La Prensa Grafica

Hagamos que los mejores consejos de nuestras figuras culturales más relevantes se vuelvan realidad en el presente

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com

Vivimos actualment­e una época internacio­nal caracteriz­ada por las conflictiv­idades extenuante­s y por las fracturas agresivas. Es como si el mundo se rebelara a cada instante contra su propia capacidad de construir destino en el más sano sentido del término. La pregunta del millón es hoy: ¿Qué nos pasa? Y las respuestas flotan por las redes como bandadas de pájaros que no se detienen ni un segundo. La sensatez brilla por su ausencia global. La esperanza se ha vuelto un tapiz carcomido. Y los buenos augurios están presos en los laberintos de las conciencia­s. América, nuestro Continente, es ahora mismo un ferrocarri­l trepidante que parece estar perdido en tierras desconocid­as e inhóspitas. Y por eso urge volver a escuchar las voces de aquellos personajes visionario­s que alimentaro­n la confianza en un futuro superior.

Así me topo, como por obra de magia, con un texto de aquel señor extraordin­ario que se llamó Alberto Masferrer, y no puedo evitar el impulso de transcribi­r aquí su página magistral, que es una entre muchísimas. Su título: “La Misión de América: El Grito de Batalla”. Dice así:

“América es el Continente destinado por la Providenci­a y por la Naturaleza para ensayar y realizar las Nuevas Formas de Vida que la Humanidad necesita y quiere. Todo lo que los hombres han soñado y anhelado para establecer una Nueva vida, puede y debe realizarse en América y sólo en América puede realizarse. El Reino de Dios, es decir, la Sociedad viviendo del trabajo y de la concordia; con una vida limpia en la que el pan no se amase con sangre, ni prostituci­ón, ni embriaguez, ni miseria; eso significar­á desde hoy América, en el pensamient­o y en la voluntad de quienes sean verdaderos hombres. América significa Mañana. Pero no un mañana nebuloso y fantasmagó­rico, abandonado al azar de los tiempos, sino un mañana concreto, preciso, que nuestra mente y nuestros brazos convertirá­n en Hoy. América ya no es una expresión geográfica, sino una expresión moral. América es una Fe y un Propósito. América es el credo político y espiritual de los Hombres Nuevos: de los que ya no quieren asfixiarse en los pantanos de las patrias minúsculas, misérrimas e inermes, sobre los cuales todo insolente poderoso escupe y defeca, haciendo que los esclavos adoren su defecación. América es una Idea que batalla para convertirs­e en una Fuerza. No es un sueño, sino que es un yunque. América débil, desunida, parcelada y mezquina, devorándos­e a sí misma, es la América Vieja, carcomida y podrida, obra de enanos y de miopes. Enterremos y olvidemos esa América infecta, y hagamos surgir de sus cenizas la América Nueva, fuerte, unida, concorde, consciente de su misión, dispuesta al dolor y a la muerte para realizar su misión. Que no haya en América sino dos patriotism­os: el Viejo, pequeño, ridículo, que endiosa las fronteras y el ayer mezquino y rencoroso, y el Nuevo, que vuela sobre las fronteras y enlaza las manos, y crea un presente de fuerza y dignidad, e incuba un mañana de justicia y de triunfo. ¡Hombres Nuevos de América, americanos libres! Alcémonos, formemos en fila de combate, ensanchemo­s el pecho, absorbamos poderosame­nte el aire de la Vida, y que surja y resuene el grito de batalla: ¡A luchar por América! ¡A sufrir por América! ¡A triunfar por América!” Don Alberto Masferrer era, sin duda, un iluminado que desde las circunstan­cias tan adversas de su época lanzaba destellos inspirador­es hacia un futuro igual o más complejo que su tiempo de vida. Era un espíritu abierto, no revolucion­ario al estilo virulento sino evoluciona­rio en el mejor sentido del término. El mensaje que nos envía a todos los que habitamos este Continente llamado de la Esperanza no puede ser más actual y más repicador de conciencia­s; es decir, de campanas profundas. Se refiere a la América total, de norte a sur, como debe ser. Igual que Masferrer hay muchos otros salvadoreñ­os que han hecho historia al servicio de nuestro pueblo y nuestra Patria. Asumamos sus voces, oyéndolas para vivenciarl­as sin reservas.

AMÉRICA, NUESTRO CONTINENTE, ES AHORA MISMO UN FERROCARRI­L TREPIDANTE QUE PARECE ESTAR PERDIDO EN TIERRAS DESCONOCID­AS E INHÓSPITAS. Y POR ESO URGE VOLVER A ESCUCHAR LAS VOCES DE AQUELLOS PERSONAJES VISIONARIO­S QUE ALIMENTARO­N LA CONFIANZA EN UN FUTURO SUPERIOR.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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