El Salvador debe moverse constructivamente hacia el futuro para que éste pueda funcionar como lo que es
La realidad actual muestra características sin precedentes en todas partes, y eso implica que los seres humanos de este momento nos hallemos abocados a un ejercicio ineludible de aprendizajes de toda índole, a partir del hecho de que la contemporaneidad se ha ido volviendo una escuela sin fronteras, que se recicla a diario en un dinamismo sin fin. El factor más determinante para que las cosas sean así es, sin duda, el hecho de que las comunicaciones se hayan vuelto globalmente instantáneas y sin fronteras, con lo cual todos, hasta en los más remotos rincones, tenemos el mundo a la mano con sólo tocar una tecla o activar un dispositivo. Y esto se vuelve a la vez, y en forma interactiva, un milagro y una trampa, según cómo se asuma y cómo se administre.
En consecuencia, las antiguas marginaciones, que ya parecían realidades petrificadas, se van volatilizando sin remedio. Para un país como el nuestro, tal situación es una especie de regalo providencial, y así debemos acogerla. Sobre la base de ello, los salvadoreños presentes nos hallamos inmersos en una realidad que sin perder sus raíces en la experiencia vivida se extiende cada vez más hacia la proyección por vivir. Y eso hace que en las actuales circunstancias necesitemos al mismo tiempo reafirmarnos intensivamente en lo que somos y abrirnos creativamente hacia lo que podemos ser. Una doble tarea de cuyos resultados cotidianos dependen tanto el presente como el futuro.
NECESITAMOS BUEN PRESENTE PARA QUE PUEDA HABER BUEN FUTURO. NO HAY CÓMO ESCAPAR DE ESE HILO DE RUTA, Y RECONOCER SIN RESERVAS QUE LAS COSAS AHORA MISMO SON ASÍ ES EL REQUISITO FUNDAMENTAL PARA DARLE SUSTENTO AL DESTINO DE TODOS, QUE SOMOS COMUNIDAD INDISOLUBLE, NOS GUSTE O NO.
Estamos ubicados, pues, en un cruce sin precedentes entre el presente y el futuro, y ambos, mucho más que nunca, están enlazados como fuerzas vivas y proactivas. La labor nacional, tanto desde la base social como desde el tejido institucional, tiene entonces que tener un componente básico: la perspectiva bien fundada. Necesitamos buen presente para que pueda haber buen futuro. No hay cómo escapar de ese hilo de ruta, y reconocer sin reservas que las cosas ahora mismo son así es el requisito fundamental para darle sustento al destino de todos, que somos comunidad indisoluble, nos guste o no.
El compromiso, pues, consiste básicamente en autorreconocernos en el tiempo para que el tiempo se comprometa con nosotros. Somos seres temporales con vocación de intemporalidad, y tal condición es la que hay que activar dentro de la comunidad nacional a la que pertenecemos; y hacerlo en todos los ámbitos: el político, el social, el económico, el cultural... A partir de dicha toma de conciencia habría que mover todas las voluntades nacionales hacia la consecución de un propósito de destino que no deje a nadie fuera. Ahí está la receta de la viabilidad integral e integradora.
Nada de esto debe ser visto como una labor de especialistas, aunque éstos siempre deben estar al servicio del proceso, ni como un tratamiento de connotaciones teóricas, aunque las ideas siempre tienen que estar a la mano. De lo que se trata es de activar con inteligencia práctica todas las energías disponibles en el ambiente, a fin de que la caravana hacia el futuro se halle debidamente alineada y aperada para que los avances lleven verdadera capacidad de ser transformadores.
Los salvadoreños nunca hemos tenido, como sociedad, vocación regresiva, y la mejor muestra de ello es que jamás ha prosperado aquí el mecanismo reeleccionista, que es la fórmula dictatorial por excelencia. Esto hay que aprovecharlo como un insumo histórico básico para darle a la modernización democratizadora la máxima seguridad posible en la ruta del progreso.
A estas alturas, nuestra realidad tiene acumulada suficiente experiencia para poder visualizarse a sí misma como un espacio propicio para las innovaciones puestas al día con los tiempos. Hacia ahí debemos apuntar sin vacilaciones ni demoras, para que nuestro proceso pueda ir habilitando más y más sustancia vivificante.
Que las incertidumbres y los obstáculos que se presentan en la ruta no produzcan ningún atasco intraspasable. Esa tendría que ser la consigna principal en este momento preciso de nuestra evolución hacia lo que queremos y podemos ser.
Conforme a la lógica de los tiempos, el futuro por venir ya está aquí, y por eso los tratamientos de presente y de futuro tienen que ser interactuantes.