La Prensa Grafica

LAS AMENAZAS Y EL MIEDO A ROMPER EL SILENCIO

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Nury sufrió los abusos de su padre durante casi cuatro años. No podía decir nada por temor a morir y tuvo que callar por mucho tiempo, hasta que no soportó más. La primera vez que su padre abusó de ella rondaba los 11 años de edad y lo hizo una tarde mientras ella miraba la televisión. Le tocó los genitales. Con el pasar de los días las caricias se hacían más constantes en todo el cuerpo, hasta que un día su padre la penetró y le dijo que a partir de entonces sería su mujer. Nury cuenta que su padre era un pandillero retirado y que además era alcohólico. Golpeaba a su mamá y trabajaba informalme­nte cuando le salía algo, así que casi siempre pasaba en casa y encontraba el tiempo para abusar sexualment­e de ella. Recuerda que cuando cumplió 13 años ella comenzó a juntarse con amigos varones de su escuela, pero su padre era celoso y los corría. Le preguntaba si eran sus maridos y la amenazaba. “Un día me golpeó frente a mi mamá y ella intentó meterse. Casi la ahorca y luego agarró un corvo. Amenazó que nos mataría y que nos dejaría descuartiz­adas en la casa”, contó Nury en el proceso judicial contra Esteban, su padre. La joven confesó que sentía que su vida no tenía sentido y pensó en desaparece­r. Pero todo cambió cuando su madre tomó la decisión de que se fueran de la casa. Ella sintió alivió. Aun así, su padre encontró la forma de seguir abusando de ella. Llegaba a esperarla en la salida de la escuela y bajo amenazas se la llevaba a la casa y la violaba. Cuando cumplió los 15 años su maestra comenzó a notar que Nury presentaba síntomas raros. Siempre pasaba llorando y era muy apartada, así que decidió ayudarla. Fue en ese momento cuando la joven rompió el silencio y logró poner la denuncia contra su progenitor. Hoy su padre cumple una pena de 26 años y ocho meses de prisión por el delito de violación en menor e incapaz agravada continuada. Pero Nury todavía tiene miedo y malos recuerdos.

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