Hay que manejar las cifras estadísticas sin dejar de lado lo que está detrás de ellas, que es la realidad en movimiento
PROGRESAR ES MUCHO MÁS QUE ADMINISTRAR ESTADÍSTICAS: CONSTITUYE UN COMPROMISO PUESTO EN PRÁCTICA CON TODOS LOS ELEMENTOS DEL DESEMPEÑO SUSTANCIALMENTE EXITOSO.
Las estadísticas son elementos indispensables para conocer lo que está ocurriendo con claridad numérica, pero sobre todo cuando la realidad presenta tantas facetas diferentes y aun contradictorias, como ocurre en nuestro país en las circunstancias actuales, lo que verdaderamente orienta es tratar las cifras con criterios que vayan al fondo de lo que está pasando, a fin de no perderse en ninguna superficialidad ni en ningún juego de contrastes. Esto se puede observar sobre todo en el manejo de las estadísticas sobre los homicidios que ocurren en el país por efecto del accionar del crimen organizado, que suben y bajan conforme a lo que se proponen en momentos determinados los gestores de dicha forma de criminalidad. Por consiguiente hay que ir midiendo eso que ocurre no sólo con los simples números sino más bien con el análisis de los movimientos en el terreno.
En el tema de los homicidios provenientes de las acciones de las estructuras criminales que han venido territorial izándose en forma expansiva se muestra la volatilidad de los hechos que se reflejan en los números estadísticos; y, en consecuencia, hay que hacer siempre un enfoque consecuente con la secuencia de los hechos. Igual ocurre con los desaparecidos, que son una realidad de características muy propias, porque se trata de ir al encuentro de lo que no se ve a simple vista sino que demanda investigación caso por caso. Unos dicen que la mayor parte de los desaparecidos reaparecen con vida, y otros lo ponen en tela de juicio, y en ésas estamos y continuaremos estando en tanto el fenómeno persista.
Al enfocar la realidad económica también surgen vaivenes de apreciaciones que deben ser tenidos muy en cuenta de manera sincera y desprejuiciada, ya que aquí tienden a interponerse los intereses de la valoración política. Cada quien busca mover el juicio hacia donde le favorezca, y eso abre constantemente la puerta a las distorsiones interesadas. Por consiguiente, hay que motivar la cautela valorativa en función de país. Lo determinante, en todo caso, es que se vaya configurando en el plano real un dinamismo de crecimiento sostenido, que es lo que más ha faltado hasta la fecha. Lo que se debe
asumir sin ningún género de reservas, y por parte de los actores nacionales sin exclusión de ninguna índole, es el deber de crecer de modo comprobable y sistemático, poniendo en marcha todos los componentes e ingredientes del desarrollo.
Ya está más que comprobado que ha venido dándose en nuestro ambiente un desperdicio de energías que debilita la capacidad productiva y obstaculiza el bienestar nacional. Dicho desperdicio proviene, en gran medida, de la falta de una agenda funcional que organice la evolución del progreso dejando atrás las obsesiones improvisadoras que han prevalecido desde siempre, como una especie de fatalidad imposibilitante. Progresar es mucho más que administrar estadísticas: constituye un compromiso puesto en práctica con todos los elementos del desempeño sustancialmente exitoso.
No cabe ningún género de duda de que en esta fase de nuestro desenvolvimiento histórico tanto lo político como lo social y lo económico se hallan en transición. Esto nos compete a todos los salvadoreños, y así tenemos que encararlo, con la mayor positividad posible, no para bajar la cabeza ante los hechos, sino, al contrario, para hacernos partícipes con voluntad propia de la suerte que le toque a nuestro proceso de aquí en adelante.
En la medida que reconozcamos las peculiaridades innovadoras del momento que corre seremos capaces de administrarlo con visión y con convicción. El horizonte está aquí, aguardando respuestas de avanzada.