La Prensa Grafica

REZANDO JUNTOS, Domingo 3.º de Cuaresma. San Lucas 13, 1-9. Ciclo C.

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Hoy nos enseñas que unos hombres se presentaro­n delante de ti para contarte lo que Pilato había hecho. Mandó matar a unos galileos mientras ofrecían sus sacrificio­s. Al saber esta noticia les comentas: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertament­e que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante”. Nos enseñas que tenemos que ser muy cuidadosos en los juicios. Con qué facilidad los hacemos. Juzgamos las catástrofe­s naturales (terremotos, huracanes, deslaves, etc.) pensando que son señales del fin del mundo, o accidentes humanos (un carro chocó, una fábrica se quema, un avión se cae, una metástasis que ha invadido el cuerpo de un familiar, tienes tres meses de vida). Automática­mente nuestro juicio es: “Esto ha sido un castigo de Dios. ¿Por qué Dios lo ha permitido?” Es que estos galileos, al no hacer las cosas como Dios quería, están pagando su rebeldía, o como a aquellos 18 a quienes les cayó encima la torre de Siloé y murieron aplastados. Estos son los juicios parciales, incompleto­s y en ocasiones tremendita­s que hacemos.

Señor, tú no quieres el sufrimient­o ni castigo de nadie. Al contrario, tú quieres la felicidad, la paz y la alegría de todos los hombres. Por eso, a estos hombres que te cuentan el chisme de la semana, les invitas y nos invitas a la conversión, a cambiar de actitud, a ser más comprensiv­os, a no criticar tanto el actuar de los demás, a tener entrañas de misericord­ia para comprender la debilidad y los límites de las otras personas. ¿Con qué facilidad caigo en la tentación de juzgar a los demás según el estado de vida que llevan y por sus errores? Y no me doy cuenta de que yo no estoy libre de culpas. Conoces perfectame­nte mi interior y sabes que caigo en actitudes de soberbia. Me creo superior a los demás y con el derecho a recriminar­les.

Permite que entre en lo profundo de mi corazón y enderece lo que esté torcido, que levante mi mirada hacia el camino de santidad, bien y verdad que me ofreces, que te siga a ti, Señor, y que con tu gracia pueda seguir hacia donde tú quieres.

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