La salvaguarda permanente de las libertades de expresión y de prensa es vital para la sanidad del sistema
HAY QUE ERRADICAR SIN NINGÚN TIPO DE RESERVA LOS ATAQUES CONTRA LAS PERIODISTAS, TANTO EN SU EJERCICIO COMO EN SU PROPIA VIDA. ESA ES UNA TAREA DE LA MÁXIMA TRASCENDENCIA, EN LA QUE DEBE PROBARSE LA CAPACIDAD DEL SISTEMA.
Como vemos por todas partes, con reiteración que debe ser motivo no sólo de preocupación sino sobre todo de compromiso, las libertades ciudadanas se hallan en constante riesgo de ser agredidas y aun sacrificadas en perverso beneficio de los intereses incansables del poder, especialmente político. En nuestro Continente, dicho riesgo no sólo persiste, sino que tiende a multiplicarse en razón del mantenimiento y del surgimiento de regímenes gubernamentales de raíz autoritaria, sea ideológica o personalista. Esto es algo que debe ser enfocado, atendido y tratado con toda la seriedad y todo el empeño del caso, porque lo que está siempre en juego es la suerte de las libertades en general y, en consecuencia inmediata, el destino de las sociedades respectivas.
Sólo una prensa libre, en el pleno sentido del término, puede garantizar una sociedad libre; y si el el desempeño de la prensa está constreñido o ahogado por políticas o medidas que buscan someterla a su voluntad, las consecuencias desestructuradoras y destructivas no se hacen esperar. Al ser así las cosas, lo que se está viendo actualmente en varios países de nuestro Continente debe mover a redoblar esfuerzos para darles vigencia segura y estable a las libertades aludidas, de cuya suerte depende la armonía política, social, económica y cultural en todos los sentidos y el desenvolvimiento de la democracia que tanto necesitamos para avanzar en la buena ruta del futuro.
En la Asamblea General que ha tenido la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en razón de su 75º. Aniversario, ha sido muy oportunamente reiterada la voluntad de continuar trabajando activamente por la defensa de las libertades de expresión y de prensa ahí donde los ataques a las mismas se produzcan, abarcando también la protección de los periodistas que son o pueden ser objeto de abusos o de agresiones en el ejercicio de su labor, lo cual es una práctica alevosa y depredadora que ha venido ganando presencia de muchas formas en los variados ambientes.
Hay que mantener muy viva la vigilancia sobre las prácticas del poder político, que con toda facilidad se muestra incómodo por el ejercicio de las libertades de expresión y de prensa. La crítica periodística es de la esencia de tal función, y tratar de limitarla o de conculcarla es entrar en el área de las conductas antidemocráticas y delictivas. En una democracia, todos tenemos que reconocer y respetar los propios límites, comenzando por los que ejercen autoridad, de cualquier tipo que esta sea, comenzando por los más altos niveles.
La Presidenta saliente de la SIP expresó en la Asamblea General aludida que la lucha en pro de estas libertades debe ser cotidiana y permanente, y en consecuencia los medios en ningún caso pueden bajar los brazos. Este es un momento crucial tanto para la democracia como para el destino de nuestros pueblos; y salir adelante resulta hoy un imperativo de supervivencia que nadie está ni puede estar autorizado para desconocer o evadir. Trabajar por la vigencia incuestionable de las libertades básicas, entre las que están en primera línea las de expresión y de prensa, se vuelve así un encargo fundamental para que el sistema sobreviva y se vaya fortaleciendo cada vez más en el tiempo.
Hay que erradicar sin ningún tipo de reserva los ataques contra las periodistas, tanto en su ejercicio como en su propia vida. Esa es una tarea de la máxima trascendencia, en la que debe probarse la capacidad del sistema.
Seguiremos muy atentos y vigilantes a lo que vaya pasando con las libertades aludidas, para estar siempre presentes y actuantes en su defensa y en su promoción, teniendo siempre como objetivo la normalidad democrática del país.