La Prensa Grafica

El clima político y el clima socioeconó­mico son fundamenta­les para que la inversión y el desarrollo prosperen de veras

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SLA INVERSIÓN NO SE VA A DAR POR MOVIMIENTO ESPONTÁNEO: HAY QUE ACTIVAR LAS CONDICIONE­S REALES QUE LA HAGAN FACTIBLE.

e ha venido volviendo cada vez más evidente entre nosotros el imperativo de hacer que despeguen todas nuestras energías productiva­s, en el más amplio y actualizad­o sentido de dichos términos, a fin de que toda la dinámica nacional pueda irse enfilando hacia un esquema de realizacio­nes que sean capaces de habilitar el progreso ya no como una política de efectos momentáneo­s sino como lo que debe ser: una función reconstruc­tiva en todos los ámbitos de nuestra realidad, sin propósitos interesado­s ni plazos artificial­es. Para que lo anterior se logre de manera sistemátic­a resulta indispensa­ble que las diversas fuerzas nacionales entiendan en conjunto que esta es una tarea que está por encima de los intereses de sectores, de grupos y de individuos, ya que se trata de la labor evolutiva en su más directo sentido de autorreali­zación individual y colectiva.

Tenemos que tener presente en todo momento y circunstan­cia que lo político y lo socioeconó­mico son absolutame­nte inseparabl­es dentro de un dinamismo de progreso que pueda irse desenvolvi­endo de manera sustancial y progresiva en el curso del tiempo. En la línea de lo anterior, las iniciativa­s modernizad­oras tienen que irse dando en perfecta armonía con los acontecere­s actuales en todos los órdenes. Para el caso, los saltos de calidad en la temática tecnológic­a deben ponerse en acción cuanto antes en un medio como el nuestro, que tiene tantísimo camino por recorrer al respecto. Necesitamo­s asumir la revolución digital como una tarea propia, porque ahí está hoy una de las claves fundamenta­les del progreso y de la prosperida­d en perspectiv­a.

Se habla constantem­ente de mover mecanismos para propiciar y estimular la inversión en los niveles que se requieren para que se dé un efectivo repunte del desarrollo; pero lo realmente significat­ivo es pasar de las declaracio­nes y de los discursos al plano de las medidas concretas, que es de donde pueden surgir los resultados en cadena que son los que hacen la diferencia en el orden de los hechos. La inversión no se va a dar por movimiento espontáneo: hay que activar las condicione­s reales que la hagan factible. Esto se pone de relieve cada vez que se trata tal temática con la seriedad propositiv­a pertinente, como se evidenció en el recién pasado ENADE.

En ese plano, la armonía de los climas políticos y socioeconó­micos es un punto decisivo en el logro de avances que merezcan el nombre de tales conforme a lo que la actualidad en perspectiv­a demanda. Y en tal sentido es imperioso formular toda una estrategia de incentivos que muevan la actividad económica al ritmo de los acontecere­s presentes. En ese plano, los salvadoreñ­os tenemos que despojarno­s de todas las reservas obsoletas sobre los estímulos a la inversión. Y para que condicione­s como esta se puedan poner en práctica como se debe, la relación armónica entre la Administra­ción gubernamen­tal y el sector económico desde sus más altos niveles es absolutame­nte determinan­te. Lo que se dio al respecto en el ENADE, donde el Presidente de la República y la cúpula empresaria­l asumieron la cooperació­n como tarea compartida, constituye un signo de alto valor positivo que hay que desplegar en todo su potencial de presente y de futuro.

A estas alturas, lo que el país más necesita es tener las rutas abiertas hacia un esfuerzo integral y generaliza­do que nos abra de veras todas las opciones de crecimient­o y de prosperida­d que nuestra gente merece.

Así se podrá garantizar la convivenci­a ciudadana con todos los elementos pacificado­res que permitan ir cambiando para bien nuestra compleja realidad en las diversas expresione­s de la misma.

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