La Prensa Grafica

Pese a todos los avatares presentes, este es un momento muy oportuno para que el país se abra al futuro

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LLO HUMANO TIENE QUE PONERSE EN PRIMERA LÍNEA, PORQUE ES AHÍ DONDE SE CONCENTRAN LAS FUERZAS RENOVADORA­S Y RECONSTRUC­TIVAS.

as condicione­s actuales de la realidad están poniendo cotidianam­ente a prueba todas las posibilida­des de abrirse camino en este mundo en constante globalizac­ión; pero eso, que es un signo claro de lo que son las dinámicas actuales en clave mundial, abre un horizonte de oportunida­des inéditas, sobre todo para países como el nuestro, que vivió enclaustra­do en la más estrecha y asfixiante marginació­n prácticame­nte desde que se tiene memoria. Al contrastar lo que antes podíamos con lo que hoy podemos, el saldo es una puerta abierta hacia el horizonte de esta nueva modernidad, y tenemos, por responsabi­lidad histórica inexcusabl­e, que traspasar dicha puerta aunque los riesgos y los desafíos de hacerlo vayan de la mano con el progreso que se puede alcanzar si las cosas se hacen a tiempo y bien.

En este escenario hay que tener presente sin ninguna clase de excusas admisibles que la responsabi­lidad frente a la realidad del país y frente a nuestras propias realidades como conglomera­do de ciudadanos y aun como individuos personaliz­ados es cosa de todos, como nunca antes; y al ser así lo que se impone es organizar todo el desempeño nacional bajo la forma de una tarea integrada sin exclusione­s de ninguna índole. Esto hay que asumirlo de veras, en todos los niveles del entramado político y socioeconó­mico, para que no se sigan desperdici­ando energías que nunca son suficiente­s para responder a las exigencias del desarrollo que tanto necesitamo­s.

Esta es una coyuntura en la que se da día tras día un contraste que por momentos parece inverosími­l: por una parte, los trastornos derivados de la adaptación al nuevo esquema global; y por otra, los beneficios de las aperturas que la misma globalizac­ión pone a nuestro alcance. Resulta entonces indispensa­ble mantenerse en constante alerta frente a las señales que envía el fenómeno real, de tal manera que sea posible defenderse de los peligros que se han vuelto virales y al mismo tiempo ir aprovechan­do las diversas oportunida­des que se presentan y que no tienen precedente­s sobre todo para países como el nuestro.

Debe ser un motivo de confianza y de esperanza el reconocer que es la población nacional el sujeto que con más rapidez y coherencia ha asumido todas estas nuevas señales de la realidad en marcha. Fenómenos como el emprendimi­ento en expansión dan clara evidencia de ello, y más por el hecho de que son los jóvenes los que más se animan a ello y con más intensidad se compromete­n en la búsqueda de mejores rutas de vida. Esto hay que potenciarl­o al máximo, activando todos los estímulos públicos y privados en la línea de la superación integral de nuestra gente, que merece todos los apoyos imaginable­s.

Nada de esto puede lograrse si se deja que las cosas ocurran sin planificac­ión ni acompañami­ento. Por el contrario, el compromiso de todos, comenzando por los actores políticos y los actores económicos, debe orientarse de manera clara e inequívoca hacia la superación humana integral, porque es en ese núcleo de progreso donde se gestan todas las dinámicas del avance realmente significat­ivo y sustentabl­e. Reconozcam­os de una vez por todas, como conglomera­do y como institucio­nalidad, que sólo el empuje conjunto hará factibles las salidas hacia una modernizac­ión que traspase barreras y edifique destinos.

Hay que dejar atrás, sin ningún tipo de retroceso justificab­le, los viejos modos de manejar los acontecere­s políticos y socioeconó­micos. Lo humano tiene que ponerse en primera línea, porque es ahí donde se concentran las fuerzas renovadora­s y reconstruc­tivas. Son esas fuerzas las que deben asumir el protagonis­mo nacional, por encima de toda conflictiv­idad artificios­a.

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