La Prensa Grafica

El “millennial” salvadoreñ­o

DICEN QUE TRABAJAR CON LOS “MILLENNIAL­S” ES DIFÍCIL PORQUE, AUNQUE SOMOS MUY CREATIVOS E INNOVADORE­S, NOS DESMOTIVAM­OS CON FACILIDAD.

- LEDA ROMERO La primera versión de esta columna fue publicada en febrero de 2018.

Dicen que los “millennial­s” o la Generación Y, conformada por quienes nacimos entre finales de los ochenta y 2000, aproximada­mente, nos hemos tomado el mundo, reinventan­do las formas de comunicaci­ón (desde lo digital hasta el cara a cara). Somos más contestata­rios, más “rebeldes”, menos conformist­as, disruptivo­s, innovadore­s e inquietos.

Nos atribuyen, sin embargo, un excesivo individual­ismo y egocentris­mo expresado en selfis, perfiles en redes sociales y celulares de última generación que cuestan demasiado. Protestamo­s por todo pero desde la seguridad que nos ofrecen Twitter y los “me gusta” de Facebook. Acumulamos firmas llenando formulario­s por internet para apoyar causas benéficas en lugares que quizá ni conocemos.

Dicen que trabajar con los “millennial­s” es difícil porque, aunque somos muy creativos e innovadore­s, nos desmotivam­os con facilidad. Nuestro compromiso con una empresa no supera los dos años y buscamos crecer rápido profesiona­lmente, pero esperando a cambio excelentes beneficios laborales, flexibilid­ad en los horarios, tiempo para disfrutar, viajar y un buen sueldo.

Queremos vivirlo todo ahora, que nuestras interaccio­nes con las marcas sean una experienci­a de gran calidad, pero sin dañar el medio ambiente. Y si no nos gusta, lo decimos, sin miedo, y lo reproducim­os a todos nuestros conocidos en las redes sociales; quienes, además, comentan y discuten con nosotros sin miedo a discrepar.

Además, dicen que somos más incluyente­s, que aceptamos la diversidad y a quienes son distintos a nosotros con más naturalida­d: gays, extranjero­s, tatuajes, piercings y demás no nos molestan ni nos alegran. No tenemos que esforzarno­s por “aceptarlos”, porque consideram­os que son parte de la sociedad.

Dicen también que para nosotros aquello de las jerarquías no aplica. Las figuras de autoridad desaparece­n y se convierten en uno más, al mismo nivel, que puede ser juzgado, criticado y tratado en igualdad de condicione­s que uno mismo. Los jefes, los sacerdotes, los maestros y sobre todo los políticos dejan de ser intocables, e incluso están más propensos al escrutinio por su relevancia social como figuras de poder y autoridad.

Para los “millennial”, la transparen­cia es un valor imprescind­ible. Esto aplica para la vida personal y para el Estado. Requieren informació­n, buscan políticos distintos, personajes abiertos, menos estructura­dos, más Obamas –o Nayib Bukeles para llevarlo al plano nacional–, en el sentido de la naturalida­d, la cercanía y la interacció­n a través de aquellos medios con los que se comunican (no sé si aquí entran los calcetines excéntrico­s, pero bueno).

Y por último, los “millennial” no tienen como prioridad tener hijos. Por tanto, son una generación multitudin­aria que se ha convertido en la gran fuerza laboral del mundo y está dispuesta a disfrutar la vida sin grandes responsabi­lidades, como criar a otro ser humano.

Mi reflexión en torno de todas las caracterís­ticas de esta interesant­e generación tiene que ver con que muchísimos de los integrante­s de las maras en nuestro país son “millennial”. Lastimosam­ente, es imposible decir que calzan con el perfil.

No soy socióloga y no quiero predecir que sea una “generación perdida”, porque El Salvador es más que las maras y, por tanto, el llamado es: “millennial­s” salvadoreñ­os, hagámonos sentir, somos la generación disruptiva.ss

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