Hay que lograr que lo positivo actúe como imán que atraiga beneficios para todos los salvadoreños
ESTE ES UN MOMENTO EN QUE TODAS LAS PALABRAS DEBEN ASUMIR, SIN EXCEPCIONES NI EVASIVAS, SU DESTINO DE CONVERTIRSE EN HECHOS.
En el país estamos entrando sin duda en una atmósfera de perspectivas muy prometedoras en lo referente a las posibilidades de ir impulsando el progreso nacional con dinamismos nuevos. Esto, desde luego, no es algo que pueda moverse de manera mecánica, y por eso los signos de aliento hay que irlos convirtiendo en proyectos y en estrategias que vayan desenvolviéndose en el tiempo. Hay grandes desafíos por encarar y por resolver, como son por ejemplo las dificultades acumuladas para darle empuje real y sostenible al crecimiento económico del país y la problemática ya endémica centrada en el manejo de las finanzas públicas; y la base de toda salida hacia una nueva realidad con más seguras proyecciones de futuro está evidentemente en definir y activar giros que se redireccionen hacia el progreso con eficiencia y con equidad.
Uno de los factores decisivos para abrir y sustentar este nuevo panorama es la renovada relación entre El Salvador y Estados Unidos que se está posibilitando desde que entró en funciones la nueva Administración gubernamental en nuestro país. Este es un hecho de gran relevancia, porque sin duda Estados Unidos es nuestro socio principal en múltiples sentidos, y viene siéndolo prácticamente desde siempre. El enfriamiento de las relaciones durante los dos Gobiernos anteriores liderados por la izquierda causó muchos estragos en el ambiente; y hoy las cosas van por otro rumbo, lo cual hay que aprovechar al máximo. Ejemplo de ello es que la Administración estadounidense acaba de bajar el nivel de alerta de viaje a El Salvador, lo cual abre otro horizonte especialmente para el turismo. Y esto no sólo estimula que más estadounidenses nos visiten sino que la percepción internacional se reoriente a nuestro favor.
En los hechos, siempre las dinámicas conectan entre sí. Cuando el clima es adverso, los nubarrones prevalecen, haciendo muy difícil mirar hacia adelante; cuando las condiciones avanzan en forma positiva, las aperturas hacia nuevos horizontes se hacen factibles e invitadoras. Y esto último es lo que ahora mismo se visualiza cada vez con más claridad en el ambiente. Hay que aprovechar con todo estas condiciones que van en crecida, haciendo conciencia ciudadana y también conciencia gubernamental, para que todo se desenvuelva de modo creativo, realista y sustentable. Eso es lo que nos está demandando a todos este momento de nuestra dificultosa y al mismo tiempo inspiradora evolución.
En el foro que acaba de realizarse con representantes de la Asociación de Cámaras de Comercio Americanas en América Latinoamérica (AACCLA), cuyo objetivo ha sido aumentar la inversión económica en nuestro país, el gobernante nacional manifestó que “El Salvador es un ejemplo de estabilidad en la región. Estamos moviendo los obstáculos... Este es el mejor momento para invertir en El Salvador, el boom está comenzando. Esperamos sus inversiones, crean en nosotros”. Tal petición tan enfática y motivadora implica a la vez más compromiso positivo para los salvadoreños y una exhortación fundada para que los de afuera se animen a construir desarrollo con nosotros.
Este es un momento en que todas las palabras deben asumir, sin excepciones ni evasivas, su destino de convertirse en hechos. Y eso es lo que los salvadoreños hemos venido demandando y exigiendo desde hace muchísimo tiempo. Si por algo la frustración ciudadana ganó tanto terreno es porque el blablá se impuso sistemáticamente a la acción confiable. Es hora más que sobrada de avanzar por el rumbo correcto en todos los órdenes y sentidos, y las proyecciones abiertas son la mejor invitación para que eso se cumpla.