Shipilín cambió las risas por el servicio a domicilio
Debido a la prohibición de la realización de eventos por la pandemia, a este payasito le ha tocado buscar otras fuentes de ingresos.
AMauricio Efraín Campos, de 30 años, le ha tocado reinventarse muchas veces. Desde que tenía 11 años comenzó a trabajar y ha realizado diferentes funciones, desde vender pescado, celulares, ser llantero, barbero, animador de audio estacionario, hasta iniciar el emprendimiento de una pupusería, una especie de todólogo que ha pasadp por muchos oficios, en Santa Ana.
Desde hace nueve años, por esas cosas de la vida, descubrió a su otro yo, al payaso Shipilín, personaje con el que realiza sus actos de comedia familiar, humor blanco sin doble sentido, con el que cada fin de semana fomentaba la alegría.
“Toda la vida ha sido enfocada al trabajo duro, al amor por el trabajo, que lleve ingresos honestos, ingresos para solventar las necesidades diarias del hogar. El payaso Shipilín surge por una invitación de un amigo, que me dijo que había una oportunidad de trabajo para un payaso y él me prestó toda la indumentaria y el maquillaje, él solo una vez me lo dijo y el contrato era para una semana y a mí me gustó, con ese dinero me fui a comprar ropa a los usados y zapatos grandes y ahí nació Shipilín”, manifestó Mauricio Efraín.
El nombre, recuerda, fue una sugerencia de sus compañeros de trabajo de una pizzería donde estuvo como encargado, ya que para referirse a ellos no lo hacía por su nombre, sino con el sobrenombre chipilín, pero para variarlo, a su personaje le cambió la C por la S.
Con este personaje, asegura, comenzó a ganar terreno en el medio artístico y los contratos comenzaron a llegar, al punto que hasta antes de la cuarentena por la emergencia, no había fin de semana que no estuviera contrato para sábado y domingo, pero cuando ya tenía bien establecido su personaje y el nombre de Shipilín ya había ganado notoriedad en el medio, lo que incluso lo llevó a salir del país para hacer sus presentaciones, la pandemia del covid-19 volvió hacer que Mauricio Efraín se reinventara.
Por la pandemia se prohibieron las reuniones y celebraciones, el área de trabajo de Shipilín, con lo que se había ganado la vida sus últimos nueve años, e hizo que Campos guardara su traje y comenzara a pensar qué hacer.
“La pandemia obligó a todos los sectores artísticos a no hacer eventos, obligó a los salones de belleza y barberías a cerrar sus locales, qué era lo único que me quedaba, el transporte privado, me pusieron cadenas en las manos, en los pies, pero no en la mente, que es la que nos hace reinventarnos, entonces dije voy a trabajar el domicilio, tengo moto, investigué y me metí, compré una mochila para la comida y comencé a repartir comida que hacen otros emprendedores”, aseguró.
Campos señala que comenzó a contactar a emprendedores locales, principalmente a vendedores de comida, poniendo a su disposición el servicio de llevarles sus productos a sus clientes, haciendo uso además de las redes sociales para promocionar el servicio, por el cual cobra una cantidad módica. Y entonces, como con los contratos para el payaso Shipilín, las llamadas para solicitar su servicio llegaron a su número celular y guardando las medidas de bioseguridad necesarias, comenzó a llevar comida y encomiendas a domicilio, un negocio que le ha funcionado y del que ya visualiza como su principal fuente de ingreso para su familia una vez pasada la emergencia.