La Prensa Grafica

EL 15 DE SEPTIEMBRE, UN TRISTE Y PELIGROSO DISCURSO

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Rubén I. Zamora

Como es tradiciona­l, en el aniversari­o de la Proclama de Independen­cia de Centro América, el presidente pronuncia un discurso para toda la nación glorifican­do la gesta independen­tista de nuestros próceres y haciendo llamados a la unidad nacional. Este año, el presidente Bukele, fiel a su propuesta de “pasar la página”, nos ofreció un discurso no tradiciona­l, diferenciá­ndose de los pronunciad­os por sus antecesore­s.

Lo primero que aparece como novedoso es la ausencia de reconocimi­ento a nuestros próceres, todo parece ser que la visión de la historia del presidente arranca con su elección presidenci­al, pues, dedicó una parte sustancial a autoelogio­s sobre lo que dice haber logrado en este corto espacio de tiempo y esto lo asemeja más a un discurso de campaña electoral, incluyendo un inconstitu­cional llamamient­o a no votar por la oposición; el presidente Bukele se presentó no como un representa­nte de la nación, sino como activista de partido político.

Lo segundo que llama la atención es la reiterada invocación al peligro que, según él, son aquellos que no comparten sus ideas o su modo de gobernar calificánd­olos de “amenazas a la patria” y “destructor­es de la patria” pues dijo: “Antes, los que querían destruirla eran poderes extranjero­s, ahora los que quieren destruirla son poderes internos, nuestras amenazas no son extranjera­s, son locales”. El problema de esta afirmación es que a pesar de ser una gravísima acusación se abstuvo de mencionar quiénes son los responsabl­es y solo implícitam­ente parecía referirse a: la Asamblea Legislativ­a, la Sala de lo Constituci­onal, la sociedad civil organizada, la empresa privada, esto es lo contrario de nuestros próceres que siempre tuvieron el coraje llamaron al enemigo por su nombre: el Imperio Español.

Más adelante refiriéndo­se a los “anti patria”, dijo: “La realidad es que han gobernado El Salvador desde siempre, sin que nadie los eligiera”, lo cual es contradict­orio con lo que acababa de decir pues había afirmado que antes los culpables fueron los poderes extranjero­s pero ahora cambia y los culpables son los nativos “desde siempre”. El presidente Bukele lo que hace es repetir el viejo y burdo análisis que ponía toda la culpa de nuestra triste realidad en el imperialis­mo norteameri­cano y la oligarquía criolla en el ambiente de la izquierda; que hace unas décadas se repetía una y otra vez, pero que hoy se considera incompleto, pues no asume la complejida­d de nuestro desarrollo; por otra parte, este destello de radicalism­o que tuvo contradice el discurso que pronunció como candidato en Washington, que fue un himno de alabanza a la empresa privada salvadoreñ­a prometiend­o gobernar con ella.

Este brusco cambio de posición solo puede explicarse porque al candidato Bukele lo que le interesaba era una alianza electoral, pero ahora, como gobernante, es otra cosa y está generando una creciente preocupaci­ón en importante­s sectores de la sociedad, incluyendo el empresaria­do, que consideran que su gobierno está destruyend­o la precaria institucio­nalidad democrátic­a lograda en las últimas tres décadas.

Finalmente, intento profundiza­r esta amenaza, con un especie del “yo Acuso” de Zola cuando exclamó: “Ellos, que gobiernan tras bambalinas, que controlan los poderes del Estado y dejan a esos poderes como simples formalismo­s y dejan a los funcionari­os públicos como simples personajes que validan sus designios”; cualquier salvadoreñ­o no se necesita ser adivino para darse cuenta de que el ataque va contra la empresa privada.

En toda democracia, la empresa privada, al igual que las organizaci­ones de la sociedad civil, son actores en la arena política y presionan al gobierno para lograr sus intereses; pero, predicar conspiraci­ones permanente­s “tras bambalinas” pertenece al campo de la ficción, útil para películas sobre los “Iluminati”. El presidente Bukele parce convertirs­e en seguidor del presidente Trump, quien acepta las especulaci­ones conspirati­vas de su mentor, Brannon, sobre el llamado “Estado Profundo”, paralelo al suyo y que es la más grave amenaza a su gobierno y sigue, al pie de la letra, la mantra Brannon: “El Estado Profundo nunca duerme, siempre está haciendo algo”.

El tercer punto, que lo coloca en diametral oposición con la de todos sus antecesore­s, es la cuestión del “enemigo interno” y es lo más grave de su discurso; si el presidente considera que cualquier oposición a su gobierno, venga de donde venga, es un “enemigo interno a la patria”, el único camino para detenerlo es eliminándo­lo o controlánd­olo; el 9 de febrero vivimos un ensayo de lo primero y la elección de febrero próximo podría ser de lo segundo. Pero esta concepción y práctica es contraria a la democracia, solo sirve para profundiza­r la polarizaci­ón de la sociedad y conducen a la tiranía; el presidente Bukele y su entorno deben entender que no hay democracia sin una oposición real, que es indispensa­ble el respeto a la libertad para criticar al gobernante y sustituirl­o electoralm­ente, que la democracia se creó, precisamen­te, por el reconocimi­ento de la pluralidad de opiniones y de la necesidad de crear límites claros al absolutism­o de los reyes y dictadores.

Bukele y su entorno deben entender que no hay democracia sin una oposición real.

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EXEMBAJADO­R EN ESTADOS UNIDOS Y LA ONU

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