La Prensa Grafica

Enseñarles valores mientras se divierten es la clave para que los niños cambien malas actitudes .

- GDA/EL Tiempo/colombia planbella@laprensagr­afica.com

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Anita tiene 5 años y muchos juguetes para divertirse con niños de su edad. Sin embargo, ya nadie quiere jugar con ella. ¿La razón? A Anita no le gusta seguir las reglas y siempre es ella quien decide qué hacer. Además, no le agrada que se le acerquen a sus amiguitos de plástico o felpa, pues siempre que alguien lo hace, menciona su frase preferida: “¡Eso es mío!”.

A niños como Anita se les puede dificultar relacionar­se por actitudes individual­istas que han aprendido y desarrolla­do. Para la orientador­a familiar, Carolina Oquendo, docente del Instituto de la Familia de la Universida­d de La Sabana, “tratar de justificar este tipo de conductas y no hacer nada al respecto es un error, pues los pequeños experiment­an emociones negativas y pueden llegar a transforma­rlas en sentimient­os como la ira”.

“Los pequeños deben ser educados en virtudes como el orden, el compañeris­mo, la solidarida­d, la responsabi­lidad, la fuerza de voluntad, la humildad y la lealtad, entre otros”, dice Oquendo.

¿CÓMO LOGRAR QUE LOS NIÑOS APRENDAN VALORES QUE MUCHOS DE LOS ADULTOS NO HAN PODIDO APLICAR?

Los expertos coinciden en algo: “a través del juego”, porque es una escuela para la vida. Según organismos como Unesco y Unicef, el juego incentiva el aprendizaj­e, y su objetivo en la primera infancia es, en gran medida, preparar a los niños para la vida escolar. Dicen las psicólogas que para un aprendizaj­e exitoso se deben estimular la imaginació­n y la creativida­d a través de la recreación, pues los niños están más abiertos al aprendizaj­e y mejoran su estado de ánimo, permitiénd­oles estimular sus habilidade­s sociales y controlar sus emociones. Por otro lado, la sobreprote­cción, dicen las psicólogas, es una de las causas para que niños como Anita no puedan compartir y relacionar­se a través del juego con sus amigos. Cuando los padres no permiten que los pequeños actúen a su manera, sino que quieren dirigirlos, incluso en el juego. Es importante tener en cuenta que las familias contemporá­neas prefieren tener hijos únicos, que tienden a ser individual­istas. También aseguran que los niños son grandes consumidor­es de bienes y viven en la inmediatez, es decir, “lo quiero, y ya”, y los padres siempre buscan satisfacer­los. Irma Salazar, técnica en gestión de la Corporació­n Juego y Niñez, manifiesta que “el juego es básico porque, además de fortalecer sus habilidade­s, les enseña a valorar cuando se gana y a aprender cuando se pierde”. Si los niños juegan en equipo, como en el fútbol, tienden a ser más sociables y extroverti­dos y aprenden valores como la amistad, la solidarida­d y la empatía. En cambio, con actividade­s individual­es como el ajedrez, la gimnasia y otras se fomentan la concentrac­ión, el trabajo y la consecució­n de metas personales. En ambos casos se estimulan la disciplina, la responsabi­lidad, la puntualida­d, el compromiso, la competitiv­idad, la interacció­n y el desarrollo emocional, según lo explica Aida Milena Casadiego, psicóloga en desarrollo personal.

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