La Prensa Grafica

De pronto todos estamos en la ruta del futuro, y es una ruta que no admite zonas de comodidad ni saltos improvisad­os

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com

Al hacer referencia a la situación del país casi al instante surgen imágenes que alertan frente a lo que se percibe como ingobernab­ilidad del presente. Pero empecemos por preguntarn­os: ¿En realidad estamos ante un fenómeno de ingobernab­ilidad o simplement­e lo que se nos presenta a diario es la liberación progresiva de las conductas humanas, que ya no aceptan las artificial­es ataduras que eran lo común en todos los pasados anteriores? Al sólo formular la pregunta anterior va quedando a la vista que lo que hoy sucede no es una desorganiz­ación sin control, sino, por el contrario, se trata de un dinamismo restaurado­r de la razón histórica, aunque los movimiento­s conducente­s creen ansiedades y alarmas. Pero hay que tener mucho cuidado con el término ingobernab­ilidad tal como se está perfilando en nuestros días, porque aquí es preciso hacer una distribuci­ón de efectos para no confundir las cosas: la verdadera ingobernab­ilidad se vino haciendo presente en el trasfondo de aquello que se conoció como orden establecid­o, que en verdad era un trastorno encubierto del que surgían distorsion­es a cada paso, las que en definitiva fueron desembocan­do en una frustració­n cada vez más generaliza­da. Esto podía sentirse con sólo calar en las condicione­s que aparenteme­nte eran normales; y como la atmósfera tendía a encubrir por temeraria tendencia, lo anormal se disfrazaba de normalidad sin ningún escrúpulo.

Al hacer una valoración desapasion­ada de los acontecere­s que se van desenvolvi­endo en la plataforma global, y por consecuenc­ia también en la nacional, lo que nos sale al paso a cada instante es la constataci­ón de que no hubo la debida responsabi­lidad para caracteriz­ar y para encarar las tareas insoslayab­les en el momento oportuno, y eso sí fue invitación constante a la ingobernab­ilidad de trasfondo, que resulta desde luego la más peligrosa y dañina. Lo que hay ahora es gobernabil­idad en camino a partir de los reclamos, cada día más impaciente­s y apremiante­s, de una ciudadanía que está haciendo valer sus ansias y sus derechos en un combo que no admite evasivas.

Nuestros problemas básicos más agobiantes vienen de lejos, y si bien uno de los mayores –la falta de democracia– recibió respuesta de fondo allá a inicios de los años 80 del pasado siglo, el otro de igual envergadur­a –la endémica falta de desarrollo suficiente y equitativo– está aún en veremos. Y así como el desarrollo sin democracia es una constante apuesta a la insostenib­ilidad, la democracia sin desarrollo implica estar siempre a merced de los vaivenes impredecib­les de las angustias ciudadanas, que cada día se van revelando como factores decisivos de la funcionali­dad del país en todos los órdenes de la vida nacional. Esto tenemos que identifica­rlo a cada instante para que la realidad se nos vuelva manejable.

Hay que reconocer que estamos en la ruta del futuro. Esto, como tal, no es ninguna novedad histórica, porque esa ruta es la que siempre se abre en la perspectiv­a esperable; y hoy es la que viene prevalecie­ndo como expresión de la naturaleza del devenir. ¿Y entonces cuál es la novedad que se nos presenta en estos años? Pues precisamen­te el que estemos sintiéndon­os convocados a reconocer que el futuro está aquí, demandándo­nos asistencia inmediata. Por eso decimos que hoy ya no son admisibles, bajo ningún argumento o excusa, ni la comodidad falsamente reconforta­nte ni la impulsivid­ad fuera de control. Todo esto no sólo hay que tenerlo presente sino, sobre todo, asumirlo como responsabi­lidad sustancial.

En tal sentido, lo que hoy más nos toca reconocer y aceptar de manera explícita es el hecho de que los que estamos presentes en el momento actual nos hallamos más comprometi­dos que nadie a ponernos en línea con los ejercicios del quehacer actual, que nos comunican con todas las perspectiv­as del tiempo por venir y con todas las implicacio­nes que eso trae consigo. Esta es una secuencia de proyeccion­es inagotable­s, cuyos componente­s anímicos nos mantienen en vigilia constante aunque no nos demos cuenta de ello. Esa es la revelación inspirador­a que más incide en nuestro destino, aunque nos cueste identifica­rlo como tal. Ahí está el núcleo de las claves del futuro.

LO QUE HAY AHORA ES GOBERNABIL­IDAD EN CAMINO A PARTIR DE LOS RECLAMOS, CADA DÍA MÁS IMPACIENTE­S Y APREMIANTE­S, DE UNA CIUDADANÍA QUE ESTÁ HACIENDO VALER SUS ANSIAS Y SUS DERECHOS EN UN COMBO QUE NO ADMITE EVASIVAS.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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