Si queremos crecer como se necesita tenemos que contar con una agenda productiva que responda a ese reto
LUN PAÍS COMO EL NUESTRO, CON OPORTUNIDADES Y LIMITACIONES PRECISAS, TIENE QUE SABER HACIA DÓNDE VA, Y ESO ES LO QUE DEBE SURGIR DE LA APUESTA PRODUCTIVA Y DE SU CORRESPONDIENTE HOJA DE RUTA.
as diversas situaciones que se van presentando sucesivamente en el desenvolvimiento de nuestra realidad nacional si bien se presentan con características propias tienen en el fondo un hilo integrador y conductor, porque es la evolución quien las rige. Y la evolución, como es propio de su naturaleza, constituye una cadena que va enlazando sus eslabones de manera previsible, aun cuando se dan quiebres de recorrido o desvíos de perspectiva. Pero lo cierto es que el proceso evolutivo tiene una lógica que requiere y demanda instrumentos de progresión identificables y definidos.
No es nueva la preocupación generalizada por las dificultades de crecimiento económico y de estabilidad financiera que se vienen dando de manera persistente en el país; y lo más revelador, en sentido negativo, es que hasta el momento no haya habido ningún esfuerzo consistente en la línea de superar los impedimentos que al respecto traban la marcha a cada paso. Se pueden enumerar y sumar muchos factores que contribuyen a que el crecimiento sea insuficiente y la estabilidad tropiece sin cesar; pero lo que en realidad hace falta, y con gran apremio, es llegar a los trasfondos de toda esta problemática, para impulsar desde ahí las dinámicas que conduzcan a soluciones verdaderas.
En el caso preciso del crecimiento, ya no puede caber ninguna duda de que lo urgente es un replanteamiento de la cuestión, tanto en lo que se refiere a la sustancia como en lo que corresponde al método. La sustancia del crecimiento está centrada en el concepto propio que se tenga del mismo, a partir de las posibilidades reales que se den en el ambiente; y el método para tratarlo depende directamente de las circunstancias tanto humanas como materiales que estén en juego.
En lo que toca al primer punto, el de la sustancia del crecimiento, es vital y crucial definir lo que hay que hacer para así visibilizar con la mayor nitidez posible lo que se quiere lograr en el curso del proceso. En ese sentido es que estamos trayendo de nuevo a cuento el punto de la apuesta productiva, que tiene que derivar en una agenda productiva.
No se trata, desde luego, de montar un aparato con carácter excluyente. El propósito es establecer prioridades productivas para saber cuáles serán los énfasis en ese campo. Un país como el nuestro, con oportunidades y limitaciones precisas, tiene que saber hacia dónde va, y eso es lo que debe surgir de la apuesta productiva y de su correspondiente hoja de ruta.
La pregunta básica es: ¿A qué le vamos a apostar preferentemente dentro de nuestras capacidades productivas y competitivas? La clave de orientación es exportadora, y por ende hay que enfatizar opciones que vayan fundamentalmente en esa línea. Y cuando se tengan dichas opciones hay que precisar estímulos, incentivos y facilidades para la inversión interna y externa.
Entendamos de una vez por todas que sólo con un adecuado y sostenido crecimiento económico se podrán lograr los objetivos del desarrollo: normalidad financiera y mejoramiento progresivo de las condiciones de vida en el país.