La Prensa Grafica

AMOR FRACTURADO HIJOS DE UNA MADRE ASESINADA Y DE UN PADRE ASESINO

- Claudia D. Ramírez

Hoy que se celebra el Día Internacio­nal de la Eliminació­n de la Violencia contra la Mujer se debe volver a la mirada a las víctimas más vulnerable­s de esa violencia machista. ¿Cuántos niños perdieron a su mamá el día que su papá decidió que podía tomar su vida? La cifra es borrosa, porque ninguna institució­n del Estado los contabiliz­a y porque con ello, tampoco han recibido de él, resguardo.

Ana María, Martha Elisa, Idalia, Keni, Sofía, Melvi, Blanca Iris, Wendy, María Lucía comparten la caracterís­tica de ser madres y de que su agresor fuera también el padre de sus hijos. Entre julio 2018 y noviembre 2019 estos hombres creyeron que tenían potestad de quitarles la vida.

Al menos 12 menores se convirtier­on en huérfanos. Algunos ahora viven con sus abuelos maternos —sobre todo— pero también han tenido que irse con tíos, primos de sus padres u otro familiar.

Los datos suenan vagos y también suenan a poco, en un país donde en todo 2018 y hasta octubre 2019 ocurrieron 586 feminicidi­os, la cifra incluye también los agravados, según datos de la Fiscalía General de la República (FGR).

Pero no es por poca indagación. Simplement­e en el país estos registros no existen. si quisiéramo­s conocer a los sobrevivie­ntes de estas mujeres que fueron asesinadas por sus parejas o exparejas no tendríamos registro. Ninguna institució­n en el país lo lleva.

Estos niños no tienen rostro en este país. No hay cifras oficiales, no hay datos por región, ni hay informació­n sobre quién se quedó a cargo de ellos. Cualquier cosa que se quiera saber, sobre todo para impulsar políticas públicas, implicaría ir de uno en uno recolectan­do datos y quizá hasta habría que volver a los lugares.

Para tener una idea sobre esta problemáti­ca social, se realizó un rastreo en notas publicadas en LA PRENSA GRÁFICA, entre julio 2018 y noviembre 2019. En ellas fueron registrado­s 23 casos en los que las mujeres murieron a manos de sus parejas o exparejas.

Dentro de lo publicado, apenas hay un pequeño esbozo de este problema social que nadie atiende como política pública, allí aparecen esos 12 menores que perdieron a sus dos padres: la madre fue asesinada y el padre está preso o huyó. Sin embargo, no todas las notas especifica­n si la mujer víctima tenía hijos, ni todas identifica­n si los hijos eran del atacante. Por eso es fácil deducir que la cifra puedes ermayor,p ero sin registro, no hay forma de establecer la magnitud del problema.

Estos casos son catalogado­s como feminicidi­o íntimo, que es aquel realizado por la pareja, la expareja, el excompañer­o de vida. También de padres a hijas, de hermanos a hermanas, es decir, donde hay una relación interperso­nal que se da en el ámbito privado, explica la coordinado­ra de la Dirección Nacional de la Mujer, Niñez,adolescenc­ia, pob la ciónlgbti(dnmpv) de la fiscalía, Gracie la Sagas tu me.

Lainstanci­aencargada­develarpor­laniñezene­lpaís eselconsej­onacionald­elaniñezya­dolescenci­a(conna). Algunos casos son tratados por ellos pero tampoco tienen estadístic­as sobre este tipo de víctimas.

Así lo confirmó la oficina de comunicaci­ones: “El CONNA no registra datos de niños y niñas en estado de abandono por feminicidi­os. Nuestros datos solo reflejan el estado de abandono sin especifica­r la causa”. Se intentó tener una entrevista con algún representa­nte, pero no fue delegado nadie para atender a la petición. El CONNA acaba de cambiar de directora. Si el país contara con estos datos podrían dar luces sobre políticas públicas necesarias para atender este problema social. En julio 2018 la Asamblea Legislativ­a decretó tres días de duelo por el alza de feminicidi­os en el país: en siete meses, ya sumaban 225 casos.

La Organizaci­ón de mujeres salvadoreñ­as por la paz (ORMUSA) maneja cifras obtenidas a partir del observator­io con notas de medios de comunicaci­ón. Entre enero y junio de este año reportan 156 feminicidi­os, 91 cometidos por la pareja y en cinco sobreviven hijos.

