LA COHERENCIA Y LA FORTALEZA DEL SISTEMA NACIONAL DEPENDERÁN EN TODA CIRCUNSTANCIA DE LA DISCIPLINA Y EL ORDEN QUE PREVALEZCAN
Desde los ámbitos más altos del poder político tiene que haber un ejercicio de realidad articulado con lo que dicha realidad exige.
Estamos en fase de definición presupuestaria para el año 2021, y el fenómeno que impera en el ambiente requiere una atención especialísima, porque cualquier distorsión puede complicar aún más las cosas, que ya están en el filo de lo inmanejable. Hay que hacer un esfuerzo particularmente decidido y sostenido para que se impongan la disciplina y el orden, a fin de proveerle a la realidad los insumos necesarios en la línea de la sana práctica, que es lo que los salvadoreños estamos requiriendo para que la disciplina y el orden puedan ponerse en primera línea dentro de las prioridades nacionales fundamentales. Es vital que ninguno de los objetivos que tenemos enfrente funcione como algo marginal, porque justamente se trata de que todo se visibilice dentro de lo que la situación reclama como crucial para que no haya más estancamientos de ningún tipo.
El punto del Presupuesto General de la Nación correspondiente al año 2021 es hoy una de las cuestiones más delicadas que vamos a enfrentar en los próximos meses, porque se están juntando retos que habrá que tratar con delicadeza suma para no complicar aún más las cosas en el ambiente. En el ámbito institucional, lo previsto presupuestariamente abarca aumentos y disminuciones que sin duda serán motivo de mucha discusión. Las áreas que más suben son Educación, Salud, Hacienda, Justicia y Seguridad y Gobernación; y las que más bajan son la Procuraduría General de la República, la Corte de Cuentas de la República, el Tribunal Supremo Electoral, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y el Consejo Nacional de la Judicatura. También hay aumentos en el Ministerio de Vivienda y en el Ministerio de Defensa.
La disciplina y el orden están en el centro de toda esta dinámica, y por consiguiente, hay que asegurar, en todo momento, que no haya desajustes de ningún tipo, porque eso podría conducir a trastornos incontrolables. Los que, por las responsabilidades que asumen, se hacen cargo de monitorear el avance del proceso nacional deben estar constantemente atentos a que nada se salga de control, porque de ese cuidado depende que todo vaya desenvolviéndose de manera controlada y eficaz. Sólo cuando hay efectividad en el manejo de la agenda nacional y previsibilidad en el acceso a las buenas prácticas se hace factible que las fuerzas en movimiento respondan a su auténtico desempeño funcional.
En ningún momento hay que descuidar los equilibrios que garantizan la sana dinámica en la que se sostiene el buen proceder de todo el dinamismo nacional. Esto debe asegurarse sin ningún género de evasivas. Desde los ámbitos más altos del poder político tiene que haber un ejercicio de realidad articulado con lo que dicha realidad exige. Aunque la tendencia irresistible del poder es a imponerse como voluntad omnímoda, nunca hay que dejar de esforzarse para que la sensatez logre imponerse sobre todas las tentaciones que la amenazan. Este es un esfuerzo en el que la voz y la presión de la ciudadanía deben actuar en toda circunstancia.
Afortunadamente hemos pasado a una etapa en la que hay cada vez menos posibilidades de hacer que el encubrimiento y la impunidad hagan de las suyas sin consecuencias. Si bien los constantes destapes convulsionan el ambiente, mucho más grave sería que el silencio lo siguiera tapando todo, tal como se impuso por tanto tiempo. Aunque la inseguridad pueda tener efectos tan inquietantes siempre es peor que haya vías de escape para burlar la ley.
La coyuntura nos está poniendo a todos a prueba, y ojalá que podamos continuar avanzando por la vía correcta, de la cual al final de cuentas todos acabaremos saliendo beneficiados, el proceso en primer término.