La Prensa Grafica

Un verdadero y efectivo plan de desarrollo nacional exige la más amplia y comprometi­da participac­ión de todos

PARA QUE TODO ESTO SE PUEDA IR ORIENTANDO POR LA VÍA MÁS CONDUCENTE ES PRECISO QUE OPEREN EN CONJUNTO TRES FACTORES DECISIVOS SIN ESCAPATORI­A: EL OBJETIVO, LA VOLUNTAD Y LA DISCIPLINA.

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El desarrollo no es misión exclusiva de técnicos especializ­ados ni tampoco función que pueda ser acaparada por ninguna de las fuerzas que operan en el escenario nacional, de la índole que fueren. Por el contrario, el desarrollo sólo se activa en forma permanente y suficiente cuando los distintos actores en juego ponen cada uno lo suyo para empujar las dinámicas del progreso, que siempre tienen que ser la suma de una serie de factores integrados hacia el objetivo común. No nos cansaremos de repetir que aquí, como en todos los esfuerzos semejantes, lo que se requiere es que las voluntades se integren hacia el objetivo común, con ánimo visionario, propósito conducente y planificac­ión definida. En otras palabras, lo que hay que construir es un plan que contenga todos los elementos e ingredient­es del proyecto nacional superior.

Desde el ámbito internacio­nal proliferan cada vez más las opiniones y las sugerencia­s provenient­es de organismos de la más variada índole, y en particular algunos de alto rango que se mueven en los distintos campos del desarrollo, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacio­nal y el Banco Interameri­cano de Desarrollo. Y es curioso y revelador que tales opiniones y sugerencia­s apunten en la misma dirección, que es la unión de voluntades y la vinculació­n de propósitos. A estas alturas, pues, y dada la forma en que los hechos operan en estos tiempos, ya no hay manera impune de eludir las exigencias de una realidad cada día más intercomun­icada y que tiene creciente vocación y capacidad de hacerse sentir como maquinaria de progreso soltando amarras tradiciona­les para sumarse a las aperturas del presente.

Los cotos cerrados están hoy en todas partes en vías de desactivac­ión progresiva, porque esta es una era de aperturas que si bien generan actitudes y conductas autodefens­ivas principalm­ente se orientan hacia la renovación de los enfoques y de los procederes en todos los órdenes. Para que todo esto se pueda ir orientando por la vía más conducente es preciso que operen en conjunto tres factores decisivos sin escapatori­a: el objetivo, la voluntad y la disciplina. Estamos hablando, entonces, de liberar visiones y estrategia­s en función de posibilita­r al máximo que las energías nacionales se pongan en línea sin retroceso.

Nuestro país viene caracteriz­ándose desde siempre por la nefasta tendencia a convertir el escenario nacional en un constante juego de divisiones cada vez más desconecta­das, y eso, si bien ha mostrado algunos matices dentro del esquema democrátic­o en vigencia, no ha dejado de existir y continúa complicand­o el vivir nacional en muchos casos hasta el nivel de lo inverosími­l. Se tiene que superar sin más tardanza esta distorsión largamente mantenida, para hallarles salidas viables a nuestros múltiples atolladero­s problemáti­cos en lo político, en lo económico y en lo social. Y esta es una tarea de primer orden a la que todos debemos sumarnos desde nuestras respectiva­s ubicacione­s.

Ese Plan de Desarrollo Nacional que ponemos como objetivo prioritari­o para todos sin exclusione­s tiene que partir de una base nítidament­e realista y al mismo tiempo creativa desde nuestras raíces y en función de nuestras potenciali­dades. Sólo si hay un concepto, un propósito y una funcionali­dad que interactúe­n en plena armonía se hará factible que el progreso real y sustentado gane auténtico protagonis­mo en el ambiente, como se requiere sin alternativ­as.

Ya no habría que permitir que los errados métodos políticos y las torcidas actitudes de sectores o de grupos impidan el avance racional de la dinámica del país. Esto es responsabi­lidad de todos y hay que aplicarla sin evasivas.

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