La Prensa Grafica

Exinvestig­adora pone demanda contra PNC

Considera que policías manipularo­n escenario del tiroteo en el que falleció su hijo, ocurrido en San Julián.

- Miguel Marroquín departamen­tos@laprensagr­afica.com

Te estoy avisando solo porque sos camarada”. Esa fue la respuesta que recibió Ana Flores en una llamada a su celular luego de preguntar bajo qué circunstan­cias murió su hijo, un adolescent­e de 14 años, la noche del 27 de octubre de 2017. Durante nueve años Flores fue miembro de la Policía Nacional Civil (PNC). Los últimos cuatro formó parte del Departamen­to de Investigac­iones en Ahuachapán, donde recibió diversos cursos, incluyendo los de procesamie­nto de escenas de homicidios e inspección corporal de cadáveres.

El confuso hecho en el que murió el hijo mayor de la exagente sucedió en el caserío El Olvido del cantón Los Lagartos, municipio de San Julián, en Sonsonate. Hasta ese lugar había llegado Erwin Ernesto C., de 14 años de edad, para despedirse de sus familiares debido a que en diciembre de ese año viajaría a Estados Unidos, huyendo de las pandillas que desde hace varios meses lo acechaban para que se integrara a estos grupos criminales que delinquen en Atiquizaya, Ahuachapán, a lo que el joven se había negado.

De acuerdo con la informació­n policial, en horas de la tarde de ese día un grupo de agentes de la Policía Rural llegó hasta el referido caserío y se enfrentaro­n a tiros con pandillero­s. El resultado fue un supuesto delincuent­e muerto. El cadáver del adolescent­e quedó en el patio de una vivienda, boca abajo y con una pistola calibre .38 milímetros en uno de sus costados.

Inicialmen­te el joven no fue identifica­do, a pesar de que los familiares brindaron la identidad y un carnet del menor de edad a la PNC, explicó Flores. “No comprendo por qué a pesar que existiera la identidad que fue proporcion­ada por mis familiares y hasta un carnet de minoría, la Policía y Fiscalía lo levantaron como no identifica­do y así lo llevaron hasta Medicina Legal”, contó la exinvestig­adora.

Aseguró que cuando le entregaron el cadáver de su hijo pudo observar los orificios de entrada y salida de las balas, las que no concordaba­n con lo descrito en acta.

Al notar ciertas irregulari­dades, inició su propia averiguaci­ón comenzando a recabar informació­n con residentes en el caserío.

Llegó a la conclusión de que los agentes habían fabricado el escenario para que pareciera que la muerte de Erwin Ernesto fue en un tiroteo. Antes de marcharse a Estados Unidos por las amenazas recibidas, decidió interponer una denuncia en la Unidad de Delitos Relativos a la Administra­ción de Justicia y Fe Pública de la Fiscalía en Santa Ana.

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Heridas. De acuerdo con la inspección realizada por Flores, dos de los disparos impactaron en la espalda, uno más en la pierna, otro en el glúteo y otro en costillas.
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Resultado. El trabajo comunitari­o hizo que se denunciara al grupo de pandillero­s reunidos.

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