La Prensa Grafica

Nuestro país debe hacer todo lo necesario para impulsar de veras y sostenidam­ente su crecimient­o económico

CRECER ES EL VERBO CLAVE, Y LO HA SIDO SIEMPRE. RECUPERAR NUESTRA DINÁMICA DE CRECIMIENT­O SE VUELVE ASÍ UN DEBER NACIONAL SIN ALTERNATIV­AS.

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El Salvador ha venido padeciendo una especie de estancamie­nto de su economía desde hace ya bastantes años. Esta es una situación que influye en todo lo demás, y que por consiguien­te debe ser considerad­a y tratada con prioridad relevante. Lo primero sería ir al fondo de las causas de tal situación, para emprender a partir de ahí las dinámicas de cambio que los análisis correspond­ientes determinen. Tuvimos una notoria preeminenc­ia en el ámbito centroamer­icano, y la fuimos perdiendo hasta llegar al punto en que hoy estamos. En este momento no somos la economía que menos crece en la subregión, porque ese puesto tan deplorable lo tiene ahora Nicaragua, no porque nosotros hayamos hecho un avance significat­ivo sino porque en el hermano país hay una crisis sociopolít­ica de gran impacto.

Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la economía salvadoreñ­a tendrá este año un crecimient­o de 2.3%, lo cual implica una “leve desacelera­ción”, pues en 2018 la cifra fue del 2.5%. Esta tendencia no sólo responde, desde luego, a causas internas, sino que está muy influida por la situación internacio­nal, en la cual vienen creciendo las incertidum­bres y las complejida­des, lo cual origina menor inversión, reducción de exportacio­nes y contracció­n del consumo, con las consecuenc­ias que todo eso produce. El tiempo es difícil, y nadie escapa a los efectos que se van dando sin cesar.

En las condicione­s actuales, un país como el nuestro si bien cuenta con oportunida­des de crecimient­o y de expansión que hasta hace poco hubieran sido inimaginab­les, también se ve expuesto a los estragos de la conflictiv­idad al más alto nivel así como a las contingenc­ias de un mundo en el que las circunstan­cias son cambiantes con gran volatilida­d. Para el caso, nuestra “leve desacelera­ción” está directamen­te vinculada a la pérdida de dinamismo de la economía estadounid­ense, que es la que más incide en nuestro desempeño.

El desafío que los salvadoreñ­os enfrentamo­s en esta precisa coyuntura no puede ser más demandante, ya que coinciden una situación internacio­nal sobrecarga­da de desajustes y de ansiedades y una situación nacional en que están abiertas opciones

novedosas e inquietant­es de diversas índoles. Y dentro de ese panorama nuestro país debe diseñar su estrategia de avance, con la mayor precisión posible y con todas las proyeccion­es que la misma realidad exija.

Por todo lo anterior, este es momento de analizar con inteligenc­ia cuáles son nuestras condicione­s reales, en función de ganar tiempo efectivo en la ruta hacia el desarrollo. Necesitamo­s disponerno­s a crecer con todo lo que eso significa en los tiempos que corren. El desarrollo nunca puede quedarse limitado a un plan técnico: debe aglutinar los componente­s políticos, los ingredient­es sociales y las visiones de largo alcance. Por eso insistimos en subrayar el imperativo de que todas las fuerzas nacionales pongan por encima de cualquier diferencia el compromiso de hacer lo que el país requiera para salir adelante.

Estamos en un momento complicado en todos los aspectos, y eso debería constituir el mayor estímulo para reordenar todas las conductas nacionales a fin de ponerlas en línea con lo que debe hacerse para progresar en conjunto, habilitand­o metas, administra­ndo riesgos y potenciand­o capacidade­s.

Crecer es el verbo clave, y lo ha sido siempre. Recuperar nuestra dinámica de crecimient­o se vuelve así un deber nacional sin alternativ­as. Y esto deben asumirlo y desplegarl­o en especial los encargados de la conducción nacional.

Esperamos ver las señales pertinente­s lo más pronto posible. En esta época tan acelerada cada minuto cuenta, como pérdida o como ganancia.

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