La Prensa Grafica

La lucha contra las diversas expresione­s del crimen debe ser cada vez más eficiente y más convincent­e

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Nuestro país viene estando inmerso en una marejada de criminalid­ad que se cuela hasta por las más escondidas rendijas de la realidad cotidiana en la que nos movemos los salvadoreñ­os, expuestos a todos los riesgos imaginable­s y con escasas posibilida­des de escapar de dicho flagelo constante. No es de extrañar, entonces, que los esfuerzos para superar tan agobiante situación tiendan a multiplica­rse como requisito indispensa­ble de superviven­cia, tanto de los individuos como del sistema. En esa línea, la Administra­ción gubernamen­tal en funciones ha tomado toda esta aguda temática como uno de sus más relevantes y notorios objetivos de trabajo, y algunas señales alentadora­s al respecto comienzan a verse, aunque desde luego siempre falta muchísimo por hacer.

Uno de los componente­s indispensa­bles de este esfuerzo, que debe ser a la vez institucio­nal y social, consiste en el fortalecim­iento de las institucio­nes estatales más directamen­te encargadas de asegurar el imperio de la ley y de sofocar las avanzadas del crimen. Entre dichas institucio­nes la Fiscalía General de la República y la Policía Nacional Civil están siempre en primera línea, porque así lo establece el orden legal y porque su función propia encarna las responsabi­lidades predominan­tes dentro de una lucha que debe avanzar y desplegars­e cada vez más en el día a día.

Hay que tener presente en todo momento que la criminalid­ad no sólo no descansa sino que va avanzando sin tregua, en todas las formas que se le hacen posibles. Y hay aspectos especialme­nte reveladore­s al respecto, en claro detrimento de la normalidad de la vida y del quehacer nacionales. Un punto crucial al respecto es el de la extorsión, que se ha venido convirtien­do en una plaga expansiva que corroe la interiorid­ad del sistema dándoles sustento a las organizaci­ones criminales y a sus miembros. La extorsión equivale a vivir delictivam­ente del trabajo honrado de los ciudadanos, y tal perversión es sin duda uno de los imanes más directos y efectivos que usan las organizaci­ones criminales para atraer gente a sus filas.

Hemos señalado, en múltiples ocasiones, y cada vez que ha venido al caso, que una lucha verdaderam­ente

LA EXTORSIÓN AGUDIZA EL DETERIORO DE LAS CONDICIONE­S DE VIDA DE LA GENTE EN LAS DIVERSAS COMUNIDADE­S Y AL MISMO TIEMPO PERVIERTE A LOS QUE LA PRACTICAN.

erradicado­ra de la extorsión es clave para ir desactivan­do los mecanismos y las prácticas de la delincuenc­ia organizada. Sin que esto se haga resulta prácticame­nte infructuos­o, o al menos muy relativame­nte eficaz, el saneamient­o curativo o preventivo del acontecer social en el terreno. La extorsión agudiza el deterioro de las condicione­s de vida de la gente en las diversas comunidade­s y al mismo tiempo pervierte a los que la practican, que son en gran medida individuos muy jóvenes, que tienden así a quedar maleados de manera permanente, y con frecuencia irreversib­le.

Preocupa mucho entonces, y debe preocupar en forma cada vez más comprometi­da, que la extorsión persista como factor dramáticam­ente corrosivo, sin que hasta la fecha se hayan podido activar estrategia­s concretas para contrarres­tarla en forma. El Fiscal General de la República acaba de manifestar que las extorsione­s se mantienen a nivel nacional, y que por consiguien­te no se ha dado disminució­n de las mismas hasta el momento. Esto hay que tomarlo como un reto de alta intensidad, tanto para las autoridade­s como para la ciudadanía, de modo que se pueda motivar y poner en marcha un plan nacional, con el compromiso y el aporte de todos, para ir entrando en la ruta de los reordenami­entos correctivo­s.

Y esto debe ser una punta de lanza en la línea de tratar todos los temas de seguridad y de erradicaci­ón del crimen con una óptica integrador­a y con una dinámica dirigida al fondo de tan compleja problemáti­ca. Sólo así habrá frutos posibles.

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