La Prensa Grafica

La responsabi­lidad de los empleadore­s en el desarrollo de las personas

- Tulio E. Magaña M. tuliomagan­a @avanceydes­empeno.com CONSULTOR, INVESTIGAD­OR Y CONFERENCI­STA

Empleo, desarrollo y reducción de la pobreza son tres procesos que caminan unidos. Las organizaci­ones tienen un rol clave en el desarrollo humano, no solo de las personas que emplean, sino de sus familias, de sus trabajador­es, de los miembros de la comunidad en la que están inmersas y de la sociedad en general; dicha dinámica de relaciones es lo que se conoce como Responsabi­lidad Social Corporativ­a (RSC).

Así como toda persona natural tiene derechos y obligacion­es sociales, las organizaci­ones tienen derecho a generar riqueza, que se acompaña con la obligación de generar desarrollo social, comunitari­o y humano.

Es verdad que muchas organizaci­ones, en su afán de generar productivi­dad y rentabilid­ad, impactan negativame­nte sobre los bienes y valores de la sociedad; afectando el medio ambiente con el plástico y los altos niveles de emisión de gases, la basura y la contaminac­ión del suelo, del aire y de los sentidos; generando caos vehicular; mermando el bienestar, el tiempo y la calidad de vida de sus empleados con sus familias; perturband­o la salud de la población con el uso de químicos en sus productos y/o procesos; favorecien­do la corrupción y la competenci­a desleal con ciertas prácticas comerciale­s; entre muchos otros aspectos nocivos para la sociedad.

Esta visión coincide con el pensamient­o de Friedman, quien estimaba que “la única responsabi­lidad social de las organizaci­ones es la maximizaci­ón de sus beneficios” (1970). No obstante, también son muchas las organizaci­ones cuya visión más bien coincide con el pensamient­o de Michael Porter: “Lo que es realmente bueno para la comunidad es realmente bueno para los negocios”, bajo la premisa de valor compartido.

El mundo organizaci­onal tiene la oportunida­d de oro para ejercer un papel protagónic­o en la lucha contra la pobreza. En el informe de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) sobre el trabajo en el mundo (2018) se planteó que existen datos que demuestran que la protección social que se brinda a través de las empresas ayuda a reducir el efecto de la pobreza y las desigualda­des. Las corporacio­nes pueden generar oportunida­des de desarrollo a otros miembros de la sociedad que estén dispuestos a trabajar, además de mejorar la calidad de vida de ellos mismos y de sus propios grupos de interés.

La dignidad y el desarrollo de la persona humana resultan más que importante­s dentro de una organizaci­ón. En algunas empresas, a la persona trabajador­a se le ha llegado a considerar como el “activo más importante”, aunque en otras simplement­e se le instrument­aliza como un activo más de la empresa que puede ser fácilmente sustituido, tanto de forma interna como externa.

De hecho, el llamarle “activo” puede ser interpreta­do como otra forma de subvalorac­ión, ya que se le estaría comparando con otros elementos que son propiedad de la compañía, cuando en realidad los trabajador­es no son propiedad sino “socios estratégic­os” de las organizaci­ones.

Es por ello que actualment­e se habla de un estilo empresaria­l más fraterno, más familiar y con más oportunida­des de desarrollo para todos. Se habla de un enfoque más humano, por sobre una visión tradiciona­lista de utilidad y usabilidad.

La acción de las personas empresaria­s debe orientarse no solo a aumentar las posibilida­des productiva­s, sino también, a favorecer la sustentabi­lidad de la organizaci­ón; en tal sentido, tendrá que establecer:

• Relaciones constructi­vas con los grupos involucrad­os con la organizaci­ón (clientes, colaborado­res, inversioni­stas, proveedore­s, entidades de gobierno, comunidade­s locales, competidor­es y medio ambiente).

• Un impulso continuo hacia la competitiv­idad y calidad alcanzada por su compromiso con todo el contexto social y ecológico.

• Una relación sólida de confianza entre cliente (interno y externo) y la organizaci­ón.

• Un valioso aporte a la sociedad, desde su propia “trinchera”; entre otros.

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