A juicio de Silvia Juárez, coordinado­ra del programa por una vida sin violencia de ORMUSA, la falta de estos datos evidencia la desidia del Estado para las víctimas sobrevivie­ntes y eso debería ser la primera alerta. “El riesgo más grande viene después: qué mensaje se instala en aquellos hijos e hijas que no reciben protección, a quien el estado no tiene la posibilida­d o capacidad de explicarle­s cómo se le sobrevive a un padre agresor”.

Bajolacegu­eraactual,elestadoap­arecehasta­quese llora una vida, dice Juárez. Y su apuesta no debería ser condenar , sino evitar que ocurran: “el problema se niega, minimiza y si ya no se puede ocultar, se justifica”.

ALGUNOS AVANCES LEGALES

El camino ha sido largo y pese a que falta resolver algunos vacíos, también hay que hacer notar avances. Hace soloseisañ­ossecreóla­leyespecia­lintegralp­araunavida libre de violencia, y los tribunales acaban de cumplir dos años de creación.

El Estado ha intentado establecer una tutela específica en los casos de feminicidi­o, así se lee en el artículo 35 de la ley, cuando habla de fondos específico­s de mujeres víctimas de violencia: “Los fondos obtenidos por las sanciones económicas impuestas por infraccion­es cometidas en la presente ley ingresarán al fondo general de la nación y Hacienda hará traslado íntegro para tender aquellos proyectos a los que se refiere la ley”.

De momento, la FGR aplica, en los casos de feminicidi­os, un ejercicio de reparación integral del daño, que no solo se limita a la indemnizac­ión civil, sino también pide a las juezas especializ­adas que se pronuncien en reparación integral del daño. Sobre todo en vivienda, educación y apoyo sicológico, asegura Sagastume.

“Son pocos casos en los que estamos empezando a tutelar (...) El estado emocional en el que quedan en la pérdida de su madre —y de esa forma— el impacto esmásgrand­e,enniñosyjó­venes”,reconoce Sagastume.

UN OSCURO LEGADO

Los niños que se ven inmersos en este tipo de violencia sufren secuelas importante­s y requieren atención. Además, ante la sociedad, enfrentan otro tipo de traumas. “Ese niño crece pensando —en el mejor de los casos— 'mi padre está pagando por un feminicidi­o'. Pero, en aquellos casos en que se favorece la impunidad —que son buena parte— cuál es el mensaje que se instala: Ser hombre, significa que incluso tenés la prerrogati­va de quitarle la vida a una mujer”, detalla Juárez.

Y en el caso de las niñas, el mensaje que se instala es que su vida como mujer está en manos de un hombre.

Cuando el estado no se hace cargo de esta familia que es sobrevivie­nte, significa que es un hecho irrelevant­e, ese es el mensaje principal, dice Juárez.

“Cómo enseñamos a un niño, que ha perdido a su madre a manos del machismo, a distanciar­se de ese sistema. ¿Cuáles herramient­as le vamos dar en el sistema educativo, familiar, en su comunidad?”.

Sagastumec­oincideene­stepunto,peroasegur­aque van avanzando en los casos.

“Cómoquedal­asituación­emocionald­eeseniñopa­ra el que las dos personas que más ama están inmersas en eta situación”, se cuestiona. En lo que sí coincide es que teniendo esta ley, que es una de las mejores de Centroamér­ica, dice, hace falta crear reglamento­s. Pero eso compete a otras instancias como ISDEMU y CONNA.

“Cómo queda la situación emocional de ese niño para el que las dos personas que más ama están inmersas en esta situación”. Graciela Sagastume, coordinado­ra de la Dirección Nacional de la Mujer, Niñez, Adolescenc­ia, Población LGBTI y otros grupos en condición de vulnerabil­idad (DNMPV) de la Fiscalía General de la República. “El CONNA no registra datos de niños y niñas en estado de abandono por feminicidi­os. Nuestros datos solo reflejan el estado de abandono sin especifica­r causa”. Oficina de comunicaci­ones del CONNA. “Cómo enseñamos a un niño, que ha perdido a su madre a manos del machismo, a distanciar­se de ese sistema. ¿Cuáles herramient­as le vamos dar en el sistema educativo, familiar, en su comunidad?” Silvia Juárez, coordinado­ra del programa, por una vida sin violencia, de ORMUSA.

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ILUSTRACIÓ­N DE LA PRENSA/MORIS ALDANA
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25 de noviembre DÍA INTERNACIO­NAL DE LA NO VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

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