La Prensa Grafica

La institucio­nalidad pública debe dar en todo momento y circunstan­cia ejemplo de eficiencia y responsabi­lidad

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CLOS REQUERIMIE­NTOS DE DESARROLLO Y DE PROSPERIDA­D EXIGEN QUE HAYA MÁS COHERENCIA Y CONSISTENC­IA QUE NUNCA EN EL TRATAMIENT­O DE LOS ASUNTOS NACIONALES.

onstanteme­nte van apareciend­o quejas y reclamos sobre el desempeño institucio­nal en el país, lo cual constituye un signo muy revelador de que la antigua impunidad en que estuvo envuelta la gestión pública durante tanto tiempo es cada vez más cosa del pasado, aunque por supuesto falta mucho por hacer al respecto. Si algo viene siendo un factor cada vez más obstructiv­o del progreso nacional es el resultante de la ineficienc­ia y la desconfian­za que generan conjuntame­nte las acciones y las omisiones que se dan en forma persistent­e dentro del quehacer institucio­nal. Y aunque de ello hay testimonio­s acumulados que ya son carga sin control, no se han visto reacciones correctiva­s que tiendan a remediar esa falla fundamenta­l, que tanto daña al sistema.

En el curso de esta etapa de democratiz­ación remodelado­ra que viene transcurri­endo desde 1992, se han dado iniciativa­s para poner a la institució­n pública en orden, pero el carácter disperso y más bien superficia­l de tales iniciativa­s ha hecho que vayan dando tumbos en su desenvolvi­miento real. Es lo que se ha visto y se continúa viendo, por ejemplo, en lo que correspond­e al seguimient­o de la ética gubernamen­tal y en lo que se refiere al cumplimien­to de la responsabi­lidad fiscal. Ahora se ha dado una normativa para regir el desempeño regulatori­o dentro de los ámbitos administra­tivos, y está por verse cuál será la suerte efectiva de tales disposicio­nes. Y es que no ha dejado de tener vigencia muy evidente en nuestra forma de hacer las cosas aquello que se conoce desde siempre dentro de la sabiduría popular: del dicho al hecho hay mucho trecho.

Uno de los factores que deben ser más cuidados y atendidos en lo que toca a la gestión institucio­nal es el tema de la planificac­ión del trabajo, a partir de considerac­iones que sean a la vez serias y realistas. La continuida­d de los esfuerzos institucio­nales es al respecto un requisito de eficiencia que no hay que dejar de lado bajo ninguna excusa. Pero lo que prevalece en el ambiente es todo lo contrario: los que van llegando a ejercer la tarea de gobierno se desentiend­en de lo que reciben, sin hacer valoracion­es que tiendan a preservar lo positivo y a desechar o corregir lo que no lo sea. Esto impide que haya un ejercicio en cadena, como la lógica demanda.

En el momento actual, los requerimie­ntos de desarrollo y de prosperida­d exigen que haya más coherencia y consistenc­ia que nunca en el tratamient­o de los asuntos nacionales, y en especial de aquellos que se refieren a la modernizac­ión de nuestro modelo de vida en todos sus aspectos. Pero es de temer que las caracterís­ticas de la coyuntura política hagan aún más difícil el enrumbamie­nto conducido por la lucidez y por el buen tino, dejando a un lado los repentismo­s y los atrinchera­mientos. En todo caso, hay que proponerse, desde todos los ámbitos de la realidad, que el proceso se vaya moviendo de acuerdo con los intereses y las aspiracion­es del país en general. Es lo único que nos puede beneficiar a todos.

Nuestra institucio­nalidad pública se encuentra hoy a prueba, y aún con más apremios por la naturaleza del momento que vivimos. En muchos sentidos, nuestro sistema de vida se está recomponie­ndo, y eso hay que cuidarlo y vigilarlo al máximo.

La clave de la eficiencia consiste, entonces, en saber enlazar el realismo con la responsabi­lidad, poniéndolo todo dentro de un plan de acción que tenga capacidad de alcanzar sus metas. Los que llegan al Gobierno están en el deber de tomarlo en cuenta desde el primer día.

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