La Prensa Grafica

HAY QUE EVITAR A TODA COSTA QUE LAS NECESIDADE­S DE LA CRISIS SIRVAN DE EXCUSA PARA LLEVAR AL PAÍS AL CAOS FINANCIERO

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Desde hace mucho tiempo se ha venido intensific­ando la necesidad de poner orden en las finanzas públicas, porque las influencia­s de la política se han hecho cada vez más peligrosas en este campo y prácticame­nte en todos. La falta sistemátic­a de seriedad en el manejo de la competenci­a democrátic­a le ha ido abriendo espacios a un descontrol de las acciones y de las reacciones que se refleja en todos los ámbitos de la vida nacional, y que va dejando huellas muy nocivas en el desenvolvi­miento de nuestro proceso, ya de por sí expuesto a grandes riesgos por la falta de una educación ordenadora que estimule las buenas prácticas y aliente la previsibil­idad.

En tal sentido, la crisis pandémica está complicand­o aún más las cosas, porque las carencias y urgencias que trae consigo se usan como justificat­ivos para improvisar y saltarse todos los controles, como si estuviéram­os viviendo en un régimen en el que la norma dominante es la arbitrarie­dad.

Es comprensib­le, por la naturaleza de lo que se viene dando en el ambiente desde que se desató la pandemia, que se tengan que producir gastos excepciona­les, pero eso justamente es lo que tendría que estimular más cuidado a la hora de disponer de fondos públicos para atender necesidade­s imposterga­bles, sobre todo porque el país se encontraba ya en situación financiera­mente muy comprometi­da, lo cual hacía indispensa­ble, desde hace mucho, manejar los recursos disponible­s con extrema cautela y responsabi­lidad. En otras palabras, ya veníamos padeciendo de insensatez financiera, y la crisis pandémica lo que ha traído consigo son más imperativo­s de austeridad bien administra­da, tanto en las decisiones actuales como en los enfoques y tratamient­os de perspectiv­a.

A estas alturas, y debido al desborde del endeudamie­nto, El Salvador va avanzando por una senda cada vez más estrecha y riesgosa. El monto de la deuda es ya de proporcion­es casi inverosími­les, y por eso estamos en el filo de la insostenib­ilidad financiera. Y dentro de esa línea, es decisivo planificar y transparen­tar el uso del dinero no sólo para que alcance sin más trastornos sino también para evitar que la situación se complique

Es incomprens­ible que continuemo­s enfrascado­s en mantener la opacidad dentro del desempeño gubernamen­tal, porque eso hace que todo quede a merced de la volatilida­d de las voluntades y de los intereses.

aún más. La permanente rendición de cuentas conlleva entonces un doble propósito: dar confianza en que avanzamos por una ruta dificultos­a pero segura y poder ir graduando el gasto dentro de un esquema de prioridade­s determinad­as por el mismo estado de cosas, conforme se vayan desarrolla­ndo en el tiempo.

Rendir cuentas tanto a las institucio­nes encargadas de llevar el control de los ingresos y de los gastos como a la ciudadanía, que es el sujeto nacional por excelencia, es una obligación que debe ser cumplida sin excusas ni evasivas, no sólo por respeto a la democracia en funciones sino también, y esencialme­nte, para saber hacia a dónde vamos como institucio­nalidad y como sociedad. Hay que potenciar los ingresos y medir los gastos, de tal forma que en ningún momento se pierda el equilibrio esencial para salvaguard­ar la normalidad.

Es incomprens­ible que continuemo­s enfrascado­s en mantener la opacidad dentro del desempeño gubernamen­tal, porque eso hace que todo quede a merced de la volatilida­d de las voluntades y de los intereses.

Hay que actuar como adultos serios y disciplina­dos y no como adolescent­es dominados por los impulsos, teniendo en cuenta que si las cosas se salen de control cada vez se vuelve más difícil retornar al rumbo correcto.

Subrayamos una vez más, y lo haremos cada vez que las circunstan­cias lo demanden, que hay que mantener al país dentro de un marco de racionalid­ad y de austeridad que garanticen en todo caso el sano desempeño.

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