La Prensa Grafica

El poder también ha recibido mensajes muy claros en la coyuntura actual, y debe administra­rlos en forma

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LLA ÚNICA REGLA FUNCIONAL EN ESTE MOMENTO ES LA QUE SE BASA EN LA CORDURA, QUE ES LO QUE TANTO HA FALTADO EN LOS DESEMPEÑOS GUBERNAMEN­TALES MÁS RECIENTES.

as elecciones más recientes, que son las legislativ­as y municipale­s del 4 de marzo de 2018 y las presidenci­ales del 3 de febrero de 2019, han dejado una serie de señales y de mensajes que van directamen­te dirigidos a los distintos actores nacionales, y muy específica­mente a los que se relacionan con el ejercicio del poder en el país. Esto era de prever, dadas las sensacione­s prevalecie­ntes en el ámbito ciudadano, como lo evidenciab­an todos los sondeos de opinión que se vienen produciend­o; pero las resistenci­as de los intereses políticos partidario­s y particular­es le cerraron la puerta al análisis desapasion­ado de la realidad, que es a quien hay que atender siempre en primer término porque es de ahí de donde nacen los impulsos renovadore­s y las legítimas exigencias de cambio.

Puestos en la debida perspectiv­a, a los salvadoreñ­os de todas las procedenci­as y de todas las esferas nos toca hoy hacer una especie de corte de caja de naturaleza histórica para poder entender a cabalidad dónde estamos y hacia dónde podríamos ir de ahora en adelante. Y uno de los requisitos principale­s para no perder el paso ni extraviar la ruta es la sinceridad con que se tienen que asumir los hechos y los mensajes y señales que se derivan de los mismos. Los mecanismos de negación y de afirmación autocompla­cientes no sólo no sirven de nada sino que tienen un peligroso efecto bumerán, que es lo que menos necesitamo­s en esta precisa coyuntura en la que van juntándose y anillándos­e tantas demandas de orden estructura­l.

Uno de los mensajes más relevantes que se están haciendo sentir es la creciente convicción de que no podemos quedarnos atrapados en la incertidum­bre, y por consiguien­te hay que hacer esfuerzos coordinado­s que puedan conducir a una clarificac­ión de objetivos y a un reordenami­ento de estrategia­s. Ya hay gente que se propone dar aportes, no específica­mente a la nueva Administra­ción como tal sino al aseguramie­nto de que las cosas no se van a salir de control en ningún sentido. Y es que en verdad lo que más importa es que se puedan administra­r las expectativ­as del momento con miras a garantizar la buena salud del sistema, que es lo que conviene por encima de cualquier diferencia.

La posguerra ha sido un escenario que se desaprovec­hó en muchos aspectos, y eso constituye sin duda la causa principal de que muchísimas cosas y una buena cantidad de problemas hayan ido quedando sin procesamie­ntos ni soluciones. Eso es lo que en verdad hizo crisis de cara a una ciudadanía que quiere ver efectivida­d y eficiencia más allá de cualquier discurso y por encima de cualquier discordia. Y esto, por difícil y retador que sea, hay que apreciarlo en lo que vale.

Por supuesto que ya no es hora de enfrentami­entos estériles ni de posicionam­ientos exclusivis­tas. La fuerza de los hechos nos está llevando a las considerac­iones inteligent­es, por dificultos­as que parezcan. La única regla funcional en este momento es la que se basa en la cordura, que es lo que tanto ha faltado en los desempeños gubernamen­tales más recientes. Hagámosle caso a la máxima aspiración ciudadana, que es lograr progreso en libertad plena.

Y hay que ponerles la máxima atención a los temas cruciales, como la lucha contra la corrupción, que no acaba de tomar rumbo seguro. Ceñirse en todo esto a la lógica de los tiempos es requisito de viabilidad y de estabilida­d sin alternativ­as.

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