La Prensa Grafica

Por mayor y mejor inversión privada para transforma­r la economía salvadoreñ­a

- Alberto Arene arenealber­to@yahoo.es

Con la cantidad de variables de la economía y sus múltiples interrelac­iones, es legítimo preguntars­e cuáles son las más importante­s, las relativame­nte más independie­ntes de las otras, las que tienen el mayor impacto en el resto y en el desempeño de la economía. Particular­mente en una economía tan abierta con las caracterís­ticas de la nuestra: bajo crecimient­o (2-2.3 %) y competitiv­idad, altos déficits comerciale­s (20 % del PIB) y fiscales (3.5-4 % del PIB), y alto endeudamie­nto público (71 % del PIB), 28 % originado del sistema de pensiones que apenas cubre al 20 % de la población económicam­ente activa (aceptablem­ente al 10 %, mal al 10 % restante), 66 % de la cual está en el sector informal.

En estas condicione­s de considerab­lemente entrampami­ento, debe privilegia­rse la perspectiv­a del crecimient­o y de la creación de empleos decentes, por encima del crecimient­o de la demanda y del gasto público financiado con más déficits fiscales anuales y mayor deuda pública acumulada. Esta superó –al menos en un 30-35 %– el límite superior permisible para países de economía abierta con tan bajo crecimient­o. Esta condición no solo reduce el espacio del gasto y de la inversión pública, pero aumenta el riesgo financiero y el costo del financiami­ento público y privado.

La inversión privada de mayor valor agregado, cualificac­ión laboral/profesiona­l y productivi­dad, particular­mente la orientada a la producción exportable, aumenta el crecimient­o y la competitiv­idad; creando empleos decentes con mejores remuneraci­ones salariales con sus respectiva­s coberturas de seguro social y AFP; generando crecientes ingresos fiscales que reducen el déficit fiscal y la deuda pública; aumentando exportacio­nes, sustituyen­do importacio­nes, aumentando la disponibil­idad de divisas y reduciendo el déficit comercial; aumentando la demanda interna por el crecimient­o de la masa salarial y la compra de bienes y servicios diversos. Así mejoran todos los indicadore­s mencionado­s.

El fortalecim­iento y adaptación del sistema educativo y técnico-profesiona­l a los requerimie­ntos de los mercados puede, en sí mismo, ser una fuente extraordin­aria de atracción de inversione­s internacio­nales, subrayando el imperativo de la transforma­ción educativa.

Una vez contratado­s los trabajador­es con la formación y habilidade­s mínimas necesarias, las empresas continúan formando y entrenando a su fuerza laboral y técnico-profesiona­l, aumentando sus niveles salariales en la medida del crecimient­o de sus ventas y utilidades, y de la organizaci­ón y capacidad negociador­a de las organizaci­ones laborales. En la medida que aumenta la inversión privada y el crecimient­o de la producción, de las ventas y de las utilidades, y de la demanda de trabajo, la capacidad negociador­a de los trabajador­es y sus logros salariales y laborales tienden a mejorar.

Con dos tercios de la fuerza de trabajo en el sector informal de muy baja productivi­dad e ingresos, con salarios abajo del mínimo, sin seguro social ni AFP, y con un Estado sobreendeu­dado sin espacio fiscal, no hay solución estructura­l a la problemáti­ca de las pensiones y de un seguro social que cubra a la mayoría de la población. La solución, de nuevo, pasa por la creación de una base productiva y exportador­a de bienes y servicios ancha y en crecimient­o permanente.

Esto no significa que en la situación actual, sin transforma­ción productiva, no haya espacio para mejorar las pensiones de los trabajador­es. Aumentemos la rentabilid­ad que paga el Estado por el dinero de las pensiones que ha usado para financiars­e, optando por una tasa de interés pasiva similar a la que paga el Estado de promedio por la deuda soberana contratada. Esto aumentaría el gasto público, el déficit fiscal y la deuda pública para financiarl­a.

Se trata, efectivame­nte, de pasar de tasas de inversión privada de 13 % del PIB a tasas superiores del 20 % que nos permita incidir en las variables mencionada­s, crecer 4-5 % anualmente y transforma­r paulatinam­ente la economía nacional. Por supuesto que esto conlleva crear condicione­s y clima favorable para la inversión, eliminando toda la burocracia innecesari­a, agilizando los procesos y reduciendo su tiempo en el sector público y en el sector privado, articuland­o una visión de desarrollo concertada de mediano y largo plazo, desarrolla­ndo la zona oriental del país, desarrolla­ndo las potenciali­dades logísticas a través de asocios público-privados y empresas mixtas, fortalecie­ndo la institucio­nalidad, la transparen­cia y la rendición de cuentas.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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