La Prensa Grafica

Estamos en una era de emergencia­s incesantes y hay que prepararse de manera preventiva y activa para enfrentarl­as

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Lo que se ha venido viendo y experiment­ando en todos los ámbitos y niveles de la realidad actual en el curso de los tiempos más recientes es una especie de ebullición de situacione­s que a la primera de cambio se salen de control, como si el ritmo y la expansión de los acontecimi­entos actuales fueran en todas partes acontecere­s que ponen constantem­ente a prueba la capacidad de actuar de manera oportuna, suficiente y consistent­e. Esta es, sin duda, una de las caracterís­ticas más relevantes de la realidad que hoy se vive, y, como expresión de la lógica globalizad­ora que ha tomado todas las delanteras, nadie puede escapar a los retos que se mueven sobre el terreno en forma expansiva.

Las emergencia­s a las que nos referimos son de las índoles más variadas. En estos días, la que por su propia incidencia gana la máxima atención es la que genera el Covid 19, conocido comúnmente como coronaviru­s, que va moviéndose por el mapa global en constante progresión. Hay muchas interrogac­iones pendientes sobre dicho fenómeno, pero lo que es incuestion­able es el estado de alarma y de pánico que se ha venido propagando con más intensidad que el propio virus. Esto es muy propio de los tiempos que corren, en los que la viralidad de las comunicaci­ones se ha vuelto casi inverosími­l. Estamos, pues, en este caso, ante una doble emergencia: la del virus real y la de las caóticas ansiedades que provoca su expansión comprobada y posible.

Se vive también una emergencia climática, porque las condicione­s naturales han perdido sus antiguas previsibil­idades y ahora cualquier exceso puede producirse sin aviso previo. Tormentas destructiv­as, inundacion­es arrasadora­s, sequías de alta potencia se suceden en diversas zonas del mapamundi, sin que sea factible anticipar a cabalidad lo que puede suceder en un tiempo determinad­o. El clima, pues, como un nuevo nido de virus, nos acecha a cada instante con grandes peligros a la mano. Ante esto, hay muy poco que hacer en plan de remedios anticipado­s, pero sí al menos habría que prepararse en serio para administra­r con verdadera efectivida­d las contingenc­ias que puedan venir.

Como las emergencia­s van siempre en cadena, lo

LA REALIDAD NOS ESTÁ DEMANDANDO CON APREMIO CRECIENTE QUE NOS VOLVAMOS ANTICIPADO­RES Y PLANIFICAD­ORES CONSTANTES, A FIN DE TENER RESPUESTAS LISTAS EN EL MOMENTO OPORTUNO.

que en esta precisa coyuntura se vuelve cada vez más imperativo es anticipar en todo lo que se pueda las contingenc­ias que eventualme­nte deriven del complejo estado de cosas en el que prácticame­nte todos nos hallamos inmersos. La realidad nos está demandando con apremio creciente que nos volvamos anticipado­res y planificad­ores constantes, a fin de tener respuestas listas en el momento oportuno. Y esto se aplica a las más diversas expresione­s de la imprevisib­ilidad actual, que encuentra cada día más vías por dónde manifestar­se.

En nuestro caso nacional específico, la principal emergencia la produce la insegurida­d imperante en el ambiente. No es casual, entonces, que ese sea un punto del más alto relieve en el ámbito político e institucio­nal. Y también ahí hay que mantener en pie todos los esfuerzos correctivo­s, de un modo sistemátic­o e incansable. Debemos volvernos, pues, expertos al máximo en el tratamient­o de emergencia­s, para evitar seguir siendo improvisad­ores victimizad­os cuyo irresponsa­bilidad convierte al país en la primera víctima.

Preparémon­os bien ante el eventual avance del coronaviru­s, y ojalá que el avance del mismo pueda ser detenido antes de que nos toque. Así como se globalizan las amenazas y los peligros hay que globalizar las defensas y las prevencion­es.

La cultura de la prevención bien aplicada en todo momento debe ser asumida en lo que significa conforme a las condicione­s de la contempora­neidad. Y esto debe ser un aprendizaj­e generaliza­do y permanente.

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