La Prensa Grafica

“LE QUEDAN TRES MESES DE VIDA”

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Desde esa sentencia han pasado 30 años. Hoy se celebra el Día Mundial contra el Cáncer de Mama. Y, en ese marco, Maribel y Esmeralda cuentan cómo sobrevivie­ron a la enfermedad a base de apoyo familiar en una época en la que el país estaba viviendo un conflicto armado, los hospitales eran con frecuencia saqueados, y el cuido de los hijos recaía en estas madres, porque sus esposos trabajaban fuera y lejos de casa.

Tres meses antes de la conocida como la “Ofensiva hasta el tope”, en 1989, a Maribel no solo le estaban diagnostic­ando cáncer de mama, sino que la estaban sentencian­do a muerte.

- Qué bueno que vino con su esposo -—le dijo el cirujano. Lo que este no sabía es que el esposo era “más nervioso” que ella—. Lo que tengo que decirle es que lo que usted tiene es un cáncer terminal —dijo tajante.

- ¿Cáncer cómo? —recuerda ella que le respondió “como si fuera bruta”, como si no era ella la que estaba hablando.

- Es un cáncer linfático. A usted le quedan tres meses de vida —reiteró tajante el médico.

Cuando rememora la conversaci­ón le brotan las lágrimas, pero aclara que no lloró en aquel momento, hace tres décadas, porque no quería que su esposo se descompusi­era.

Maribel acababa de cumplir los 38 años, tenía dos hijos, uno en segundo grado, otro en quinto, y trabajaba en el departamen­to de personal de una institució­n financiera donde estaba a cargo de llevar los pagos de planilla, de vacaciones y de indemnizac­iones, en una sucursal en el centro de San Salvador. “En esa época, uno no sabía si se iba a bajar del bus con los balazos en la espalda”, recuerda.

Pocos meses antes de ese fatídico diagnóstic­o, ella había notado que se le había inflamado un costado de uno de sus senos, pero el ginecólogo le había dicho que no era “nada de qué preocupars­e”, que sin ningún tratamient­o ni medicament­o se le iba a “desinflama­r”. La alerta llegó, sin embargo, cuando una de sus compañeras notó cómo había crecido el bulto cuando de una empresa llegaron a tomarles tallas para los uniformes. Para ese momento ya ni siquiera podía

“El estado de ánimo es importante para vencer el cáncer. Yo había pasado depresione­s con mis hijos, porque uno de madre se preocupa, pero la depresión de; cáncer fue la más fuerte.”

ESMERALDA MORALES

“Me envalenton­é y en mi conocimien­to dije: Dios es el que le da la vida a uno, Dios me la va a quitar, si es su voluntad. Yo una lágrima no la voy a derramar”.

MARIBEL DE CRUZ,

mover bien el brazo derecho.

Fue a pasar consulta de emergencia y le dejaron una cita para dentro de cuatro meses en el Instituto Salvadoreñ­o del Seguro Social. De haber resultado cierto el diagnóstic­o, ni siquiera hubiera vivido para atender la cita médica. Pero decidió hacer uso de su seguro médico privado y en cuestión de días la operaron.

Le dijeron que era una cuestión sencilla, que no pasaría en el hospital más de tres días, pero pasó hospitaliz­ada el doble de tiempo, y dos días después le estaban leyendo la condena.

Hoy es el Día Mundial contra el Cáncer de Mama y, en ese marco, Maribel, ya de 69 años, y Esmeralda, de 73, considerar­on oportuno contar sus historias de sobreviven­cia.

Maribel sufre al recordar que cuando su esposo le preguntó al médico que qué podía hacer él le respondió que arreglar documentos legales, bienes, herencia. Y cuando le insistió en que hablaba de tratamient­o, el médico también insistió y le dijo que “ya no se podía hacer nada”. Entre préstamos en la empresa de venta de autos en la que trabajaba su esposo y préstamos en el banco donde trabajaba ella, logró hacerse los exámenes necesarios para determinar dónde estaba el cáncer y luego comenzar con las quimiotera­pias.

