caudal del sistema El Desvío, que está ubicado en la zona conocida como El Trébol, en Ciudad Merliot, que abastece a ese sector. “También permitirá la limpieza de tres pozos más en la planta La Sultana, que mejorará el servicio de la colonia con el mismo nombre, colonia Lomas de San Francisco y sectores cercanos”, agregó.
Aseguró que también están trabajando para mejorar el servicio de agua potable, con la instalación de un nuevo sistema de tuberías en la resi- dencial Loma Linda, urbanización Lomas de Versalles, residencial Santo Domingo y colonia Rubio (en la zona alta del estadio Cuscatlán).
Rivas señaló que el AMMS se encuentra en una situación en que la cantidad de lluvia recibida en los últimos años no es la adecuada para mantener y lograr la infiltración necesaria en los mantos acuíferos.
“Además de esto, hemos tenido una serie de sequías consecutivas. Ante esto, nuestros pozos han bajado entre 1.5 y 2 metros. En algunas zonas del oriente del país y en Chalatenango han bajado hasta 5 metros”, complementó. No es de extrañar que el acontecer hace que nuestra convivencia social vaya volviéndose cada vez más desajustada y desafinada. Es como si estuviéramos sumergidos en un concierto sin partituras y por consiguiente a merced de todas las vibraciones imaginables. La turbulencia hace, entonces, que haya tantos sonidos inconexos, tantas resonancias fuera de control, tantos silencios repentinos, tantas pulsaciones inquietantes, tantos ecos indescifrables... Avanzar mientras todo eso se da a nuestro alrededor es a diario una aventura inquietante en el sentido menos animoso de dicho término. De pronto, surge la tentación de hacer un alto en el camino; pero eso no resulta, porque somos seres en movimiento permanente, más allá de lo que pueda sugerirnos lo que hoy nos rodea.
En tales circunstancias, que no dependen fundamentalmente de nosotros, los habitantes de esta hora, sí nos corresponde incidir más que nunca en nuestra suerte personal como miembros de un conglomerado social. Las dos magnitudes, la individual y la colectiva, se juntan a la expectativa de lo que cada uno de nosotros decida y haga por su cuenta. Y por ello es más determinante que en ningún otro momento el reconsiderar los componentes educativos desde el comienzo hasta el fin de la vida. Somos lo que nos han enseñado a ser y lo que hemos aprendido a ser. La familia, la escuela y la sociedad son las tres maestras por excelencia, y a ellas hay que agregar la moralidad y la espiritualidad como ordenadoras del conjunto.
Encabezamos esta Columna con una especie de mandato integrador: aprender a vivir y no simplemente a sobrevivir; y esto lo decimos queriendo significar que no tan sólo es cuestión de ir transitando etapas temporales, como si fuéramos máquinas programadas, sino de hacernos partícipes cotidianos de la multiplicidad de oportunidades que están a nuestra disposición siempre que seamos capaces de identificarlas y de asumirlas. Es un acontecer constructivo, como si fuéramos arquitectos y artesanos al mismo tiempo y de manera integrada en todas las dimensiones de la existencia.
En esa perspectiva, vivir tiene un componente de trascendencia que va mucho más allá del mero tránsito mecánico por las distintas estaciones del calendario. Puestos en esa dimensión, lo que nos corresponde es tomar conciencia de la vida como un proyecto que depende en gran medida de lo que queramos hacer de él. Vivir es, entonces, una apuesta íntimamente consciente, que se fundamenta en la decisión de ir más allá de mero estar aquí, poniendo en ello todas las energías que están a nuestra disposición y a nuestro alcance, tanto en el interior como en el exterior de la persona individualizada.
Vivir, pues, es sinónimo de desplegar la propia identidad; sobrevivir es sinónimo de conservarse en vida. Ambas son funciones íntimamente complementarias, cada una con su respectiva agenda y su consecuente proyección. El sistema nacional tendría que responsabilizarse de garantizar a cabalidad esas dos funciones, de tal manera que cada persona pueda contar con los insumos materiales y anímicos para desarrollarse sin obstáculos ni carencias.
En tal sentido, hay que hacer las remodelaciones estructurales y coyunturales del caso, para que los tres actores que antes mencionábamos –familia, escuela y sociedad– estén capacitados en todo momento para ir por delante de las exigencias de la realidad, que se transforma a cada paso.
Tanto la vida como la supervivencia demandan atención permanente, y hay que prestarla en la magnitud requerida. Y en ninguna circunstancia habría que perder de vista que lo humano está siempre en el centro de todo lo demás.
“La lluvia de los últimos años no es la adecuada para lograr la infiltración necesaria en los mantos acuíferos”. FELIPE RIVAS, PRESIDENTE DE ANDA