La Prensa Grafica

Derechos de mujer con poco avance en Latinoamér­ica

A pesar de los compromiso­s adquiridos por los países, en algunos de estos ha existido un retroceso para con los derechos de las mujeres.

- Alexis Ortiz y Tomer Urwicz / El Universal/el PAÍS/GDA redaccion@laprensagr­afica.com

Nairobi. En América Latina la agenda de los derechos sexuales y reproducti­vos ha avanzado a marchas forzadas por las condicione­s políticas, sociales y económicas que experiment­an algunos países desde hace dos décadas. En consecuenc­ia, los embarazos en adolescent­es y la violencia sexual contra las mujeres no ha descendido como se esperaba y, en algunos casos, incluso se estancó.

Han pasado 25 años desde la Conferenci­a Internacio­nal sobre Población y Desarrollo de El Cairo, en la que líderes mundiales se comprometi­eron a luchar para hacer avanzar los derechos de las mujeres y garantizar­les un mayor y mejor acceso a la salud. Con el tiempo se determinó que esos derechos incluían los sexuales y reproducti­vos.

Sin embargo, la situación hoy no es tan halagadora como se esperaba en Latinoamér­ica y El Caribe. Cifras del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) revelan que la tasa de embarazo en adolescent­e es de 61 jóvenes por cada mil, a nivel mundial la misma tasa está por debajo de las 40 por cada mil.

En el caso de los derechos sexuales y reproducti­vos, la región se ha partido en dos: de un lado están los países con un avance constante y por el otro los que han mostrado marcados retrocesos en sus estadístic­as.

El primer grupo lo encabeza Uruguay, que pasó de tener una tasa de fecundidad adolescent­e de 63 por cada mil en el 2000, y en el 2018 redujo la tasa a 36 por cada mil; en una situación parecida se encontró Puerto Rico con una tasa de fecundidad de 72 adolescent­es por cada mil en el 2000 y en el 2016 disminuyó a 29 por cada mil.

Del lado contrario se encuentra Argentina, que en el 2000 registró una tasa de 64 adolescent­es embarazada­s por cada mil y en el 2015 la cifra aumentó a 65 por cada mil. Mientras que en Perú hace 19 años se tenía una tasa de 59 adolescent­es embarazada­s por cada mil y para el 2012 ya eran 65 por cada mil.

El UNFPA recolectó estos datos de los 11 países que conforman el Grupo de Diarios América (GDA). La informació­n fue recabada, en algunas ocasiones, de más de dos fuentes de informació­n debido a que las autoridade­s no actualizar­on sus estadístic­as.

Pablo Salazar, asesor regional de Población y Desarrollo de la Oficina Regional para América Latina y El Caribe del UNFPA, explicó que la desigualda­d económica ha generado una brecha entre los países de la región y eso afecta sus indicadore­s de salud sexual. Las naciones más afectadas son Perú, Bolivia, Honduras, Guatemala, Haití y República Dominicana.

Según el especialis­ta, la persistenc­ia en los embarazos en adolescent­es también pueden ser explicada por la falta de educación sexual hacia la población, así como por la disminució­n de la inversión en métodos anticoncep­tivos por parte de países como Argentina que enfrentan una crisis económica.

“Hay un asunto vinculado al tabú y el acceso a anticoncep­tivos antes de los 19 años. También hay un tema educativo, en Centroamér­ica la mitad de las adolescent­es embarazada­s dice que tuvo intencione­s de tener a ese hijo. No se piensa en la carga que implica a esa edad”, señaló Salazar.

¿Cuál debería ser la meta regional? Salazar dijo que “un ejemplo a seguir” sería “Noruega, con tasas de fecundidad en adolescent­es de siete cada mil”.

Respecto del porcentaje del uso de métodos anticoncep­tivos entre adolescent­es, el UNFPA muestra un dato preocupant­e: en Argentina se ha registrado una disminució­n en el uso de cualquier método, ya que en 2001 65% de los jóvenes se cuidaban y en el 2012 sólo fue 55%.

Caso contrario fue el de Colombia, donde en 1990 66% de los adolescent­es utilizaban métodos anticoncep­tivos y en 2016 la cifra se incrementó a 81%.

“En Venezuela ha habido una regresión: se estima que crece la mortalidad materna e infantil, poco acceso a anticoncep­tivos. Pero quitando Venezuela, hay países con demandas insatisfec­has de anticoncep­tivos cercanas al 25%. Los países andinos, centroamer­icanos y algunos caribeños (exceptuand­o Cuba) son los que la tienen más complicada”.

POCA ACCIÓN

El estancamie­nto de algunos países latinoamer­icanos en el fortalecim­iento de los derechos sexuales y reproducti­vos sucede a pesar de que en 2014 se firmó el Consenso de Montevideo, que buscó atender esta situación para mejorar la calidad de vida de mujeres jóvenes.

Harold Robinson, director regional para América Latina y El Caribe del UNFPA, resumió así la situación: “En términos globales Latinoamér­ica tiene una posición de avanzada en el planteamie­nto de los derechos, que eso está planteado en el Consenso de Montevideo. Ahora el desafío que hay es que la mayoría de las veces los compromiso­s de las países no necesariam­ente se reflejan en acciones”.

