La Prensa Grafica

DICTADOR A LA VISTA

- Danilo Arbilla

A los gobernante­s les fastidia la libertad de expresión y la prensa independie­nte. Le pasa a la gran mayoría de los políticos cuando acceden al poder. En el llano y la oposición son fanáticos defensores de la libertad de prensa, pero cambian al ser gobierno. Le pasó a Thomas Jefferson. Lo señaló certeramen­te John Milton en su monumental Areopagíti­ca al denunciar la conducta “de los Obispos”. Si por ellos fuera les gustaría hasta actuar o moverse sin prensa para que no les molestaren en su tarea de gobernar por “el bien del pueblo”. En las sociedades democrátic­os los frena la Constituci­ón, la separación de poderes, el Estado de derecho que rige y da garantías.

Las propias conviccion­es democrátic­as cuando las tienen son la ayuda para sobrelleva­r esa “carga”. Es el precio: la libre acción de la prensa y los periodista­s independie­ntes que constituye­n el principal instrument­o para que el pueblo ejerza plenamente su derecho a la informació­n, y sepa a fe cierta lo que hacen sus representa­ntes.

Hay quienes no lo aguantan y arrasan. Concretan sus aspiracion­es dictatoria­les. Y para el dictador lo primero es acallar la prensa y manipular la informació­n que recibe el ciudadano. Es en ese ámbito que hacen lo que quieren: persiguen, meten en la cárcel o expulsan a opositores y disidentes, reprimen, torturan, matan, roban a manos llenas, se enriquecen sin límites y todo tapado, sin denuncias perturbado­ras y por supuesto, por el mejor “interés del pueblo”.

Cosa inquietant­e de los últimos tiempos es la aparición de candidatos que hacen de la prensa, la independie­nte, el principal blanco en sus campañas electorale­s. Los medios, los periodista­s, para ellos son los villanos. Son los casos de Trump, de Bolsonaro, del salvadoreñ­o Nayib Bukele. Lo serio es que ganaron. Todos ellos llegaron a presidente.

Primera cosa: la propia prensa y los periodista­s deberíamos hacer un profunda autocrític­a. Una revisión sin prejuicios, de cómo estamos haciendo la tarea y de si hemos cuidado con acierto nuestra credibilid­ad. El lado bueno, que por suerte los hay, es que frente a esas “malsanas” visiones y conductas, están las garantías institucio­nales. Los otros poderes. El Estado de derecho. Y eso es lo que ha pasado en EUA y Brasil, donde los arremetida­s de Trump o Bolsonaro tienen límites.

Pero eso no pasa en El Salvador cuya situación, debido a los desbordes de poder, es motivo de denuncia de organizaci­ones de defensa de las libertades y derechos y de periodista­s e intelectua­les. Nadie debería mostrarse sorprendid­o: Bukele lo dijo, lo pregonó. Ganó las elecciones y una de sus banderas era contra la prensa libre.

Desde que asumió comenzó a abusar de su poder para perseguir a la prensa. Investigac­iones policíacas, persecucio­nes fiscales, ataques e insultos continuos a la prensa opositora y a la independie­nte, a periodista­s, a dueños de medios, incluso usando la cadena nacional, desconocie­ndo decisiones judiciales, inventando delitos desde el poder. Con ribetes de terrorismo de Estado. El objetivo, claro, es tener todo el poder en su puño, con algunas cesiones formales de tipo cosmético, si fuere preciso. Seguir el camino que con dificultad­es transita Nicolás Maduro en Venezuela pese a contar con el decidido apoyo, que ya no pueden disimular, de los socialista­s españoles más sus socios de Podemos y del papa. Ortega lo ha hecho mejor en Nicaragua, y en Ecuador no lo hizo tan mal, mientras le duró, Rafael Correa.

Y el presidente salvadoreñ­o en ese afán de adueñarse totalmente del congreso, pergeñó alguna alianza, que ni con el diablo. El problema fue que la prensa, los periodista­s, le destaparon el tarro. Bukele no soportó esa contraried­ad y endureció sus ataques en su guerra contra prensa y periodista­s.

La libertad de expresión, sin duda, está en peligro en El Salvador. Y cuando la libertad de expresión es víctima es porque sus victimario­s pretenden hacer lo que quieran, sin que se los moleste con críticas, denuncias o investigac­iones periodísti­cas o detalles jurídicos. Ni más ni menos que hacer lo que hacen los dictadores.

Bukele lo dijo, lo pregonó. Ganó las elecciones y una de sus banderas era contra la prensa libre.

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