Domingo 33° del TO. San Lucas 21. 5-19. Ciclo C.
Nos dices Señor, còmo algunos se preocupaban por la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, y les dices: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”. Te refieres, Señor, a la destrucción de Jerusalén en el año 70, que implicarìa la destrucción de Israel como Pueblo de Dios, y por ende de la Antigua Alianza que se sustituiría por la Nueva Alianza del Nuevo Pueblo de Dios: Tú Iglesia.
Señor, tus palabra invitan a tus discípulos a no tener miedo, sino a afrontar dificultades, incomprensiones y hasta persecuciones con confianza, perseverando en la fe en Ti.
Qué bien dices, «Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato».
Soy consciente de esta advertencia, desde el inicio la Iglesia vive en la espera orante de Tú retorno, discerniendo los signos de los tiempos y poniéndonos en guardia de recurrentes mesianismos, que de vez en vez anuncian como inminente el fin del mundo.
Nos enseñas que la historia debe seguir su curso, que implica también dramas humanos y calamidades naturales. En ella se va desarrollando tu proyecto de salvación al que has dado ya cumplimiento en tu encarnación, muerte y resurrección. Por eso Tu Iglesia, sigue anunciando este misterio, la va poniendo por obra con la predicación, con la celebración de los sacramentos y el testimonio de la caridad.
Vemos hoy Señor, con pena a muchos usurpando tu nombre como nos alertas en tu Evangelio. Se presentan como Mesías que confunden y cuestionan nuestro cristianismo haciéndonos un llamado a liberarnos y a alejarnos de las enseñanzas de la Iglesia que Tú fundaste, nos quieren hacer ver que es obsoleta e ineficaz. Ante todo ello, está presente Tu ejemplo, Señor, tienes las palabras y la sabiduría del Espíritu Santo, prodigando al mundo amor, fidelidad, esperanza, perdón y perseverancia.
Mi propósito en este dìa es agradecer especialmente al Señor, el tener Su persona, Su enseñanza y Su ejemplo de perseverancia. Seré dócil y obediente para aprender de sus enseñanzas, seguir sus directrices y amar profundamente a la Iglesia, como nos enseñó en su predicación.
Señor, tienes las palabras y la sabiduría del Espíritu Santo, prodigando al mundo amor, fidelidad, esperanza, perdón y perseverancia.