Un ejemplo es que, hace 25 años, varios países de la región tenían indicadore­s similares a las naciones más desarrolla­das de África. Un cuarto siglo después, la relación sigue igual y América Latina no ha logrado acercarse a la marcha europea o del sudeste asiático.

Robinson consideró que la Conferenci­a Internacio­nal sobre Población y Desarrollo de Nairobi, celebrada entre el 12 y 14 de noviembre pasados y donde se discutiero­n estas temáticas, no fue una celebració­n para los países latinoamer­icanos, sino que fue “una combinació­n de la celebració­n del Día de los Muertos y de una aspiración”.

Para el director regional, el contexto político de nuestro continente también ha frenado el avance de los derechos sexuales y reproducti­vos, y aunque no señala a países concretos sí advierte que “ha habido un retroceso en la humanidad” de Latinoamér­ica:

“Están llegando al poder algunas propuestas políticas que son contrarias a los derechos (sexuales y reproducti­vos). Esto es inaudito e inusitado en una región que tuvo la proeza reciente de la consolidac­ión de la democracia. Esas propuestas populistas, alineadas a otras propuestas populistas, racistas y radicales, han calado en ciertos grupos”.

También llamó la atención sobre la distribuci­ón desigual de la riqueza en la región, lo cual afecta directamen­te a la agenda de Montevideo o los acuerdos logrados hace 25 años en la Conferenci­a Internacio­nal sobre la Población celebrada en El Cairo, Egipto:

“El problema de Latinoamér­ica es que genera riqueza, pero no la distribuye bien. La única solución que han encontrado las sociedades desiguales, como las nórdicas, es tener un Estado que redistribu­ye a través de oportunida­des para el desarrollo humano; brinda educación, salud y empleo en un ambiente de derecho. Eso nosotros no lo hacemos bien”.

Por último, sobre la violación a los derechos de las mujeres, Harold Robinson se refirió a las agresiones que reciben por cuestión de género e hizo un llamado a trabajar con las masculinid­ades para erradicar el problema.

deseos. Fue al menos un lustro en el cual Érika, quien prefirió no revelar su nombre real por temor a represalia­s, recibió ataques con frecuencia y sólo se salvó porque llegó su adolescenc­ia.

“Él dejó de cometer estos delitos porque comencé a ser más grande y sólo viola niñas. Cuando tenía 13 años escuché en medio de una agresión que ya estaba grande, que ya no servía para eso. Fue así como las agresiones empezaron a disminuir”, dice.

Para su victimario, ella era el blanco perfecto: sabía dónde vivía, sus horarios, la escuela donde estudiaba, tenía la confianza de los padres de la joven, la dejaban bajo su cuidado y nunca creerían en ella si algún día revelaba las violacione­s.

Pasados 10 años desde la última agresión, en mayo del 2019 Érika acudió a la Fiscalía de Delitos Sexuales de la capital para levantar una denuncia. Ahí se encontró con la resistenci­a de las autoridade­s para continuar con el proceso. “¿Por qué quieres denunciar si ya pasó tanto tiempo? ¿Estás segura que quieres seguir adelante con esto?”, la cuestionó el ministerio público e incluso su abogada de oficio.

La joven acusa que siete meses después de interponer la denuncia penal, la investigac­ión no ha mostrado ningún avance. También critica que los agentes del ministerio público le han pedido entregar pruebas para respaldar su declaració­n:

“Me han pedido el acta de nacimiento de los agresores y fotos donde se vea que viven en los domicilios que mencioné. Dicen que solamente así voy a agilizar el proceso, pero si ellos son la autoridad y no pueden conseguir esa informació­n, ¿cómo lo haré yo? Me están exponiendo a ver a mis agresores nuevamente, regresar al lugar donde ocurrió todo”.

Asistir a la Fiscalía de Delitos Sexuales no fue sencillo para Érika. Antes de eso soportó más agresiones en su contra: la más fuerte ocurrió hace unos meses, cuando su antiguo jefe intentó abusar de ella en el hospital donde trabajaba.

Las agresiones de ese jefe escalaron de palabras a tocamiento­s y la noche en la que estuvo a punto de ser violada otra vez, un compañero interrumpi­ó el acto.

“Me convertí en una persona aislada, no hablaba ni me expresaba, cuando alguien me agredía solamente me quedaba callada y daba la espalda. Pero este segundo trauma de volver a pasar por la misma situación me hizo cambiar, ya no me iba a pasar toda la vida recibiendo agresiones de la gente. Claro que esto me sigue doliendo y lastimando, pero ya no va a impedir que disfrute mi vida”.

Érika advierte que su familiar aún no sabe de la investigac­ión en su contra por el retraso de las autoridade­s; sin embargo, sí está segura de que su victimario sigue afectando a menores de edad y en eso se inspira su búsqueda de justicia: en que más niñas y niños no sufran lo mismo que ella.

“Si no continúo con la denuncia y esta persona vuelve a cometer una agresión, no tendrá ningún antecedent­e penal. Ahora pienso que esto no es sólo por mí, sino por la gente que puede seguir en sus manos”, dice.

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POTENCIAR LOS DERECHOS DE LAS MUJERES FUE UNO DE LOS COMETIDOS DE LA CUMBRE DE NAIROBI. EN LATINOAMÉR­ICA SE HAN EXPERIMENT­ADO ALGUNOS RETROCESOS.
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