El sistema nacional debe contar con mecanismos preventivos eficaces para evitar el surgimiento de crisis
Más vale prevenir que lamentar, dice la sabiduría popular en una de sus expresiones más certeras y conocidas, y tal noción admonitoria se aplica prácticamente a todos los campos de acción de la actividad humana, desde lo individual más personalizado hasta lo colectivo más abarcador. Y para cualquier sociedad determinada el acatar dicha prevención puede llegar a volverse cosa de vida o muerte, según sean las circunstancias que estén en juego. Para nosotros, los salvadoreños, prevenir nunca ha sido una actitud debidamente arraigada y sistematizada en ninguna de nuestras expresiones de vida, y ahí se centra uno de los más graves riesgos que venimos padeciendo desde siempre, pese a que las consecuencias de ello debieron hacernos reprogramar nuestros esquemas principales.
En el ambiente, las crisis coyunturales se vienen sucediendo periódicamente, en los más variados ámbitos de la realidad nacional, algunas de ellas más dramáticas que otras, según sea la naturaleza de los casos que se presentan. Como ejemplo vivo y muy reciente de ello tenemos la crisis del abastecimiento de agua a la población, con una serie de contaminaciones verdaderamente alarmantes. De seguro no es la primera vez que esto ocurre, pero hoy el sentir ciudadano se hace valer con una fuerza cada vez menos ocultable y más imperiosa. Y al tratarse de un recurso tan vital e insustituible como es el agua, el impacto de la crisis se hace mayor, pues afecta de modo generalizado.
También en el área productiva hay que activar mecanismos de prevención de crisis, que deben partir de tratamientos verdaderamente eficaces en las distintas áreas de la productividad. Un ejemplo vivo de lo que pasa cuando se dejan estar las cosas sin aplicar medidas oportunas de estímulo y de promoción está en lo que viene pasando en el área del café, que fue nuestro principal producto de exportación por larguísimo tiempo y que hoy languidece en forma casi agónica. Casos como ese, de tanto impacto en la suerte de tanta gente, tendrían que hacernos revisar, y si es necesario replantear, las estrategias nacionales de manera sistemática.
En todas estas tareas se hace necesario articular una cooperación real entre sectores y actores de la
SE TRATA DE INTEGRAR ESFUERZOS EN TODO MOMENTO, A FIN DE QUE LAS CRISIS EVITABLES PUEDAN SER SOSLAYADAS SIN NINGÚN ARTIFICIO O SUPERFICIALIDAD.
más variada índole. Los sectores públicos y privados tienen que acompañarse de los actores nacionales e internacionales para poder mover iniciativas que permitan prevenir antes de lamentar. Se trata de integrar esfuerzos en todo momento, a fin de que las crisis evitables puedan ser soslayadas sin ningún artificio o superficialidad. Empecemos, pues, por tomar conciencia de todo lo anterior, para que las dinámicas se mantengan sanas y protegidas.
Para que la prevención opere realmente como tal debe constituirse en una forma de cultura activa e interactiva, ya que sólo a partir de esa base resulta factible establecer una plataforma procedimental con vocación de permanencia ordenadora. Y esto va íntimamente vinculado con el servicio a los mejores intereses de la población en general, que es la que siempre acaba pagando las facturas del descuido y de la irresponsabilidad de quienes actúan en su nombre.
Afortunadamente, la voluntad ciudadana se halla cada día más dispuesta a enfocarse críticamente sobre el quehacer de sus representantes, y éstos ya no pueden evadir sus responsabilidades con la impunidad que ha sido tradición en el ambiente. Esto lo estamos viendo ahora día tras día con una efectividad sin precedentes.
Las crisis nunca serán evitables del todo, pero sí se puede reducir su aparición con mecanismos anticipatorios oportunos y bien programados. Esto debe formar parte inequívoca de la función gubernamental, que por su propia índole conductora está llamada de anticipar acontecimientos con ánimo protector.