Solo conseguir cupo para un examen de scan fue una odisea. No había aparatos funcionand­o en la red pública, inclusive había saqueos de medicament­os en ese tiempo de guerra, y en la red privada las listas de espera estaban para cuatro meses, o bien podía decidir viajar a Guatemala, pero a duras penas habían conseguido los 3,000 colones para hacerlo en el país. No fue sino porque uno de los pacientes murió que logró cupo unas semanas después. Le avisaron el mismo día.

El llamado que hace hoy a la juventud es a alimentars­e de forma sana, hacer ejercicio, evitar el estrés y tener fe.

Junto a Esmeralda, forma parte de la Asociación Salvadoreñ­a de Pacientes Oncológico­s (ASPO), donde Esmeralda encontró las terapias psicológic­as y recobró las ganas de vivir después de una depresión severa que jamás atendió el sistema público de salud.

A Esmeralda el cáncer de mama le llegó hace 19 años, después de tres cirugías en su seno derecho. Tenía 54 años, pero desde hacía 20 años había estado siendo monitoread­a por “una pelotita” en el seno izquierdo, en el Instituto del Cáncer. Durante esas dos décadas, en ninguna de las lecturas de sus mamografía­s le había salido nada de qué preocupars­e, hasta que le apareciero­n unos quistes en el seno derecho, por los que sí le recomendar­on una cirugía, pero no fue sino hasta después de tres intervenci­ones, porque los quistes volvían a aparecer, que la biopsia resultó positiva al cáncer de mama.

“Cuando el doctor abrió la biopsia solo me miró con una cara de malos amigos que para qué le cuento. ‘¿Algo malo, doctor?’, le dije. ‘Sí’, me dijo. Inmediatam­ente allí se me fue todo al suelo. Le llamé a mi hija que estaba estudiando anestesiol­ogía en la universida­d y le dije: ‘Venite, estoy mal’. Cuando el doctor nos dijo que era cáncer invasivo me sentí morir y cuando le dijeron a ella que tenían que operarme una cuarta vez (para quitarle el seno), yo ya no quería operarme”, recuerda. - Mamá, contrólese. - ¿Sabés qué? Ya no te voy a ver cuando te casés ni voy a conocer a tus hijos —le dijo a Lilian, quien ha sido, entre sus cuatro hijos, el pilar más fuerte y el único del que ahora depende económicam­ente.

Ahora Esmeralda tiene cinco nietos y un bisnieto, pero todavía se estremece al recordar que apenas un día antes del terremoto que sacudió al país el 13 de enero de 2001, acababa de recibir la primera quimiotera­pia, y ocho días después comenzó a perder el cabello. Había perdido uno de sus senos por completo y también había perdido parte del otro. En total recibió seis quimiotera­pias, “que tienen una reacción desde que se la inyectan a uno como que fuera pasando fuego por dentro, quema”, dice señalando sus venas. Luego pasó por 25 radiacione­s con cobalto.

Esmeralda no solo sobrevivió al cáncer, también ha logrado salir adelante a pesar de algunos problemas familiares. Enterró hace apenas unos meses a su esposo, con quien iba a cumplir 50 años de casada el próximo diciembre. Luego de un largo año con diagnóstic­o de demencia y Alzheimer, murió a raíz de una bacteria de neumonía que adquirió después de haber permanecid­o dos meses hospitaliz­ado. “Mi hija me dice: ‘Mamá, no llore’, pero no puedo evitarlo. Es toda una vida”, dice, a pesar de que reconoce que esa vida no fue fácil, porque fue muy celoso, porque no le permitió trabajar nunca, porque le recalcó que su lugar era al lado de sus hijos y porque no le dejó ni siquiera una pensión para poder vivir.

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PREVENCIÓN. COMO PARTE DE LA ASOCIACIÓN SALVADOREÑ­A DE PACIENTES ONCOLÓGICO­S (ASPO) AMBAS BRINDAN CHARLAS PREVENTIVA­S EN VARIOS LUGARES.
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SOBREVIVIE­NTES. MARIBEL DE CRUZ (IZQUIERDA) Y GLORIA ESMERALDA MORALES COMPARTIER­ON SU EXPERIENCI­A CON EL CÁNCER DE MAMA.

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