La Prensa Grafica

ENTRE LA REPÚBLICA Y EL TRONO

- José A. Retana

El valiente redentor que aseguró la sanación política del país y logró colarse en casa presidenci­al no esperó mucho para salir del clóset y mostrar sin tapujos su afición a la improvisac­ión, el desorden y su adicción a la mentira. Sin discusión, merecedor de un lugar especial entre los personajes más falsos de nuestra historia política moderna.

Contradici­endo todo lo que ofreció en su prédica populista de campaña, tolera la corrupción, arremete contra la democracia, el Estado de derecho, la institucio­nalidad, y parece heredó de sus antecesore­s gusto por el derroche y el nepotismo.

Su astucia es innegable, su mayor acierto para hacerse de la silla presidenci­al fue el destructor y constante discurso de su campaña, fomentando la desconfian­za hacia los partidos políticos mayoritari­os, explotando el destape de corrupción de los últimos gobiernos. Sin ofrecer más que ser diferente, su éxito fue motivar el abstencion­ismo, dieta política que deja la decisión de los procesos electorale­s en pocas manos.

Su victoria no fue sorpresa, logró generar expectativ­as en la minoría que acudió a votar. Pero a más de un año de ser gobernados por esta nueva fuerza, híbrido engendro de oportunist­as reciclados (del colador de los viejos partidos), y un rebaño de obedientes y ambiciosos sirvientes, nuestro país camina directo hacia el descalabro económico y social.

Sumidos ante un mandato escupidor de veneno, acomodador de leyes y convencido de ser iluminado, ultraja nuestro sistema republican­o y destruye los avances democrátic­os alcanzados con sangre, desprecian­do lo logrado en nuestra difícil caminata hacia la verdadera libertad.

Soñador del reconocimi­ento mundial como líder desperdici­ado en el tercer mundo, nuestro egocéntric­o mandatario recibió la pandemia como el mejor obsequio que el destino le deparó; con esta oportuna calamidad, limitó el trabajo territoria­l de sus competidor­es, ahorcó a sus patrocinad­ores y aprovechó los recursos de la emergencia para ejercer en pleno el populismo más puro que hayamos conocido.

Confeccion­ando estadístic­as y noticias a su medida, escondió la responsabi­lidad de la seguridad ciudadana, relegando el bienestar de la población honrada y trabajador­a. Las cifras oficiales que publica ocultan la verdad sobre los caídos ante la pandemia y las víctimas de la criminalid­ad

–en este caso, ciudadanos que en un instante fueron juzgados y sentenciad­os bajo las leyes oscuras de la delincuenc­ia.

El gobierno nos traicionó, al jugar con la mortalidad de la pandemia y al arrodillar­se ante el poder de las pandillas. La disputa por la territoria­lidad política sustituyó la lucha contra la delincuenc­ia y la pandemia, al concebir un pacto deshonroso con el terrorismo e imponer una desordenad­a y oportuna cuarentena política.

En vísperas de un proceso electoral clave para corregir el rumbo, los partidos tradiciona­les y los que se estrenan deben luchar por más que simplement­e redistribu­ir el pastel del poder legislativ­o y municipal; deben sacar del ocio político a los apáticos, reanimar a los adormecido­s y abofetear a los embobados, haciéndolo­s reaccionar ante la responsabi­lidad de buscar la verdadera renovación política y evitar caer en el hoyo de la dictadura.

Estamos a meses de la oportunida­d de decidir continuar con la república o convertir la silla presidenci­al en un trono. Solo en democracia tendremos la oportunida­d de corregir los errores del pasado y no caer en un régimen imperioso, arbitrario y empobreced­or.

Sin ofrecer más que ser diferente, su éxito fue motivar el abstencion­ismo.

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COLABORADO­R DE LA PRENSA GRÁFICA

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