Es vital para la estabilidad en todas sus expresiones que no haya connacionales excluidos o relegados
En nuestro caso nacional, una de las lecciones más patentes que se han puesto en evidencia a lo largo del tiempo es la que resulta de no haber puesto al servicio de la realidad las iniciativas pertinentes para corregir los desajustes sociales y para darle vigencia a la equidad como elemento estabilizador y vivificante. En tal sentido, se vuelve cada vez más ineludible tomar medidas que corrijan las diversas distorsiones que existen en lo referente al tratamiento de los derechos básicos de la población, a fin de que el país pueda entrar en una vía de atención real a las necesidades del ser humano, sin distingos de ninguna índole.
La ideologización del término “justicia social” ha provocado una distorsión mayor, que pone la cuestión en un nivel de lucha que viene conduciendo a callejones sin salida, en vez de habilitar aperturas que posibiliten pasar a planos donde la humanización logre transformar de veras las condiciones de vida. De lo que se trata en verdad es de hacer una revisión a fondo de las estructuras nacionales, no con la intención de ponerlas al servicio de ningún esquema ideológico o al servicio directo del autoritarismo o del populismo sino con el propósito de potenciar una forma de funcionamiento que fortalezca la convivencia y dinamice el progreso.
El tema que estamos tratando se halla directa y entrañablemente vinculado con el fomento de la paz social y con la activación de un sistema de oportunidades que esté puesto al servicio de todos los salvadoreños, sin dejar fuera a nadie. Lo que se debe proponer con un ejercicio de esa naturaleza es darles vida a todas las energías nacionales, poniéndolas en ruta hacia la realización plena, tanto individual como colectiva, con auténtica proyección a la vez realista y visionaria.
En este preciso momento de nuestra compleja evolución se hace más oportuno e ineludible que nunca que ningún salvadoreño, independientemente del lugar en que se encuentre y de la condición en la que se halle ubicado, se sienta marginado o desprotegido. Este es un requisito clave para que el
LA IDEOLOGIZACIÓN DEL TÉRMINO “JUSTICIA SOCIAL” HA PROVOCADO UNA DISTORSIÓN MAYOR, QUE PONE LA CUESTIÓN EN UN NIVEL DE LUCHA QUE VIENE CONDUCIENDO A CALLEJONES SIN SALIDA.
país en su conjunto vaya sentando bases de presente y habilitando perspectivas de futuro.
En todas partes se hacen oír las voces que exigen y reclaman igualdad sin sesgos y apertura de oportunidades sin barreras artificiosas. Vemos, por ejemplo, el intenso clamor que se esparció por diversos países con ocasión de celebrarse el Día Internacional de la Mujer el pasado 8 de marzo, como muestra viva de que las antiguas discriminaciones, que llegaron a tener oscura carta de ciudadanía, ya no pueden estar arropadas en el silencio y en la impunidad.
El avance real y verificable en estos campos constituye, desde luego, un proceso que debe ser estimulado y potenciado en el plano de los hechos y no sólo en el ámbito de los propósitos, porque el pernicioso hábito de dejar en palabras lo que se debe convertir en hechos ya hizo suficiente daño que se ha vuelto inocultable. Si por algo estamos con el agua al cuello es por haber permitido que eso sucediera.
Hay que apostarle con todo a la construcción de una sociedad que no esté marcada por fronteras interiores ni por invisibilizaciones tendenciosas. Para que El Salvador sea de veras pacífico tiene que moverse con absoluta apertura interior.