La ciudadanía debe asumir su propia formación para poder responder efectivamente a sus retos de presente y de futuro
Si algo se hace cada día más evidente y notorio entre nosotros es la toma de posesión que viene haciendo la ciudadanía de su rol como sujeto principal en las distintas dinámicas nacionales, y muy en particular las de naturaleza política. Todo nuestro sistema de vida está marcado hoy por la lógica democrática, y dicha lógica tiene como centro la presencia y la voluntad del pueblo al que todos pertenecemos y al que todos nos debemos. Puestos en esta perspectiva, que se va volviendo más y más inocultable e insoslayable, los salvadoreños tenemos que asumir la tarea básica que patriótica e históricamente nos corresponde de la manera más consciente y comprometida que sea posible, haciendo que todas nuestras decisiones y nuestras acciones apunten hacia el progreso generalizado en los más variados ámbitos de la realidad nacional.
Lo que se ha estado experimentando y percibiendo en todas partes, y muy en concreto en nuestra propia sociedad, es el surgimiento creciente de la voluntad ciudadana con el claro y directo propósito de hacerse sentir como lo que es: el factor humano más determinante del accionar nacional. En ese orden, la presencia de la juventud se hace cada vez más notoria, dentro de la línea que se ha vuelto característica de los tiempos actuales, y dicha presencia no es estática ni mucho menos fantasmal, sino que viene con toda la intención de hacerse sentir y valer en un escenario que se renueva cada día, con un dinamismo que corresponde exactamente al temperamento y al ánimo de los jóvenes.
Esta, como decíamos, es una tendencia global, que se inserta espontáneamente en el nuevo escenario de convivencia intergeneracional que se abre paso como uno de los efectos más perceptibles de la dinámica globalizadora, que no sólo es geográfica sino también cultural, política y socioeconómica. El viejo esquema de límites encastillados que prevaleció en épocas anteriores ya no sólo dejó de funcionar en los hechos sino sobre todo de posibilitar aperturas hacia adelante, y eso los jóvenes lo perciben con bastante más claridad que las generaciones que les preceden.
Estamos sin duda en un escenario límite en muchos sentidos, y esto tenemos que asumirlo y asimilarlo todos con la claridad de visión y con la
DEBEMOS OÍRNOS ENTRE TODOS, DESDE LOS MÁS JÓVENES HASTA LOS MAYORES, PORQUE LA GLOBALIZACIÓN TAMBIÉN EN ESTE CAMPO ES TRANSVERSAL, Y SE CUELA POR TODAS PARTES SIN QUE NADA NI NADIE PUEDA PARARLA.
sanidad de intención que los tiempos demandan. Debemos oírnos entre todos, desde los más jóvenes hasta los mayores, porque la globalización también en este campo es transversal, y se cuela por todas partes sin que nada ni nadie pueda pararla. Desde luego, son los jóvenes los que mejor armonizan con la atmósfera que hoy impera, y por eso hacer causa común con ellos es una de las claves de la buena marcha.
Pasó el tiempo en que la línea de toda formación venía de arriba, de los que ya estaban formados. Ahora, todos aprendemos de todos, en una dinámica comunicacional que no tiene límites preestablecidos. Y, por la propia naturaleza de su etapa de crecimiento, los jóvenes tienen que dedicarse con especial empeño a conocer el pasado, a interpretar el presente y a visualizar el futuro. La política es una de las áreas vitales en tal empeño, pero no la única, porque la realidad es multidimensional, y así hay que enfocarla, descifrarla y aplicarla.
Y están surgiendo iniciativas muy sintomáticas al respecto. En estos días, para el caso, la llamada iniciativa “Patriotas”, que en su mayoría reúne a jóvenes, ha salido a la luz con el propósito de formar gente con criterio propio en temas como la política, la ciudadanía, la democracia y la coyuntura. De seguro otras iniciativas se irán sumando a este impulso destinado a sustentar la participación con insumos propios del presente. Y lo más importante es que vaya fortaleciéndose la perspectiva visionaria del sistema.