La responsabilidad de los empleadores en el desarrollo de las personas
Empleo, desarrollo y reducción de la pobreza son tres procesos que caminan unidos. Las organizaciones tienen un rol clave en el desarrollo humano, no solo de las personas que emplean, sino de sus familias, de sus trabajadores, de los miembros de la comunidad en la que están inmersas y de la sociedad en general; dicha dinámica de relaciones es lo que se conoce como Responsabilidad Social Corporativa (RSC).
Así como toda persona natural tiene derechos y obligaciones sociales, las organizaciones tienen derecho a generar riqueza, que se acompaña con la obligación de generar desarrollo social, comunitario y humano.
Es verdad que muchas organizaciones, en su afán de generar productividad y rentabilidad, impactan negativamente sobre los bienes y valores de la sociedad; afectando el medio ambiente con el plástico y los altos niveles de emisión de gases, la basura y la contaminación del suelo, del aire y de los sentidos; generando caos vehicular; mermando el bienestar, el tiempo y la calidad de vida de sus empleados con sus familias; perturbando la salud de la población con el uso de químicos en sus productos y/o procesos; favoreciendo la corrupción y la competencia desleal con ciertas prácticas comerciales; entre muchos otros aspectos nocivos para la sociedad.
Esta visión coincide con el pensamiento de Friedman, quien estimaba que “la única responsabilidad social de las organizaciones es la maximización de sus beneficios” (1970). No obstante, también son muchas las organizaciones cuya visión más bien coincide con el pensamiento de Michael Porter: “Lo que es realmente bueno para la comunidad es realmente bueno para los negocios”, bajo la premisa de valor compartido.
El mundo organizacional tiene la oportunidad de oro para ejercer un papel protagónico en la lucha contra la pobreza. En el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el trabajo en el mundo (2018) se planteó que existen datos que demuestran que la protección social que se brinda a través de las empresas ayuda a reducir el efecto de la pobreza y las desigualdades. Las corporaciones pueden generar oportunidades de desarrollo a otros miembros de la sociedad que estén dispuestos a trabajar, además de mejorar la calidad de vida de ellos mismos y de sus propios grupos de interés.
La dignidad y el desarrollo de la persona humana resultan más que importantes dentro de una organización. En algunas empresas, a la persona trabajadora se le ha llegado a considerar como el “activo más importante”, aunque en otras simplemente se le instrumentaliza como un activo más de la empresa que puede ser fácilmente sustituido, tanto de forma interna como externa.
De hecho, el llamarle “activo” puede ser interpretado como otra forma de subvaloración, ya que se le estaría comparando con otros elementos que son propiedad de la compañía, cuando en realidad los trabajadores no son propiedad sino “socios estratégicos” de las organizaciones.
Es por ello que actualmente se habla de un estilo empresarial más fraterno, más familiar y con más oportunidades de desarrollo para todos. Se habla de un enfoque más humano, por sobre una visión tradicionalista de utilidad y usabilidad.
La acción de las personas empresarias debe orientarse no solo a aumentar las posibilidades productivas, sino también, a favorecer la sustentabilidad de la organización; en tal sentido, tendrá que establecer:
• Relaciones constructivas con los grupos involucrados con la organización (clientes, colaboradores, inversionistas, proveedores, entidades de gobierno, comunidades locales, competidores y medio ambiente).
• Un impulso continuo hacia la competitividad y calidad alcanzada por su compromiso con todo el contexto social y ecológico.
• Una relación sólida de confianza entre cliente (interno y externo) y la organización.
• Un valioso aporte a la sociedad, desde su propia “trinchera”; entre otros.