En el país una de las misiones fundamentales es la protección y el estímulo de nuestros niños y nuestros jóvenes
En ningún momento hay que perder de vista el hecho cierto de que en nuestro país persisten graves deficiencias y peligros constantes que afectan la vida de todos los salvadoreños, y muy en especial de los más vulnerables y de los más desprotegidos. Como esta es una realidad que viene haciéndose sentir prácticamente desde siempre, ya para muchos es algo natural entre nosotros, lo cual alimenta los propósitos de escape por la vía de la migración y estimula las tentaciones de caer en las redes del crimen, que está siempre al acecho para fortalecerse a costa de las distorsiones estructurales que padecemos. El flujo generacional se va sucediendo en el curso del tiempo, y cada vez resulta más complejo abrir espacios para la autorrealización personal en un ambiente tan contaminado y tan expuesto a las carencias de toda índole; y todo esto va multiplicando la urgencia de emprender labores reconstructivas en todos los órdenes de la vida nacional.
Por las profundas deficiencias que en ningún momento han dejado de estar presentes entre nosotros, la población nacional ha sufrido y continúa sufriendo anomalías e injusticias de toda índole. En el ámbito comunitario y en el seno familiar tales deficiencias se hacen aún más marcadas. Los embates del crimen y las deformaciones familiares hacen que la vida individual y la vida colectiva padezcan daños incalculables; y son los niños y los jóvenes las principales víctimas de tales estragos. Y al ocurrir esto en el comienzo de la vida, hay efectos destructivos que habría que evitar de manera plena e inmediata.
Temas como las dificultades de acceso al esquema educativo y la deserción escolar que provocan los distintos trastornos en las áreas de convivencia tienen una incidencia muy grave en la suerte de los salvadoreños que están al inicio de sus procesos existenciales. Hay que tener claro que la evolución personal es un proceso acumulativo en el tiempo, y que por consiguiente las fallas y los vacíos sobre todo al comienzo del mismo provocan daños irreparables que luego se manifiestan en el desarrollo individual y en el desenvolvimiento colectivo.
Y hay áreas en las que el descuido y la desatención golpean aún más a fondo, como son las
LOS EMBATES DEL CRIMEN Y LAS DEFORMACIONES FAMILIARES HACEN QUE LA VIDA INDIVIDUAL Y LA VIDA COLECTIVA PADEZCAN DAÑOS INCALCULABLES; Y SON LOS NIÑOS Y LOS JÓVENES LAS PRINCIPALES VÍCTIMAS DE TALES ESTRAGOS.
referidas a la inseguridad alimentaria y a la malnutrición, que siguen manifestándose campantemente con especial incidencia entre los sectores más desfavorecidos de la población. En 2018, el Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (CONASAN) lanzó la Política Nacional respectiva, tras identificar que la desnutrición crónica, el sobrepeso y la obesidad y las enfermedades crónicas derivadas necesitan tratamientos institucionales y sociales de largo alcance. Pero hasta el momento no se ven señales convincentes de que se avanza en forma en la línea de tal propósito.
Hemos señalado sólo unos cuantos aspectos dentro de una problemática de amplia diversidad y de múltiples consecuencias. En el centro se halla, como siempre, el imperativo de responder con la efectividad debida a las necesidades esenciales de toda comunidad humana, y muy en particular de aquellas que, como la nuestra, permanecen sobrecargadas de insuficiencias y de deformaciones. Esto hay que subrayarlo con toda sinceridad cada vez que sea oportuno.
Todos debemos recordar a diario que si no se atienden el presente y el porvenir de los seres humanos desde sus primeras etapas de vida nunca podrá haber seguridad sobre la suerte del conglomerado en su conjunto.
Afortunadamente todos estos temas se hallan cada vez más presentes en la agenda ciudadana, lo cual hace que las agendas políticas e institucionales no puedan desentenderse impunemente de ellos.