BILLIE EILISH,
la nueva heroína del pop adolescente
El pop en la era de Netflix, Apple Music o Spotify se mueve tan deprisa y compulsivamente que artistas con tres o cuatro álbumes en su haber ya suponen, a ojos del público más joven, productos caducos e incluso viejunos. El esperado y publicitado debut de la precoz Billie Eilish, con apenas 17 primaveras, llega con suficiente ímpetu y personalidad con “When We All Fall Asleep, Where Do We Go?”, bebe sin disimulo de discos como “Born to Die” o “Pure Heroine”, pero para los fans de la cantante californiana es probable que todas esas influencias pueden llegar a ser desconocidas. O lo que es peor:
una invitación al bochorno, como si pertenecieran a una película que no va con ellos ni les habla de tú a tú. Quemamos etapas a ritmo frenético, y el apetito voraz de novedades está adelantando a marchas forzadas las fechas de caducidad de los principales “hypes” de la actualidad.
PROPIA DEL MOMENTO
Perspicaz y, sobre todo, muy consciente de su momento, el primer álbum de Eilish es un digno reflejo musical del ahora. Global, urbano, sofisticado, de consumo fácil, con tantos altibajos como una “playlist”, desordenado, pero nada timorato. Una parte de su encanto se articula a partir del olfato de su productor, el también actor Finneas O’connell, a su vez hermano de la protagonista, que propone un envoltorio musical fino, con todo lo bueno y malo que esto conlleva: ramalazos de R&B moderno, “synthpop”, algo de trap, hip-hop, electrónica y pop ligero para una fórmula de corto recorrido, tan inapelable en el
impacto inmediato, en la primera escucha, como sospechosa en su proyección de futuro. Queda la duda de que pueda crecer y ganar lecturas y matices con el paso del tiempo, pero nadie ha dicho que la efervescencia tenga que ser mala o negativa.
El otro punto fuerte de “When We All Fall Asleep, Where Do We Go?” tiene que ver con el mundo interior de Eilish, reflejado en un abanico de letras que se mueve constantemente entre el humor negro, la tragedia, la angustia adolescente y la oscuridad autoparódica. Llama la atención que la nueva candidata a superestrella de la generación Z ofrezca una visión tan atormentada y desasosegante de su propia existencia, aunque el fenómeno no es nuevo, pues las turbulencias emocionales y el pesimismo empiezan a normalizarse en la música comercial de alcance masivo. Ella
misma ha declarado en alguna entrevista que es mejor no tomársela demasiado en serio, y el consejo tiene todo el sentido del mundo, en especial cuando suena impostada y sobreactuada. Aun así, su primer álbum es una sucesión de pensamientos poco halagüeños sobre las adicciones, el desamor y las obsesiones hilados con textos potentes y una voz privilegiada que le da brillo a su apuesta por un existencialismo adolescente para todos los públicos.
“El mundo es un lugar tenebroso. Yo no me he sentido feliz, así que ¿por qué tendría que hacer canciones felices? Una canción puede ser un refugio”. Billie Eilish, estrella de música pop “Me dicen que soy famosa y lo primero que hago es negarlo. ¡Calla! ¡No puede ser!... Pero sí, es cierto. Mi vida ha cambiado. Me asustan las cosas malas, no quiero tener una crisis como la de Britney Spears, porque la fama puede ser terrorífica. Pero a cambio podré dar un techo a mi familia”.