SI NO HAY DISCIPLINA QUE SE MANTENGA EN EL PLANO SOCIAL, CUALQUIER IRREGULARIDAD PUEDE CONVERTIRSE EN PANDEMIA DEL COMPORTAMIENTO
Hemos estado expuestos de manera constante al flujo y al reflujo de las conductas fuera de control, y este riesgo tan depredador se ha venido reiterando en el curso del tiempo con la complicidad de las prácticas sociales inveteradas y con la falta continua de normativas sociales que no sólo estén en el papel sino que trasciendan a los hechos cotidianos. En efecto, la pandemia sanitaria ha sido una reproducción alarmantemente dramática y totalmente insospechada de lo que ha venido ocurriendo en los diversos planos de nuestra práctica comunitaria en sus variadas expresiones, y por eso mismo todos estos acontecimientos tendrían que ser especialmente aleccionadores, ya que se trata de una experiencia que no ha llegado porque sí, sino, por el contrario, ha venido a ponernos ante el espejo de nuestras insuficiencias acumuladas, lo cual nos refleja lo que hemos sido y lo que seguimos siendo, bajo el imperativo creciente de hacerlo todo con las correcciones que la misma realidad nos impone.
Dado que nos hallamos ante un dinamismo remodelador que tiene su propia lógica evolutiva, este es el momento más propicio para revisar y ordenar todo lo que está pasando en nuestro ambiente para poder sacar directrices oportunas sobre lo que debe pasar para que el país no siga yendo a la deriva en ningún sentido. Y la clave orientadora está en la disciplina que hay que poner en práctica sin ninguna evasiva de ningún tipo. Usamos al respecto el término “pandemia del comportamiento” porque hay que graficar al máximo el riesgo al que seguimos expuestos si no hay un auténtico ejercicio de ordenamiento de la dinámica social en todas sus áreas y aspectos. Nunca perdamos de vista que la convivencia organizada no se da por generación espontánea, sino que siempre requiere la puesta en vigor de una lógica que haga posible ese orden disciplinario que está en la base sustentadora del progreso en sus diversas expresiones.
A quien primero hay que hacer que entre en esa ruta disciplinaria es a la política en concreto, sobre todo cuando la competencia por la forma en que quedará la distribución del poder es lo que ahora mismo está en primer término, con todos
Es absolutamente indispensable salvaguardar y potenciar las libertades básicas, entre ellas la de expresión y de prensa. Al respecto las actuaciones del Gobierno dejan muchísimo que desear, y en el mundo hay gran preocupación por ello.
sus ingredientes propios. Y en ese plano hay que analizar con sumo cuidado el desempeño de las fuerzas en juego, porque uno de los puntos capitales es el referido a la forma en que el poder se hará valer en concreto. Aquí se trata de asegurar que todos los comportamientos nacionales correspondan a lo que la sociedad y la ciudadanía necesitan para que haya avance sustancial en todos los sentidos, como la lógica histórica demanda.
Los salvadoreños tenemos que activar un compromiso pleno e incuestionable con nuestra propia condición evolutiva, y eso requiere una armonía básica en los objetivos y en los propósitos. Reiteramos, entonces, la necesidad de disciplina social, económica y política, para poder ponernos a tono con los tiempos, que están cada vez más abiertos a las innovaciones reordenadoras y remodeladoras. Esto hay que asumirlo en forma natural y vivificante, porque se trata de poner todas nuestras energías al servicio de una evolución que sea capaz de acoplarse a las distintas exigencias del devenir.
Y en todo este ejercicio es absolutamente indispensable salvaguardar y potenciar las libertades básicas, entre ellas la de expresión y de prensa. Al respecto las actuaciones del Gobierno dejan muchísimo que desear, y en el mundo hay gran preocupación por ello. Armémonos todos de valor y de energía para luchar por dichas libertades, porque de su vigencia depende en gran medida que el país se mantenga estable y en ruta de progreso.