Nuestro país debe ir en busca directa del desarrollo integral haciendo lo indispensable para lograrlo
ENFATIZAMOS EL TÉRMINO “DESARROLLO INTEGRAL” PORQUE YA ESTAMOS EN UN PUNTO EN QUE NINGÚN TRATAMIENTO DISGREGADO PUEDE PRODUCIR NI SIQUIERA MEJORÍAS DE OCASIÓN.
Cuando se habla del imperativo de generar mejores condiciones de vida para todos los integrantes de nuestra comunidad nacional es inevitable acabar haciendo referencia a la necesidad de asegurar un mejor y más dinámico crecimiento económico. Temas urticantes como la persistente inestabilidad de las finanzas públicas y la constante insuficiencia de los recursos con que cuenta la población para hacerles frente aun a sus necesidades más elementales ponen en inequívoco relieve el compromiso imperioso de replantear políticas y estrategias de toda índole en función de ir poniendo al país en condición de responder a sus desafíos esenciales, entre los que destacan el mejoramiento de la vida y de la convivencia en los distintos ámbitos de nuestra complicada geografía social.
En algunos momentos, y dada la complejidad de las circunstancias que se mueven en el país y a su alrededor, pareciera una tarea casi imposible hacer que el desarrollo gane arraigo y tome impulso entre nosotros; sin embargo, ya está visto que los salvadoreños somos capaces de sobreponernos a las adversidades de todo tipo, y la situación que señalamos no puede ni debe ser la excepción. La clave del éxito en este caso presenta dificultades adicionales, como la de hacer posible una unidad de fuerzas nacionales que no se ha logrado articular en el curso de los tiempos recientes.
Para que el desarrollo despegue como tal, y en la medida y con la continuidad que deben darse en los hechos para que se pueda hablar seriamente de un esfuerzo con fundamentos reales, se hace indispensable que se vaya poniendo de manifiesto un conjunto de señales que operen como sustento y como estímulo del avance. Entre ellas, el apoyo internacional que aliente la continuidad de los esfuerzos de crecimiento, un repunte de normalidad interna que sea confiable para propios y extraños, y la apertura de perspectivas programáticas que estén a tono con lo que la sociedad exige y la población espera.
La coyuntura presente se muestra muy alentadora en todas esas direcciones, y, por consiguiente, hay que seguir trabajando para que así se mantenga el panorama. La Administración gubernamental
en funciones ha venido poniendo énfasis en la cooperación internacional, con amplitud creciente. Nuestras relaciones con Estados Unidos, que es el principal socio y allegado por tradición histórica, han tomado nuevo impulso, y eso hay que aprovecharlo en todo lo que sea posible para fortalecer nuestra posición en todos los órdenes; en los planos internos, y muy específicamente en lo que concierne a la seguridad, que es el punto flaco más sensible, se empiezan a ver signos de mejoría, que no son definitivos, pero que sí mueven a confiar en que se ha emprendido una ruta de buen augurio; y en lo tocante a las perspectivas programáticas sí hay que hacer movimientos más claros y visibles para que todos percibamos que ya pasamos al nivel de planificación que es básico para progresar en firme.
Enfatizamos el término “desarrollo integral” porque ya estamos en un punto en que ningún tratamiento disgregado puede producir ni siquiera mejorías de ocasión. Tenemos que fijarnos, hoy más que nunca, en las experiencias relevantes de naciones que enfocaron su desarrollo con esa integralidad bien fundamentada que les ha acarreado tan sustanciales beneficios en el tiempo. Esos son los ejemplos que hay que seguir sin desviaciones frustrantes.
Estamos aún a tiempo, pero el tiempo no admite más tardanzas. Afortunadamente la política va en fase transformadora, y eso hay que aprovecharlo para replantear las perspectivas en todos los aspectos y en todas las direcciones.