Iglesia pide perdón por abuso sexual de cura
El sábado fue capturado un sacerdote, a quien acusan de agredir a una niña de seis años.
Desde ya, en nombre de la Iglesia, pido perdón a la víctima y su familia”, dijo ayer el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, al referirse a la detención del sacerdote guatemalteco José Venancio Boror Uz, acusado de agredir sexualmente a una niña de seis años de edad.
El sacerdote, de 62 años, fue detenido el sábado pasado afuera de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, en el barrio Lourdes, San Salvador.
La Policía Nacional Civil (PNC) informó que la víctima era miembro del coro de la iglesia y que Boror Uz aprovechaba que ella asistía sola a las actividades religiosas para agredirla. Además, suponen que la agresión fue continuada.
La captura fue realizada por orden de la Fiscalía General de la República, ya que la menor le contó a sus padres lo ocurrido y ellos denunciaron los hechos.
Monseñor Escobar también instó ayer a la familia de la víctima para que demanden a Boror Uz en la Iglesia y así pueda abrírsele un proceso interno, que tiene como primera medida la suspensión de las funciones como sacerdote.
PIDEN JUSTICIA
A un año del asesinato del sacerdote Wálter Osmir Vásquez, ayer el arzobispo Escobar pidió a las autoridades que el caso no quede impune.
Vásquez fue asesinado el 29 de marzo del año pasado en la comunidad Las Lajas del cantón Las Ventas, en Lolotique, San Miguel, cuando se dirigía a cumplir una misión religiosa.
Las autoridades todavía no dan avances de la investigación en el caso.
“Nos preocupa mucho, porque entonces, ¿dónde queda todo el discurso contra la impunidad? Sería este un crimen que se quedaría en la impunidad, igual que
“Desde ya, en nombre de la Iglesia, pido perdón a la víctima y su familia”. JOSÉ LUIS ESCOBAR, ARZOBISPO DE SAN SALVADOR
los anteriores. Se sumaría a la lista de obispos y sacerdotes asesinados durante el conflicto armado”, cuestionó el arzobispo de San Salvador.
Según Escobar, no saben nada sobre el caso y no piden que las autoridades les informen del proceso investigativo a la Iglesia, sino que lo hagan públicamente porque “todos tienen derecho a conocer la verdad”.
Señaló que “no puede ser” que pase lo mismo con las víctimas de masacres y otros delitos en el país, y por eso que desde la Iglesia constantemente piden que se investiguen los casos, se llegue a la verdad y que haya justicia. Cada año, la Semana Santa es un breve período en el que se hace propicia, más que en ningún otro momento del año, la recuperación de potencialidades y energías interiores, aunque la frivolidad creciente de los tiempos haga derivar hacia la mera distensión intrascendente. El componente religioso no debe ser dejado de lado en ninguna circunstancia, porque es una especie de elíxir revitalizante que pone al espíritu en trance a la vez depurativo y esperanzador. La Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo están aquí, mostrándonos las virtudes imperecederas del vivir a la vez sacrificado y transfigurado, en el sentido más puro y pleno de dichos términos.
Los seres humanos, independientemente de cuán soterradas se tengan las convicciones de evolución espiritual, no perdemos nunca la posibilidad de ir al desentierro de las mismas para convertirlas en ejercicios de vida. Y cuando las circunstancias externas son tan complicadas y adversas como ocurre en esta precisa etapa de nuestro desempeño psicopolítico y socieconómico, el contar con todos los recursos espirituales e intelectuales que puedan estar a nuestro alcance constituye una especie de puente colgante entre los peñascos áridos de la inviabilidad y los arriates fértiles de la realización.
En estos días, pues, hay que aprovechar la atmósfera en la que circulan tantos estímulos para la distensión inspiradora no sólo para el recreo superficial sino también, y muy prioritariamente, para ir al encuentro de los motivos que nos comunican directamente con las fuentes del propio espíritu. No tiene por qué ser un ejercicio de reclusión: bien puede animarse como una toma de conciencia viva entre los múltiples estímulos de la cotidianidad poblada de distensiones. El espíritu también es caminante aventurero.
La misma atmósfera climática que impera en nuestro país en los días de Semana Santa, con cielos brumosos, espesuras cálidas y algunas lluvias que llegan y pasan como si anduvieran en tránsito, nos invita a cualquier expresión de recogimiento, que no tiene que ser necesariamente devota pero sí debería tratar de conectar la luz interna con el aire externo. Detengámonos al menos un instante a repasar todos estos motivos para descubrirle al momento su vibración gratificante.
La experiencia personal de la Semana Santa es algo muy propio de cada quien, y así hay que preservarlo y revivirlo. En lo que a mí corresponde, nunca olvidaré aquellos días de estas fechas en los espacios naturales de la finca y de sus entornos, donde yo pasé largos períodos de mi infancia. Había un recogimiento tan especial que se convertía a diario en ceremonia cargada de luz. Así lo viví y así lo vivo.
Sin duda, el símbolo más profundo de estos días es la Resurrección. Cristo resucita para aleccionarnos sobre el verdadero sentido de la vida. Su lección de dolor transfigurado estará aquí por los siglos de los siglos. Y el término clave es Trascendencia. La Trascendencia del Ser que vibra en cada uno de nosotros.
Antes, se tenía presente que esta conmemoración abarcaba cuatro semanas: la Semana de Lázaro, la Semana de Dolores, la Semana Santa y la Semana de Pascua. Hoy, ya casi nadie se percata de eso, porque todas las simbologías se han venido desvaneciendo por efecto de la frivolización de los tiempos. Pero la espiritualidad nunca desaparecerá, y eso es lo que hay que preservar como sustancia invulnerable.
Vivamos, entonces, esta Semana Santa con todas las vibraciones anímicas que están a nuestra disposición. Son apenas unos cuantos días, y aunque sea unos cuantos minutos hay que dedicarle diariamente al reencuentro con nuestra esencia más fiel.