El fenómeno migratorio es multicausal y no puede ser tratado de manera mecánica sino en su totalidad
En estos tiempos, las dinámicas migratorias se han vuelto un serio problema a nivel global, porque hay un creciente impulso de salir en busca de nuevos horizontes por diversos motivos y porque las actitudes autoprotectoras de los países de destino, que básicamente son explicables, tienden también a salirse de control. En el caso específico de nuestra región, muchos ciudadanos de México y de los países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras) se dirigen hacia Estados Unidos por dos motivos principales: salir de ambientes dominados por condiciones muy adversas, tanto en la seguridad como en lo económico, e ir en busca de oportunidades de desarrollo que aún no existen en los respectivos ámbitos nacionales.
Las llamadas caravanas migratorias empezaron a proliferar desde hace algún tiempo, de seguro porque mucha gente no tiene cómo sufragar los costos del ingreso por medio de “coyotes”, que cobran importantes sumas por llevar personas hacia el Norte. El impacto de las caravanas ha desatado un gran rechazo en el lugar de destino, y así hemos visto cómo las autoridades gubernamentales estadounidenses han emprendido una especie de cruzada antiinmigrante, para cortar el paso a los indocumentados que se disponen a traspasar la frontera. El tema del muro fronterizo ha tomado protagonismo, así como las presiones hacia los países de nuestra zona. En el caso concreto de El Salvador hay ahora, en contraste, un clima de interacción muy positivo con el Gobierno estadounidense, que ojalá se mantenga.
Pero, en términos generales, hay que resaltar el hecho de que toda esta problemática no se puede encarar ni mucho menos resolver con medidas mecánicas: hay que asumir las cosas como son, y desde ahí implementar los tratamientos convenientes. Levantar un muro no conducirá a ninguna solución real, y lo más probable es que lo que se produzca sea un replanteamiento de los modos de realizar el ingreso indocumentado, porque las organizaciones clandestinas encargadas de ello aquí y allá no van a desaparecer ni mucho menos, sino que van a reciclar sus métodos de trabajo.
HAY QUE MEJORAR SUSTANCIALMENTE LA SEGURIDAD INTERNA, PARA QUE EL ANSIA DE ESCAPAR DE TODAS LAS AMENAZAS CRIMINALES PUEDA SER EFECTIVAMENTE CONTROLADA.
Como decimos en el título de este Editorial, el fenómeno migratorio es multicausal, y así debe ser asumido y manejado. Hay que mejorar sustancialmente la seguridad interna, para que el ansia de escapar de todas las amenazas criminales pueda ser efectivamente controlada y a la vez generar crecientes oportunidades de progreso personal en los diversos lugares de origen; y por otra parte hay que darle a la población en general fundadas esperanzas y estímulos para confiar en el futuro dentro de esos mismos lugares.
La tarea por hacer en este campo es, pues, de alta complejidad que no se puede evadir con medidas de ocasión. Llegar al punto al que hemos llegado ha sido un proceso de largo tiempo, con errores acumulados y despistes sucesivos; y por consecuencia natural la recuperación de la normalidad del vivir seguro tiene que ser una odisea muy bien calculada y muy claramente proyectada. Es lo que hay que iniciar cuanto antes, porque ya está comprobado sin reservas posibles que ir dejando las cosas para después es la mejor fórmula para que las complicaciones afloren cada vez más.
Estamos en un punto en que la estrategia es la clave para lograr resultados que correspondan a la naturaleza de los desafíos pendientes. Ahora se está manifestando en el ambiente una voluntad nueva para entrar en acción con propósitos realmente correctivos. Esto se tendrá que ir midiendo en el curso del desempeño, y hay que apostarle a que habrá resultados significativos.