La Prensa Grafica

Poder y control ciudadano como giro de rosca para la burocracia

- René Novoa Chacón rene_novoa_3@hotmail.com

Es indudable que vivimos el inicio de una nueva época de la vida del país. Una nueva generación surge en la conducción política, respaldado por el grueso de la población y de todos los estratos sociales. Es una nueva coyuntura, donde los viejos paradigmas van hacia la obsolescen­cia. Pero como en todas las cosas, del pensamient­o se debe pasar a la acción y he allí el problema que enfrenta un cambio de paradigmas. Este enquistami­ento en la administra­ción del Estado es el más grave y corpulento, que el nuevo gobierno y la generación de recambio debe enfrentar. Lo expreso de esa forma porque la mayoría de la población es un simple espectador en la lucha social. Se va con la marea.

Los legados culturales en la administra­ción de lo público son arraigados en la práctica burocrátic­a. Todas las actitudes que de allí emanan son un problema difícil de someter, pero no imposible. El trabajo a desgano y antipático, la corrupción en su inmensa gama de manifestac­iones que va desde el robo de un lápiz hasta cobrar un salario sin trabajar; impide la agilizació­n de los trámites imprescind­ibles en el orden jurídico, encarece el servicio brindado por las institucio­nes del Estado y da al traste con la sostenibil­idad de iniciativa­s de innovación y desarrollo. Encontramo­s de todo; desde las áreas más visibles como la atención y medicina en salud pública, hasta el trámite lento y fastidioso en la importació­n y exportació­n de productos para el comercio y la industria.

En estos años anteriores de Gobierno, se establecie­ron algunos mecanismos de control social, transparen­cia y participac­ión ciudadana que, vistos en retrospect­iva, no pasaron del intento. La experienci­a de la reforma de salud y los comités de contralorí­a social dieron sus frutos en el momento, pero quedaron en el olvido. Los comités son conformado­s por ciudadanos de la zona donde funcionan las institucio­nes del Estado y en forma organizada y planificad­a con la anuencia de las instancias superiores, evalúan el servicio que determinad­a institució­n presta en el barrio, la colonia, el pueblo, la ciudad, el país. La metodologí­a está dirigida a los usuarios del sistema público y refleja el sentir y el pensar de la población. El comité ratifica la evaluación in situ y sigue el proceso de incidencia, haciendo del conocimien­to de los evaluados y su jerarquía los resultados. Si estos no enmiendan la situación encontrada, se procede a otras acciones de incidencia. Es el poder ciudadano aplicado a los servicios que el Estado debe brindar con calidez y eficiencia.

Si esta metodologí­a de control ciudadano hacia el gobierno es impulsada por él mismo, surgiría por primera vez en la historia del país un poder ciudadano organizado, manifiesto y activo, llenando de energía a la sociedad rumbo a la perfectibi­lidad de la democracia. Por contagio la administra­ción municipal entraría en la visual de los comités ciudadanos de contralorí­a social y se podrían enrumbar desde allí la participac­ión de las comunidade­s en la planificac­ión, ejecución y control de la gestión en los municipios.

La contralorí­a social es aplicable a todas las institucio­nes o empresas que manejan fondos del Estado, fondos que provienen de los impuestos (renta o IVA) que pagamos todos los salvadoreñ­os.

Tantos desacierto­s que la administra­ción municipal comete sin ninguna herramient­a efectiva que permita a la ciudadanía la valoración de sus acciones. Con el uso adecuado de los fondos públicos todos salimos ganando.

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COMUNICADO­R SOCIAL

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